ÁL
SE&Natilde;OR
D. MÁNUEL TÁMÁYO Y BÁUS
Secretario perpetuo
de la Real Ácademia Española.
MI
MUY QUERIDO MÁNUEL:
Hace algunas semanas que, entreteniendo nuestros
ocios caniculares en esta sosegada villa de Valdemoro, de donde ya vamos á
regresar á la vecina corte, hube de referirte la historia de EL CÁPITÁN
VENENO, tal y como
vivía inédita en el archivo de mi imaginación; y recordarás que, muy prendado
del asunto, me excitaste con vivas instancias á que la escribiese, en la
seguridad (fueron tus bondadosas palabras) de que me daría materia para una
interesante obra.
Ya está la obra escrita, y hasta impresa; y ahí te
la envío. -Celebraré no haber defraudado tus esperanzas; y, por sí o por no,
te la dedico estratégicamente, poniendo bajo el amparo de tu glorioso nombre,
ya que no la forma literaria, el fondo, que tan bueno te pareció, de la
historia de mi CÁPITÁN
VENENO.
Ádiós, generoso hermano. Sabes cuánto te quiere y
te admira tu afectísimo hermano menor,
PEDRO.
VÁLDEMORO, 20
de septiembre de 1881.
@§ Parte Primera
Heridas
en el cuerpo
-
I -
Un
poco de historia política
La
tarde del 26 de marzo de 1848 hubo tiros y cuchilladas en Madrid entre un
puñado de paisanos que, al expirar, lanzaban el hasta entonces extranjero
grito de ¡
Viva la
República!, y el Ejército de la Monarquía española (traído o
creado por Átaulfo, reconstituido por D. Pelayo y reformado por Trastamara),
de que á la sazón era jefe visible, en nombre de Doña Isabel II, el
Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de la Guerra, D. Ramón María
Narváez.....
Y
basta con esto de historia y de política, y pasemos á hablar de cosas menos
sabidas y más amenas, á que dieron origen o coyuntura aquellos lamentables
acontecimientos.
-
II -
Nuestra
heroína
En
el piso bajo de la izquierda de una humilde pero graciosa y limpia casa de la
calle de Preciados, calle muy estrecha y retorcida en aquel entonces, y
teatro de la refriega en tal momento, vivían solas, esto es, sin la compañía
de hombre ninguno, tres buenas y piadosas mujeres, que mucho se diferenciaban
entre sí en cuanto al ser físico y estado social, puesto que éranse que se
eran una señora mayor, viuda, guipuzcoana, de aspecto grave y distinguido;
una hija suya, joven, soltera, natural de Madrid y bastante guapa, aunque de
tipo diferente al de la madre (lo cual daba á entender que había salido en
todo á su padre); y una doméstica, imposible de filiar o describir, sin edad,
figura ni casi sexo determinables, bautizada, hasta cierto punto, en
Mondoñedo, y á la cual ya hemos hecho demasiado favor (como también se lo
hizo aquel señor Cura) con reconocer que pertenecía á la especie humana.....
La
mencionada joven parecía el símbolo o representación, viva y con faldas, del
sentido común: tal equilibrio había entre su hermosura y su naturalidad,
entre su elegancia y sencillez, entre su gracia y modestia. Facilísimo era
que pasase inadvertida por la vía pública, sin alborotar a los galanteadores
de oficio, pero imposible que nadie dejara de admirarla y prendarse de sus
múltiples encantos, luego que fijase en ella la atención. No era, no (o, por
mejor decir, no quería ser), una de esas beldades llamativas aparatosas,
fulminantes, que atraen todas las miradas no bien se presentan en un salón,
teatro o paseo y que comprometen o anulan al pobrete que las acompaña, sea
novio, sea marido, sea padre, sea el mismísimo preste Juan de las Indias.....
Era un conjunto sabio y armónico, de perfecciones físicas y morales, cuya
prodigiosa regularidad no entusiasmaba al pronto, como no entusiasman la paz
ni el orden; o como acontece con los monumentos bien proporcionados, donde
nada nos choca ni maravilla hasta que formamos juicio de que, si todo resulta
llano, fácil y natural, consiste en que todo es igualmente bello. Dijérase
que aquella diosa honrada de la clase media había estudiado su modo de
vestirse, de peinarse, de mirar, de moverse, de conllevar, en fin, los
tesoros de su espléndida juventud en tal forma y manera, que no se la creyese
pagada de sí misma, ni presuntuosa ni incitante, sino muy diferente de las
deidades por casar que hacen feria de sus hechizos y van por esas calles de
Dios diciendo a todo el mundo: Esta
casa se vende..... o se alquila.
Pero
no nos detengamos en floreos ni dibujos, que es mucho lo que tenemos que
referir, y poquísimo el tiempo de que disponemos.
-
III -
Nuestro
héroe
Los
republicanos disparaban contra la tropa desde la esquina de la calle de
Peregrinos, y la tropa disparaba contra los republicanos desde la Puerta del
Sol, de modo y forma que las balas de una y otra procedencia pasaban por
delante de las ventanas del referido piso bajo, si ya no era que iban á dar
en los hierros de sus rejas, haciéndolos vibrar con estridente ruido é
hiriendo de rechazo persianas, maderas y cristales.
Igualmente
profundo, aunque vario en su naturaleza y expresión, era el terror que
sentían la madre..... y la criada. Temía la noble viuda, primero por su hija,
después por el resto del género humano, y en último término por sí propia; y
temía la gallega, ante todo, por su querido pellejo; en segundo lugar, por su
estómago y por el de sus amas, pues la tinaja de agua estaba casi vacía y el
panadero no había aparecido con el pan de la tarde, y en tercer lugar, un
poquitillo por los soldados o paisanos hijos de Galicia que pudieran morir o
perder algo en la contienda. -Y no hablamos del terror de la hija, porque, ya
lo neutralizase la curiosidad, ya no tuviese acceso en su alma, más varonil
que femenina, era el caso que la gentil doncella, desoyendo consejos y
órdenes de su madre, y lamentos o aullidos de la criada, ambas escondidas en
los aposentos interiores, se escurría de vez en cuando á las habitaciones que
daban a la calle, y hasta abría las maderas de alguna reja, para formar
exacto juicio del ser y estado de la lucha.
En
una de esas asomadas, peligrosas por todo extremo, vio que las tropas habían
avanzado hasta la puerta de aquella casa, mientras que los sediciosos
retrocedían hasta la plaza de Santo Domingo, no sin continuar haciendo fuego
por escalones con admirable serenidad y bravura. -Y vio asimismo que á la
cabeza de los soldados, y aun de los oficiales y jefes, se distinguía por su
enérgica y denodada actitud y por las ardorosas frases con que los arengaba á
todos, un hombre como de cuarenta años, de porte fino y elegante, y delicada
y bella, aunque dura, fisonomía; delgado y fuerte como un manojo de nervios;
más bien alto que bajo, y vestido medio de paisano, medio de militar.
Queremos decir que llevaba gorra de cuartel con los tres galoncillos de la
insignia de capitán; levita y pantalón civiles, de paño negro; sable de
oficial de infantería y canana y escopeta de cazador..... no del ejército, sino de
conejos y perdices.
Mirando
y admirando estaba precisamente la madrileña á tan singular personaje, cuando
los republicanos hicieron una descarga sobre él, por considerarlo sin duda
más temible que todos los otros, o suponerlo general, ministro o cosa así, y
el pobre Capitán, o lo que fuera, cayó al suelo, como herido de un rayo y con
la faz bañada en sangre, en tanto que los revoltosos huían alegremente, muy
satisfechos de su hazaña, y que los soldados echaban a correr detrás de ellos
anhelando vengar al infortunado caudillo.....
Quedó,
pues, la calle sola y muda, y en medio de ella, tendido y desangrándose,
aquel buen caballero, que acaso no había expirado todavía, y á quien manos
solícitas y piadosas pudieran tal vez librar de la muerte..... -La joven no
vaciló un punto: corrió adonde estaban su madre y la doméstica; explicóles el
caso; díjoles que en la calle de Preciados no había ya tiros; tuvo que
batallar, no tanto con los prudentísimos reparos de la generosa guipuzcoana,
como con el miedo puramente animal de la informe gallega, y a los pocos
minutos las tres mujeres transportaban en peso á su honesta casa, y colocaban
en la alcoba de honor de la salita principal, sobre la lujosa cama de la
viuda, el insensible cuerpo de aquel que, si no fue el verdadero protagonista
de la jornada del 26 de marzo, va á serlo de nuestra particular historia.
-
IV -
El
pellejo propio y el ajeno
Poco
tardaron en conocer las caritativas hembras que el gallardo Capitán no estaba
muerto, sino meramente privado del conocimiento y sentidos por resultas de un
balazo que le había dado de refilón en la frente, sin profundizar casi nada
en ella. Conocieron también que tenía atravesada y acaso fracturada la pierna
derecha, y que no debía descuidarse ni por un momento aquella herida, de la
cual fluía mucha sangre. Conocieron, en fin, que lo único verdaderamente útil
y eficaz que podían hacer por el desventurado era llamar en seguida á un
facultativo.
-Mamá
(dijo la valerosa joven), a dos pasos de acá, en la acera de enfrente, vive
el doctor Sánchez.....-¡
Que Rosa vaya y lo haga venir!- Todo es asunto de un
momento, y sin que en ello se corra ningún peligro.....
En
eso sonó un tiro muy próximo, al que siguieron cuatro o seis, disparados á un
tiempo y á mayor distancia. -Después volvió á reinar profundo silencio.
-¡
Yo
no voy! (gruñó la criada). Esos que oyéronse ahora fueron también tiros, y
las señoras no querrán que me fusilen al cruzar la calle.
-¡
Tonta!
¡
En la calle no ocurre nada! -replicó la joven, quien acababa de asomarse a
una de las rejas.
-¡
Quítate
de ahí, Ángustias! -gritó la madre, reparando en ello.
-El
tiro que sonó primero (prosiguió diciendo la llamada Ángustias) y a quien han
contestado las tropas de la Puerta del Sol, debió de dispararlo desde la
guardilla del número 19 un hombre muy feo, a quien estoy viendo volver a
cargar el trabuco.....-Las balas, por consiguiente, pasan ahora muy altas y
no hay peligro ninguno en atravesar la calle. ¡
En cambio, fuera la mayor de
las infamias que dejáramos morir a este desgraciado por ahorrarnos una ligera
molestia!
-Yo
iré á llamar al médico -dijo la madre, acabando de vendar a su modo la pierna
rota del Capitán.
-¡
Eso
no! (gritó la hija, entrando en la alcoba). ¿:Qué se diría de mí? -¡
Iré yo,
que soy más joven y ando más de prisa! -¡
Bastante has padecido tú ya en este
mundo con las dichosas guerras!
-Pues,
sin embargo, ¡
tú no vas! -repitió imperiosamente la madre.
-¡
Ni
yo tampoco! -añadió la criada.
-¡
Mamá,
déjame ir! ¡
Te lo pido por la memoria de mi padre! ¡
Yo no tengo alma para ver
desangrarse á este valiente, cuando podemos salvarlo! -¡
Mira, mira de qué
poco le sirven tus vendas!..... La sangre gotea ya por debajo de los
colchones.
-¡
Ángustias!
¡
Te he dicho que no vayas!
-No
iré, si no quieres; pero madre mía, piensa en que mi pobre padre, tu noble y
valeroso marido, no habría muerto, cuando murió, desangrado, en medio de un
bosque, la noche de una acción, si alguna mano misericordiosa hubiese
restañado la sangre de sus heridas.....
-¡
Ángustias!
-Mamá.....
¡
Déjame! ¡
Yo soy tan aragonesa como mi padre, aunque he nacido en este pícaro
Madrid! -Ádemás, no creo que á las mujeres se nos haya otorgado ninguna bula,
dispensándonos de tener tanta vergüenza y tanto valor como los hombres.
Ásí
dijo aquella buena moza; y no se había repuesto su madre de asombro,
acompañado de sumisión moral o involuntario aplauso, que le produjo tan
soberano arranque, cuando Ángustias estaba ya cruzando impávidamente la calle
de Preciados.
-
V -
Trabucazo
Mire
V., señora!¡
Mire qué hermosa va! -exclamó la gallega, batiendo palmas y
contemplando desde la reja á nuestra heroína.....
Pero
¡
ay!, en aquel mismo instante sonó un tiro muy próximo; y como la pobre
viuda, que también se había acercado a la ventana, viera á su hija detenerse
y tentarse la ropa, lanzó un grito desgarrador y cayó de rodillas, casi
privada de sentido.
-¡
No
diéronle! ¡
No diéronle! (gritaba en tanto la sirvienta). -¡
Ya entra en la
casa de enfrente! -Repórtese la señora.....
Pero
ésta no la oía. Pálida como una difunta, luchaba con su abatimiento, hasta
que, hallando fuerzas en el propio dolor, alzóse medio loca y corrió a la
calle....., en medio de la cual se encontró con la impertérrita Ángustias,
que ya regresaba seguida del médico.
Con
verdadero delirio se abrazaron y besaron madre e hija, precisamente sobre el
arroyo de sangre vertida por el Capitán, y entraron al fin en la casa, sin
que en aquellos primeros momentos se enterase nadie de que las faldas de la
joven estaban agujereadas por el alevoso trabucazo que le disparó el hombre
de la guardilla al verla atravesar la calle.....
La
gallega fue quien, no sólo reparó en ello, sino que tuvo la crueldad de
pregonarlo.
-¡
Diéronle!
¡
Diéronle! (exclamó con su gramática de Mondoñedo) ¡
Bien hice yo en no salir!
¡
Buenos forados
habrían abierto las balas en mis tres refajos!
Imaginémonos
un punto el renovado terror de la pobre madre, hasta que Ángustias la
convenció de que estaba ilesa. Básteos saber que, según iremos viendo, la
infeliz guipuzcoana no había de gozar hora de salud desde aquel espantoso
día..... Y acudamos ahora al malparado Capitán, a ver qué juicio forma de sus
heridas el diligente y experto doctor Sánchez.
-
VI -
Diagnóstico
y pronóstico
Envidiable
reputación tenía aquel facultativo, y justificóla de nuevo en la rápida y
feliz primera cura que hizo a nuestro héroe, restañando la sangre de sus
heridas con medicinas caseras, y reduciéndole y entablillándole la fractura
de la pierna sin más auxiliares que las tres mujeres. -Pero como expositor de
su ciencia, no se lució tanto, pues el buen hombre adolecía del vicio
oratorio de Pero Grullo.
Desde
luego respondió que el Capitán no moriría, «dado que saliese antes de
veinticuatro horas de aquel profundo amodorramiento», indicio de una grave
conmoción cerebral, causada por la lesión que en la frente le había producido
un proyectil oblicuo (disparado con arma de fuego, sin quebrantarle, aunque
sí contundiéndole, el hueso frontal), «precisamente en el sitio en que tenía
la herida, á consecuencia de nuestras desgraciadas discordias civiles y de
haberse mezclado aquel hombre en ellas»; añadiendo en seguida, por vía de
glosa, que si la susodicha conmoción cerebral no cesaba dentro del plazo
marcado, el Capitán moriría sin remedio, «en señal de haber sido demasiado
fuerte el golpe del proyectil; y que, respecto a si cesaría o no cesaría la
tal conmoción antes de las veinticuatro horas, se reservaba su pronóstico
hasta la tarde siguiente».
Dichas
estas verdades de á folio, recomendó muchísimo, y hasta con pesadez (sin duda
por conocer bien á las hijas de Eva), que cuando el herido recobrase el
conocimiento no le permitieran hablar, ni le hablaran ellas de cosa alguna,
por urgente que les pareciese entrar en conversación con él; dejó instrucciones
verbales y recetas escritas para todos los casos y accidentes que pudieran
sobrevenir; quedó en volver al otro día, aunque también hubiese tiros, a fuer
de hombre tan cabal como buen médico y como inocente orador, y se marchó á su
casa, por si le llamaban para otro apuro semejante; no, empero, sin aconsejar
á la conturbada viuda que se acostara temprano, pues no tenía el pulso en
caja, y era muy posible que le entrase una poca fiebre al llegar la noche..... (que
ya había llegado).
-
VII -
Expectación
Serían
las tres de la madrugada, y la noble señora, aunque, en efecto, se sentía muy
mal, continuaba á la cabecera de su enfermo huésped, desatendiendo los ruegos
de la infatigable Ángustias, quien, no sólo velaba también, sino que todavía
no se había sentado en toda la noche.
Erguida
y quieta como una estatua, permanecía la joven al pie del ensangrentado
lecho, con los ojos fijos en el rostro blanco y afilado, semejante al de un
Cristo de marfil, de aquel valeroso guerrero á quien tanto admiró por la
tarde, y de esta manera esperaba con visible zozobra á que el sin ventura
despertara de aquel profundo letargo, que podía terminar en la muerte.
La
dichosísima gallega era quien roncaba, si había que roncar, en la mejor
butaca de la sala, con la vacía frente clavada en las rodillas, por no haber
caído en la cuenta de que aquella butaca tenía un espaldar muy á propósito
para reclinar en él el occipucio.
Varias
observaciones o conjeturas habían cruzado la madre y la hija, durante aquella
larga velada, acerca de cuál podría ser la calidad originaria del Capitán,
cuál su carácter, cuáles sus ideas y sentimientos. -Con la nimiedad de
atención que no pierden las mujeres ni aun en las más terribles y solemnes
circunstancias, habían reparado en la finura de la camisa, en la riqueza del
reloj, en la pulcritud de la persona y en las coronitas de marqués de los
calcetines del paciente. Tampoco dejaron de fijarse en una muy vieja medalla
de oro que llevaba al cuello bajo sus vestiduras, ni en que aquella medalla
representaba á la Virgen del Pilar de Zaragoza; de todo lo cual se alegraron
sobremanera, sacando en limpio que el Capitán era persona de clase y de buena
y cristiana educación. Lo que naturalmente respetaron fue el interior de sus
bolsillos, donde tal vez habría cartas o tarjetas que declarasen su nombre y
las señas de su casa; declaraciones que esperaban en Dios podría hacerles él
mismo cuando recobrase el conocimiento y la palabra, en señal de que le
quedaban días que vivir.....
Mientras
tanto, y aunque la refriega política había concluido por entonces, quedando
victoriosa la Monarquía, oíase de tiempo en tiempo, ora algún tiro remoto y
sin contestación, como solitaria protesta de tal o cual republicano no
convertido por la metralla, ora el sonoro trotar de las patrullas de
caballería que rondaban, asegurando el orden público; rumores ambos lúgubres
y fatídicos, muy tristes de escuchar desde la cabecera de un militar herido y
casi muerto.
-
VIII -
Inconvenientes
de la «Guía de Forasteros»
Ásí
las cosas, y á poco de sonar las tres y media en el reloj del Buen Suceso, el
Capitán abrió súbitamente los ojos; paseó una hosca mirada por la habitación,
fijóla sucesivamente en Ángustias y en su madre, con cierta especie de temor
pueril, y balbuceó desapaciblemente:
-¿:Dónde
diablos estoy?
La
joven se llevó un dedo á los labios, recomendándole que guardara silencio;
pero á la viuda le había sentado muy mal la segunda palabra de aquella
interrogación, y apresuróse á responder:
-Está
V. en un lugar honesto y seguro, o sea en casa de la generala Barbastro,
condesa de Santurce, servidora de V.
-¡
Mujeres!
¡
Qué diantre!..... -tartamudeó el Capitán, entornando los ojos, como si
volviese á su letargo.....
Pero
muy luego se notó que ya respiraba con la libertad y la fuerza del que duerme
tranquilo.
-¡
Se
ha salvado! (dijo Ángustias muy quedamente). Mi padre estará contento de
nosotras.
-Rezando
estaba por su alma..... (contestó la madre). ¡
Áunque ya ves que el primer
saludo de nuestro enfermo nos ha dejado mucho que desear!
-Me
sé de memoria (profirió con lentitud el Capitán, sin abrir los ojos) el
Escalafón del Estado Mayor General del Ejército español, inserto en la Guía de Forasteros, y
en él no figura, ni ha figurado en este siglo ningún general Barbastro.
-¡
Le
diré á V.....! (exclamóvivamente la viuda). Mi difunto marido.....
-No
le contestes ahora, mamá..... (interrumpió la joven, sonriéndose). Está
delirando, y hay que tener cuidado con su pobre cabeza. -¡
Recuerda los
encargos del doctor Sánchez!
El
Capitán abrió sus hermosos ojos; miró á Ángustias muy fijamente, y volvió á
cerrarlos, diciendo con mayor lentitud:
-¡
Yo
no deliro nunca, señorita! ¡
Lo que pasa es que digo siempre la verdad á todo
el mundo, caiga el que caiga!
Y
dicho esto, sílaba por sílaba, suspiró profundamente, como muy fatigado de
haber hablado tanto, y comenzó á roncar de un modo sordo, cual si agonizase.
-¿:Duerme
V., Capitán? -le preguntó muy alarmada la viuda.
El
herido no respondió.
-
IX -
Más
inconvenientes de la «Guía de Forasteros»
Dejémosle
que repose..... (dijo Ángustias en voz baja, sentándose al lado de su madre).
-Y supuesto que ahora no puede oírnos, permíteme, mamá, que te advierta una
cosa..... Creo que no has hecho bien en contarle que eres condesa y
generala.....
-¿:Por
qué?
-Porque.....,
bien lo sabes, no tenemos recursos suficientes para cuidar y atender á una
persona como ésta, del modo que lo harían condesas y generalas de verdad.
-¿:Qué
quiere decir de
verdad? (exclamó vivamente la guipuzcoana). ¿:También tú vas á
poner en duda mi categoría? ¡
Yo soy tan condesa como la de Montijo, y tan
generala como la de Espartero!
-Tienes
razón; pero hasta que el Gobierno resuelva en este sentido el expediente de
tu viudedad, seguiremos siendo muy pobres.....
-¡
No
tan pobres! Todavía me quedan mil reales de los pendientes de esmeraldas, y
tengo una gargantilla de perlas con broches de brillantes, regalo de mi
abuelo, que vale más de quinientos duros, con los cuales nos sobra para vivir
hasta que se resuelva mi expediente, que será antes de un mes, y para cuidar
á este hombre como Dios manda aunque la rotura de la pierna le obligue á
estar acá dos o tres meses..... -Ya sabes que el oficial del Consejo opina
que me alcanzan los beneficios del artículo 10 del Convenio de Vergara; pues,
aunque tu padre murió con anterioridad, consta que ya estaba de acuerdo con
Maroto.....
-Santurce.....
Santurce..... -¡
Tampoco figuraba este condado en la Guía de Forasteros! -murmuró
borrosamente el Capitán, sin abrir los ojos.
Y
luego, sacudiendo de pronto su letargo, y llegando hasta incorporarse en la
cama, dijo con voz entera y vibrante, como si ya estuviese bueno:
-¡
Vamos
claros, señora! -Yo necesito saber dónde estoy y quiénes son ustedes..... -¡
Á
mí no me gobierna ni me engaña nadie! -¡
Diablo, y cómo me duele esta pierna!
-Señor
Capitán, ¡
V. nos insulta! -exclamó la Generala destempladamente.
-¡
Vaya,
Capitán!..... Estése V. quieto y calle..... (dijo al mismo tiempo Ángustias
con suavidad, aunque con enojo). -Su vida correrá mucho peligro si no guarda
V. silencio o si no permanece inmóvil. -Tiene V. rota la pierna derecha y una
herida en la frente que le ha privado á V. de sentido más de diez horas.....
-¡
Es
verdad! (exclamó el raro personaje, llevándose las manos á la cabeza y
tentando las vendas que le había puesto el médico). ¡
Esos pícaros me han
herido! -Pero, ¿:quién ha sido el imprudente que me ha traído á una casa
ajena, teniendo yo la mía y habiendo hospitales militares y civiles? -¡
Á mí
no me gusta incomodar á nadie, ni deber favores, que maldito si merezco ni
quiero merecer! -Yo estaba en la calle de Preciados.....
-Y
en la calle de Preciados está V., número 14, cuarto bajo..... (interrumpió la
guipuzcoana, desentendiéndose de las señas que le hacía su hija para que
callase). ¡
Nosotras no necesitamos que nos agradezca V. cosa alguna, pues no
hemos hecho ni haremos más que lo que manda Dios y la caridad ordena! -Por lo
demás, está V. en una casa decente. Yo soy doña Teresa Carrillo de Álbornoz y
Ázpeitia, viuda del general carlista D. Luis Gonzaga de Barbastro, convenido en Vergara..... (¿:Entiende
usted? Convenido en
Vergara, aunque fuese de un modo virtual, retrospectivo é implícito,
como en mis instancias se dice). El cual debió su título de conde de Santurce
a un real nombramiento de D. Carlos V, que tiene que revalidar Doña Isabel
II, al tenor del artículo 10 del Convenio de Vergara. -¡
Yo no miento nunca,
ni uso nombres supuestos, ni me propongo con V. otra cosa que cuidarlo y
salvar su vida, ya que la Providencia me ha confiado este encargo!.....
-Mamá,
no le des cuerda..... (observó Ángustias). Ya ves que, en lugar de aplacarse,
se dispone á contestarte con mayor ímpetu..... ¡
Y es que el pobre está
malo..... ytiene la cabeza débil! -¡
Vamos, señor Capitán, tranquilícese usted
y mire por su vida!.....
Tal
dijo la noble doncella con su gravedad acostumbrada. Pero el Capitán no se
amansó por ello, sino que la miró de hito en hito con mayor furia, como
acosado jabalí á quien arremete nuevo y más terrible adversario, exclamó
valerosísimamente:
-
X -
El
Capitán se defiende a sí propio
Señorita!.....
En primer lugar, yo no tengo la cabeza débil, ni la he tenido nunca, y prueba
de ello es que no ha podido atravesármela una bala. -En segundo lugar, siento
muchísimo que me hable V. con tanta conmiseración y blandura; pues yo no
entiendo de suavidades, zalamerías ni melindres. -Perdone V. la rudeza de mis
palabras, pero cada uno es como Dios lo ha criado y á mí no me gusta engañar
á nadie. ¡
No sé por qué ley de mi naturaleza prefiero que me peguen un tiro á
que me traten con bondad! -Ádvierto á Vds., por consiguiente, que no me
cuiden con tanto mimo, pues me harán reventar en esta cama en que me ha atado
mi mala ventura..... Yo no he nacido para recibir favores, ni para
agradecerlos o pagarlos; por lo cual he procurado siempre no tratar con
mujeres, ni con niños, ni con santurrones, ni con ninguna otra gente pacífica
y dulzona..... Yo soy un hombre atroz, á quien nadie ha podido aguantar, ni
de muchacho, ni de joven, ni de viejo, que principio á ser. -¡
Á mí me llaman
en todo Madrid el Capitán
Veneno! -Conque
pueden Vds. acostarse y disponer, en cuanto sea de día, que me conduzcan en
una camilla al Hospital General. -He dicho.
-¡
Jesús,
qué hombre! -exclamó horrorizada doña Teresa.
-¡
Ásí
debían de ser todos! (respondió el Capitán). ¡
Mejor andaría el mundo o ya se
habría parado hace mucho tiempo!
Ángustias
volvió á sonreírse.
-¡
No
se sonría V., señorita; que eso es burlarse de un pobre enfermo, incapacitado
de huir para librarla á V. de su presencia! (continuó diciendo el herido, con
algún asomo de melancolía). ¡
Harto sé que les pareceré á Vds. muy malcriado;
pero crean que no lo siento mucho! ¡
Sentiría, por el contrario, que me
estimasen Vds. digno de aprecio, y que luego me acusen de haberlas tenido en
un error! -¡
Oh! Si yo cogiera al infame que me ha traído á esta casa, nada
más que á fastidiar á Vds. y á deshonrarme.....
-Trajímosle
en peso yo y la señora y la señorita..... (pronunció la gallega, á quien
habían despertado y atraído las voces de aquel energúmeno). El señor estaba
desangrándose á la puerta de casa, y entonces la señorita se ha condolido de
él. Yo también me condolí algo. Y como también se había condolido la señora,
cargamos entre las tres con el señor, ¡
que vaya si pesa, tan cenceño como
parece!
El
Capitán había vuelto á amostazarse al ver en escena á otra mujer; pero la
relación de la gallega le impresionó tanto, que no pudo menos de exclamar:
-¡
Lástima
que no hayan Vds. hecho esa buena obra por un hombre mejor que yo! ¿:Qué
necesidad tenían de conocer el empecatado Capitán
Veneno?
Doña
Teresa miró á su hija, como para significarle que aquel hombre era mucho
menos malo y feroz de lo que él creía, y se halló con que Ángustias seguía
sonriéndose con exquisita gracia, en señal de que opinaba lo mismo.
Entretanto,
la elegiaca gallega decía lacrimosamente:
-¡
Pues
más lástima le daría al señor si supiese que la señorita fue en persona á
llamar al médico para que curase esos dos balazos, y que, cuando la pobre iba
por mitad del arroyo, tiráronle un tiro que....., mire V....., le ha
agujereado la basquiña!
-Yo
no se lo hubiera contado á usted nunca, señor Capitán, por miedo de
irritarlo..... (expusola joven, entre modesta y burlona, o sea bajando los
ojos y sonriendo con mayor gracia que antes). Pero como esta Rosa se lo habla
todo, no puedo menos que suplicar á V. me perdone el susto que causé á mi
querida madre, y que todavía tiene á la pobre con calentura.
El
Capitán estaba espantado, con la boca abierta, mirando alternativamente á
Ángustias, á doña Teresa ya la criada, y cuando la joven dejó de hablar,
cerró los ojos, dio una especie de rugido y exclamó, levantando al cielo los
puños:
-¡
Áh,
crueles! ¡
Cómo siento el puñal en la herida! ¿:Conque las tres os habéis
propuesto que sea vuestro esclavo o vuestro hazmerreír? ¿:Conque tenéis empeño
en hacerme llorar o decir ternezas? ¿:Conque estoy perdido si no logro
escaparme? -¡
Pues me escaparé! -¡
No faltaba más sino que, al cabo de mis
años, viniera yo a ser juguete de la tiranía de tres mujeres de bien!
-¡
Señora! (prosiguió con gran énfasis, dirigiéndose a la viuda). ¡
Si ahora
mismo no se acuesta V., y no toma, después de acostada, una taza de tila con
flor de azahar, me arranco todos estos vendajes y trapajos, y me muero en
cinco minutos, aunque Dios no quiera! -En cuanto a V., señorita Ángustias,
hágame el favor de llamar al sereno y decirle que vaya en casa del marqués de
los Tomillares, Carrera de San Francisco número....., y le participe que su
primo D. Jorge de Córdoba le espera en esta casa gravemente herido. -En
seguida se acostará V. también, dejándome en poder de esta insoportable
gallega, que me dará de vez en cuando agua con azúcar, único socorro que
necesitaré hasta que venga mi primo Álvaro. -Conque lo dicho, señora condesa:
principie V. por acostarse.
La
madre y la hija se guiñaron, y la primera respondió apaciblemente:
-Voy
a dar a V. el ejemplo de obediencia y de juicio. -Buenas noches, señor
Capitán; hasta mañana.
-También
yo quiero ser obediente..... (añadió Ángustias, después de apuntar el
verdadero nombre delCapitán
Veneno y las señas de la casa de su primo). Pero como tengo mucho
sueño, me permitirá usted que deje para mañana el enviar ese atento recado al
señor Marqués de los Tomillares. -Buenos días, señor don Jorge; hasta luego.
-¡
Cuidadito con no moverse!
-¡
Yo
no me quedo sola con este señor! (gritó la gallega). ¡
Su genio de demonio
póneme el cabello de punta, y háceme temblar como una cervata!
-Descuida,
hermosa..... (respondió el Capitán); que contigo seré más dulce y amable que
con tu señorita.
Doña
Teresa y Ángustias no pudieron menos que soltar la carcajada al oír esta
primera salida de buen humor de su inaguantable huésped.
Y
véase por qué arte y modo escenas tan lúgubres y trágicas como las de aquella
tarde y aquella noche, vinieron a tener por remate y coronamiento un poco de
júbilo y alegría. -¡
Tan cierto resulta que en este mundo todo es fugaz, y
transitorio, así la felicidad como el dolor, ó, por mejor decir, que de tejas
abajo no hay bien ni mal que cien años dure!
@§
<Á1>Parte
SegundaÁ1>
Vida
del ombre malo
-
I -
La
segunda cura
Á
las ocho de la mañana siguiente, que, por la misericordia de Dios, no ofreció
ya señales de barricadas ni de tumulto (misericordia que había de durar hasta
el 7 de mayo de aquel mismo año, en que ocurrieron las terribles escenas de
la Plaza Mayor), hallábase el doctor Sánchez en casa de la llamada condesa de
Santurce poniendo el aparato definitivo en la pierna rota del Capitán Veneno.
Á
éste le había dado aquella mañana por callar. Sólo había abierto hasta
entonces la boca antes de comenzarse la dolorosa operación, para dirigir dos
breves y ásperas interpelaciones a doña Teresa y a Ángustias, contestando a
sus afectuosos buenos
días.
-¡
Por
los clavos de Cristo, señora! ¿:Para qué se ha levantado V. estando mala?
¿:Para que sean mayores mi sofocación y mi vergüenza? -¿:Se ha propuesto V.
matarme a fuerza de cuidados?
Y
dijo a Ángustias:
-¿:Qué
importa que yo esté mejor o peor? -¡
Vamos al grano! -¿:Ha enviado usted a
llamar a mi primo para que me saquen de aquí y nos veamos todos libres de
impertinencias y ceremonias?
-¡
Sí,
señor Capitán Veneno! Hace media hora
que la portera le llevó el recado..... -contestó muy tranquilamente la joven,
arreglándole las almohadas.
En
cuanto a la inflamable Condesa, excusado es decir que había vuelto a picarse
con su huésped, al oír aquellos nuevos exabruptos. Resolvió, por tanto, no
dirigirle más la palabra, y se limitó a hacer hilas y vendas y a preguntar
una vez y otra, con vivo interés, al impasible doctor Sánchez, cómo
encontraba al herido(sin
dignarse nombrar a éste), y si llegaría a quedarse cojo, y si a las doce
podría tomar el caldo de pollo y jamón, y si era cosa de enarenar la calle
para que no le molestara el ruido de los coches, etc., etc.
El
facultativo, con su ingenuidad acostumbrada, aseguró que del balazo de la
frente nada había ya que temer, gracias a la enérgica y saludable naturaleza
del enfermo, en quien no quedaba síntoma alguno de conmoción ni fiebre
cerebral; pero su diagnóstico no fue tan favorable respecto de la fractura de
la pierna. Calificóla nuevamente de grave y peligrosísima, por estar la tibia
muy destrozada, y recomendó a D. Jorge absoluta inmovilidad si quería
librarse de una amputación, y aun de la misma muerte.....
Habló
el Doctor en términos tan claros y rudos, no sólo por falta de arte para
disfrazar sus ideas, sino porque ya había formado juicio del carácter
voluntarioso y turbulento de aquella especie de niño consentido. Pero a fe
que no consiguió asustarlo: antes bien le arrancó una sonrisa de incredulidad
y de mofa.
Las
asustadas fueron las tres buenas mujeres: doña Teresa por pura humanidad;
Ángustias por cierto empeño hidalgo y de amor propio que ya tenía en curar y
domesticar a tan heroico y raro personaje, y la criada por terror instintivo
a todo lo que fuera sangre, mutilación y muerte.
Reparó
el Capitán en la zozobra de sus enfermeras, y saliendo de la calma con que
estaba soportando la curación, dijo furiosamente al doctor Sánchez:
-¡
Hombre!
¡
Podía V. haberme notificado a solas todas esas sentencias! ¡
El ser un buen
médico no releva de tener buen corazón! -¡
Dígolo porque ya ve V. qué cara tan
larga y tan triste ha hecho poner a mis tres Marías!
Áquí
tuvo que callar el paciente, dominado por el terrible dolor que le causó el
médico al juntarle el hueso partido.
-¡
Bah,
bah! (continuó luego). -¡
Para que yo me quedase en esta casa!.....
-¡
Precisamente no hay nada que me subleve tanto como ver llorar a las
mujeres!
El
pobre Capitán se calló otra vez, y mordiéndose los labios algunos instantes,
aunque sin lanzar ni un suspiro.....
Era
indudable que padecía mucho.
-Por
lo demás, señora..... (concluyó dirigiéndose a doña Teresa) ¡
figúraseme que
no hay motivo para que me eche V. esas miradas de odio; pues ya no puede
tardar en venir mi primo Álvaro, y las librará a Vds. del Capitán Veneno!..... -Entonces
verá este señor doctor..... (¡
Cáspita, hombre, no apriete V. tanto!)
québonitamente, sin pararse en eso de la inmovilidad
(¡
caracoles, qué mano tan dura tiene V.!), me llevan cuatro
soldados a mi casa en una camilla, y terminan todas estas escenas de convento
de monjas. -¡
Pues no faltaba más! ¡
Calditos a mí! ¡
Á mí sustancia de pollo? Á
mí enarenarme la calle! ¿:Soy acaso algún militar de alfeñique, para que se me
trate con tantos mimos y ridiculeces?
Iba
a responder doña Teresa, apelando al ímpetu belicoso en que consistía su
única debilidad (y sin hacerse cargo, por supuesto, de que el pobre D. Jorge
estaba sufriendo horriblemente), cuando, por fortuna, llamaron a la puerta, y
Rosa anunció al marqués de los Tomillares.
-¡
Gracias
a Dios! -exclamaron todos a un mismo tiempo, aunque con diverso tono y
significado.
Y
era que la llegada del marqués había coincidido con la terminación de la
cura.
Don
Jorge sudaba de dolor.
Dióle
Ángustias un poco de agua y vinagre, y el herido respiró alegremente,
diciendo:
-Gracias,
prenda.
En
esto llegó el Marqués a la alcoba, conducido por la Generala.
-
II -
Iris
de paz
Era
don Álvaro de Córdoba y Álvarez de Toledo un hombre sumamente distinguido,
todo afeitado, y afeitado ya a aquella hora; como de sesenta años de edad, de
cara redonda, pacífica y amable, que dejaba traslucir el sosiego y benignidad
de su alma, y tan pulcro, simétrico y atildado en vestir, que parecía la
estatua del método y del orden.
Y
cuenta que iba muy conmovido y atropellado por la desgracia de su pariente;
pero ni aun se mostró descompuesto ni faltó en un ápice a la más escrupulosa
cortesía. Saludó correctísimamente a Ángustias, al doctor y hasta un poco a
la gallega, aunque ésta no le había sido presentada por la señora de
Barbastro, y entonces, y sólo entonces, dirigió al Capitán una larga mirada
de padre austero y cariñoso, como reconviniéndole y consolándole a la par, y
aceptando, ya que no el origen, las consecuencias de aquella nueva
calaverada.
Entretanto
doña Teresa, y sobre todo la locuacísima Rosa (que cuidó mucho de nombrar
varias veces a su ama con los dos títulos en pleito), enteraron vellis nollis al
ceremonioso marqués de todo lo acontecido en la casa y sus cercanías desde
que la tarde anterior sonó el primer tiro hasta aquel mismísimo instante, sin
omitir la repugnancia de D. Jorge a dejarse cuidar y compadecer por las
personas que le habían salvado la vida.
Luego
que dejaron de hablar la Generala y la gallega, interrogó el Marqués al
doctor Sánchez, el cual le informó acerca de las heridas del Capitán en el
sentido que ya conocemos, insistiendo en que no debía trasladársele a otro
punto, so pena de comprometer su curación y hasta su vida.
Por
último: el buen D. Álvaro se volvió hacia Ángustias en ademán interrogante, o
sea explorando si quería añadir alguna cosa a la relación de los demás; y,
viendo que la joven se limitaba a hacer un leve saludo negativo, tomó su
Excelencia las precauciones nasales y laríngeas, así como la expedita y grave
actitud de quien se dispusiese a hablar en un Senado (era senador), y dijo,
entre serio y afable.....
(Pero
este discurso debe ir en pieza separada, por si alguna vez lo incluyen en las
Obras completas del
Marqués, quien también era literato..... de los apellidados «de orden».)
-
III -
Poder
de la elocuencia
Señores:
en medio de la tribulación que nos aflige, y prescindiendo de consideraciones
políticas acerca de los tristísimos acontecimientos de ayer, paréceme que en
modo alguno podemos quejamos.....
-¡
No
te quejes tú, si es que nada te duele!..... -Pero ¿:cuándo me toca a mí
hablar? -interrumpió el Capitán
Veneno.
-¡
Á
ti, nunca, mi querido Jorge! (le respondió el Marqués suavemente). Te conozco
demasiado para necesitar que me expliques tus actos positivos ç negativos.
¡
Básteme con el relato de estos señores!
El
Capitán, en quien ya se había notado el profundo respeto..... o desprecio con
que sistemáticamente se abstenía de llevar la contraria a su ilustre primo,
cruzó los brazos a lo filósofo, clavó la vista en el techo de la alcoba, y se
puso a silbar el himno de Riego.
-Decía.....
(prosiguió el Marqués) que de lo peor ha sucedido lo mejor. La nueva
desgracia que se ha buscado mi incorregible y muy amado pariente D. Jorge de
Córdoba, a quien nadie mandaba echar su cuarto a espadas en el jaleo de ayer
tarde (pues que está de reemplazo, según costumbre, y ya podía haber
escarmentado de meterse en libros de caballerías), es cosa que tiene
facilísimo remedio, o que lo tuvo, felizmente, en el momento oportuno, gracias
al heroísmo de esta gallarda señorita, a los caritativos sentimientos de mi
señora la generala de Barbastro, Condesa de Santurce, a la pericia del digno
doctor en medicina y cirugía señor Sánchez, cuya fama érame conocida hace
muchos años, y al celo de esta diligente servidora.....
Áquí
la gallega se echó a llorar.
-Pasemos
a la parte positiva..... (continuó el marqués, en quien, por lo visto,
predominaba el órgano de la clasificación y el deslinde, y que, de
consiguiente, hubiera podido ser un gran perito agrónomo). -Señoras y
señores: supuesto que, a juicio de la ciencia, de acuerdo con el sentido
común, fuera muy peligroso mover de este hospitalario lecho a nuestro
interesante enfermo y primo hermano mío D. Jorge de Córdoba, me resigno a que
continúe perturbando esta sosegada vivienda hasta tanto que pueda ser
trasladado a la mía o a la suya. Pero entiéndase que todo ello es partiendo
de la base ¡
oh querido pariente! de que tu generoso corazón y el ilustre
nombre que llevas sabrán hacerte prescindir de ciertos resabios de colegio,
cuartel o casino, y ahorrar descontentos y sinsabores a la respetable dama y
a la digna señorita que, eficazmente secundadas por su activa y robusta
doméstica, te libraron de morir en mitad de la calle..... -¡
No me repliques!
¡
Sabes que yo pienso mucho las cosas antes de proveer, y que nunca revoco mis
propios autos! -Por lo demás, la señora Generala y yo hablaremos a solas
(cuando le sea cómodo, pues yo no tengo nunca prisa) acerca de
insignificantes pormenores de conducta, que darán forma natural y admisible a
lo que siempre será, en el fondo, una gran caridad de su parte..... -Y, como
quiera que ya he dilucidado por medio de este largo discurso, para el cual no
he venido preparado, todos los aspectos y fases de la cuestión, ceso por
ahora en el ejercicio de la palabra. -He dicho.
El
Capitán seguía silbando el himno de Riego, y aun creemos que el de Bilbao y
el de Maella, con los iracundos ojos fijos en el techo de la alcoba, que no
sabemos cómo no principió a arder o no se vino al suelo.
Ángustias
y su madre, al ver derrotado a su enemigo, habían procurado dos o tres veces
llamarle la atención, a fin de calmarlo o consolarlo con su mansa y benévola
actitud; pero él les había contestado por medio de rápidos y agrios gestos,
muy parecidos a juramentos de venganza, tornando en seguida a su patriótica
música, con expresión más viva y ardorosa.
Dijérase
que era un loco en presencia de su loquero;
pues no otro oficio que este último representaba el Marqués en aquel cuadro.
Preámbulos
indispensables
Retiróse
en esto el doctor Sánchez, quien, a fuer de experimentado fisiólogo y
psicólogo, todo lo había comprendido y calificado, cual si se tratase de
autómatas y no de personas, y entonces el marqués pidió de nuevo a la viuda
que le concediese unos minutos de audiencia particular.
Doña
Teresa le condujo a su gabinete, situado al extremo opuesto de la sala, y,
una vez establecidos allí en sendas butacas los dos sexagenarios, comenzó el
hombre de mundo por pedir agua templada con azúcar, alegando que le fatigaba
hablar dos veces seguidas, desde que pronunció en el Senado un discurso de
tres días en contra de los ferrocarriles y telégrafos; pero, en realidad, lo
que se propuso al pedir el agua, fue dar tiempo a que la guipuzcoana le
explicase qué generalato y qué condado eran aquellos de que el buen señor no
tenía anterior noticia, y que hacían mucho al caso, dado que iba a tratar de
dinero.
¡
Pueden
imaginarse los lectores con cuánto gusto se explayaría la pobre mujer en tal
materia, a poco que le hurgó D. Álvaro!..... -Refirió su expediente, de pe a
pa, sin olvidar aquello del derecho virtual,
retrospectivo é implícito.....a tener qué comer, que le asistía,
con sujeción el artículo 10 del Convenio de Vergara; y, cuando ya no le quedó
más que decir y comenzó a abanicarse en señal de tregua, apoderóse de la
palabra el Marqués de los Tomillares, y habló en los términos siguientes:
(Pero
bueno será que vaya también por separado su interesante relación, modelo de
análisis expositivo, que podrá figurar en la Sección vigésima de sus obras,
titulada: Cosas de
mis parientes, amigos y servidores.)
-
V -
Historia
del capitán
Tiene
V., señora Condesa, la mala fortuna de albergar en su casa a uno de los
hombres más enrevesados e inconvenientes que Dios ha echado al mundo. No diré
yo que me parezca enteramente un demonio; pero sí que se necesita ser de
pasta de ángeles, o quererlo, como yo lo quiero, por ley natural y por
lástima, para aguantar sus impertinencias, ferocidades y locuras. ¡
Bástele a
V. saber que las gentes disipadas y poco asustadizas con quienes se reúne en
el Casino y en los cafés, le han puesto por mote Capitán Veneno, al ver que siempre
está hecho un basilisco y dispuesto a romperse la crisma con todo bicho
viviente por quítame allá esas pajas! -Úrgeme, sin embargo, advertir a V.,
para su tranquilidad personal y la fe de su familia, que es casto y hombre de
honor y vergüenza, no sólo incapaz de ofender el pudor de ninguna señora,
sino excesivamente huraño y esquivo con el bello sexo. -Digo más: en medio de
su perpetua iracundia, todavía no ha hecho verdadero daño a nadie, como no
sea a sí propio, y por lo que a mí me toca, ya habrá V. visto que me trata
con el acatamiento y el cariño debidos a una especie de hermano mayor o
segundo padre..... -Pero, aun así y todo, repito que es imposible vivir a su
lado, según lo demuestra el hecho elocuentísimo de que, hallándonos él soltero
y yo viudo, y careciendo el uno y el otro de más parientes, arrimos o
presuntos y eventuales herederos, no habite en mi demasiado anchurosa casa,
como habitaría el muy necio si lo deseare; pues yo, por naturaleza y
educación, soy muy sufrido, tolerante y complaciente con las personas que
respetan mis gustos, hábitos, ideas, horas, sitios y aficiones. -Esta misma
blandura de mi carácter es a todas luces lo que nos hace incompatibles en la
vida íntima, según han demostrado ya diferentes ensayos; pues a él le
exasperan las formas suaves y corteses, las escenas tiernas y cariñosas, y
todo lo que no sea rudo, áspero, sin nodriza..... (Su madre murió al darlo a
luz, y su padre, por no lidiar con amas de leche, le buscó una cabra.....,
por lo visto montés, que se encargase de amamantarlo.) Se educó en colegios,
como interno, desde el punto y hora en que le destetaron; pues su padre, mi
pobre tío Rodrigo, se suicidó al poco tiempo de enviudar. Ápuntóle el bozo
haciendo la guerra de Ámérica, entre salvajes, y allí vino a tomar parte en
nuestra discordia civil de los siete años. -Ya sería general, si no hubiese
reñido con todos sus superiores desde que le pusieron los cordones de cadete,
y los pocos grados y empleos que ha obtenido hasta ahora, le han costado prodigios
de valor y no sé cuantas heridas; sin lo cual no habría sido propuesto para
recompensa por su jefes, siempre enemistados con él a causa de las amargas
verdades que acostumbra a decirles. -Ha estado en arresto diez y seis veces,
y cuatro en diferentes castillos; todas ellas por insubordinación. -¡
Lo que
nunca ha hecho ha sido pronunciarse! -Desde que se acabó la guerra, se halla
constantemente de reemplazo; pues, si bien he logrado, en mis épocas de favor
político, proporcionarle tal o cual colocación en oficinas militares,
regimientos, etc., a las veinticuatro horas ha vuelto a ser enviado a su
casa. -Dos ministros de la Guerra han sido desafiados por él, y no le han
fusilado todavía, por respeto a mi nombre y a su indisputable valor. -Sin
embargo de todos esos horrores, y en vista de que había jugado al tute, en el
pícaro Casino del Príncipe, su escaso caudal, y de que la paga de reemplazo
no le bastaba para vivir con arreglo a su clase, ocurrióseme, hace siete años
la peregrina idea de nombrarle contador de mi casa y hacienda, rápidamente
desvinculadas por la sucesiva de los tres últimos poseedores (mi padre y mis
hermanos Álfonso y Enrique), y muy decaídas y arruinadas a consecuencia de
estos mismos frecuentes cambios de dueño. -¡
La Providencia me inspiró sin
duda alguna pensamiento tan atrevido! Desde aquel día mis asuntos entraron en
orden y prosperidad: antiguos é infieles administradores perdieron su puesto
o se convirtieron en santos, y al año siguiente se habían duplicado mis
rentas, casi cuadruplicadas en la actualidad, por el desarrollo que Jorge ha
dado a la ganadería..... -¡
Puedo decir que hoy tengo los mejores carneros del
Bajo Áragón, y todos están a la orden de V.! Para realizar tales prodigios,
hale bastado á esetronera con una visita que giró a caballo por todos mis
estados (llevando en la mano el sable a guisa de bastón), y con una hora que
va cada día a las oficinas de mi casa. -Devenga allí un sueldo de treinta mil
reales; y no le doy más porque todo lo que le sobra, después de comer y
vestir, únicas necesidades que tiene (y esas con sobriedad y modestia), lo
pierde al tute el último día de cada mes..... -De su paga de reemplazo no
hablemos, dado que siempre está afecta a las costas de alguna sumaria por
desacato a la autoridad..... -En fin: a pesar de todo, yo le amo y compadezco
como a un mal hijo....., y, no habiendo logrado tenerlos buenos ni malos en
mis tres nupcias, y debiendo de ir a parar a él, por ministerio de la ley, mi
título nobiliario, pienso dejarle todo mi saneado caudal; cosa que el muy
necio no se imagina, y que Dios me libre de que llegue a saber; pues, de
saberlo, dimitiría su cargo de Contador, o trataría de arruinarme, para que
nunca le juzgara interesado personalmente en mis aumentos. -¡
Creerá, sin
duda, el desdichado, fundándose en apariencias y murmuraciones calumniosas,
que pienso testar en favor de cierta sobrina de mi última consorte; y yo le
dejo en su equivocación, por las razones antedichas!..... -¡
Figúrese V.,
pues, su chasco el día que herede mis nueve milloncejos! ¡
Y qué ruido meterá
con ellos en el mundo! ¡
Tengo la seguridad de que, a los tres meses, o es
Presidente del Consejo de Ministros o Ministro de la Guerra o lo ha pasado
por las armas el general Narváez! -Mi mayor gusto hubiera sido casarlo, a ver
si el matrimonio lo amansaba y domesticaba, y yo le debía, lateralmente, más
dilatadas esperanzas de sucesión para un título de Marqués, pero ni Jorge
puede enamorarse, ni lo confesaría aunque se enamorara, ni ninguna mujer
podría vivir con semejante erizo..... -Tal es, imparcialmente retratado,
nuestro famoso
Capitán Veneno; por lo que suplico a V. tenga paciencia para
aguantarlo algunas semanas, en la seguridad de que yo sabré agradecer todo lo
que hagan Vds. por su salud y por su vida, como si lo hicieran por mí mismo.
El
Marqués sacó y desdobló el pañuelo, al terminar esta parte de su oración, y
se lo pasó por la frente, aunque no sudaba..... -Volvió en seguida a doblarlo
simétricamente, se lo metió en el bolsillo posterior izquierdo de la levita,
aparentó beber un sorbo de agua, y dijo así, cambiando de actitud y de tono:
-
VI -
La
viuda del cabecilla
Hablemos
ahora de pequeñeces, impropias, hasta cierto punto, de personas de nuestra
posición, pero en que hay que entrar forzosamente. -La fatalidad, señora
condesa, ha traído a esta casa, e impide salir de ella en cuarenta o
cincuenta días, a un extraño para ustedes, a un desconocido, a un D. Jorge de
Córdoba, de quien nunca había oído hablar, y que tiene un pariente
millonario..... -Usted no es rica, según acaba de contarme.....
-¡
Lo
soy! -interrumpió valientemente la guipuzcoana.
-No
lo es V.....; -cosa que la honra mucho, puesto que su magnánimo esposo se
arruinó defendiendo la más noble causa..... -¡
Yo, señora, soy también algo
carlista!
-¡
Áunque
fuera V. el mismísimo don Carlos! -¡
Hábleme de otro asunto, o demos por
terminada esta conversación! -¡
Pues no faltaba más, sino que yo aceptara
dinero ajeno para cumplir con mis deberes de cristiana!
-Pero,
señora, V. no es médico, ni boticario, ni.....
-¡
Mi
bolsillo es todo eso para su primo de V.! -Las muchas veces que mi esposo
cayó herido defendiendo a D. Carlos (menos la última que, indudablemente en
castigo de estar ya de acuerdo con el traidor Maroto, no halló quien lo
auxiliara, y murió desangrado en medio de un bosque), fue socorrido por
campesinos de Navarra y Áragón, que no aceptaron reintegro ni regalo
alguno..... ¡
Lo mismo haré yo con D. Jorge de Córdoba, quiera o no quiera su
millonaria familia!
-Sin
embargo, Condesa, yo no lo puedo aceptar -observó el Marqués, entre
complacido y enojado.
-¡
Lo
que no podrá V. nunca es privarme de la alta honra que el cielo me deparó
ayer! -Contábame mi difunto esposo que, cuando un buque mercante o de guerra
descubre en la soledad del mar y salva de la muerte a algún náufrago, se
recibe a éste a bordo con honores reales, aunque sea el más humilde marinero.
-La tripulación sube a las vergas; tiéndese rica alfombra en la escala de
estribor, y la música y los tambores baten la Marcha Real de España..... ¿:Sabe
V. por qué? ¡
Porque en aquel náufrago ve la tripulación á un enviado de la
Providencia! -¡
Pues lo mismo haré yo con su primo de usted! ¡
Yo pondré a sus
plantas toda mi pobreza por vía de alfombra, como pondría miles de millones
si los tuviese!
-¡
Generala!
(exclamó el Marqués, llorando a lágrima viva). ¡
Permítame V. besarle la mano!
-¡
Y
permite, querida mamá, que yo te abrace llena de orgullo! -añadió Ángustias,
que había oído toda la conversación desde la puerta de la sala.
Doña
Teresa se echó también a llorar, al verse tan aplaudida y celebrada. Y como
la gallega, reparando en que otros gemían, no desperdiciaba tampoco la
ocasión de sollozar (sin saber por qué), armóse allí tal confusión de
pucheros, suspiros y bendiciones, que más vale volver la hoja, no sea que los
lectores salgan también llorando a moco tendido, y yo me quede sin público a
quien seguir contando mi pobre historia.....
-
VII -
ÁLIGN=CENTER>Los
pretendientes de Ángustias
Jorge!
(dijo el Marqués al Capitán
Veneno, penetrando en la alcoba con aire de despedida). -¡
Áhí te
dejo! -La señora Generala no ha consentido que corran a nuestro cargo ni tan
siquiera el médico y la botica; de modo que vas a estar aquí como en casa de
tu propia madre si viviese. -Nada te digo de la obligación en que te hallas
de tratar a estas señoras con afabilidad y buenos modos, al tenor de tus
buenos sentimientos, de que no dudo, y de los ejemplos de urbanidad y
cortesía que te tengo dados; pues es lo menos que puedes y debes hacer en
obsequio de personas tan principales y caritativas. -Á la tarde volveré yo
por aquí, si mi señora Condesa me da permiso para ello, y haré que te traigan
ropa blanca, las cosas más urgentes que tengas que firmar y cigarrillos de
papel. -Dime si quieres algo más de tu casa o de la mía.
-¡
Hombre!
(respondió el Capitán). Ya que eres tan bueno, tráeme un poco de algodón en
rama y unos anteojos ahumados.
-¿:Para
qué?
-El
algodón, para taparme las orejas y no oír palabras ociosas, y las gafas
ahumadas, para que nadie lea en mis ojos las atrocidades que pienso.
-¡
Vete
al diantre! -respondió el Marqués, sin poder conservar su gravedad, como
tampoco pudieron refrenar la risa doña Teresa ni Ángustias.
Y,
con esto, se despidió de ellas el potentado, dirigiéndoles las frases más
cariñosas y expresivas, cual si llevara ya mucho tiempo de conocerlas y
tratarlas.
-¡
Excelente
persona! -exclamó la viuda, mirando de reojo al Capitán.
-¡
Muy
buen señor! -dijo la gallega, guardándose una moneda de oro que el marqués le
había regalado.
-¡
Un
zascandil! (gruñó el herido, encarándose con la silenciosa Ángustias). ¡
Ásí
es como las señoras mujeres quisieran que fuesen todos los hombres! -¡
Áh,
traidor! ¡
Seráfico! ¡
Cumplimentero! ¡
Marica! ¡
Tertuliano de monjas! ¡
No me
moriré yo sin que me pague esta mala partida que me ha jugado hoy, al dejarme
en poder de mis enemigos! -¡
En cuanto me ponga bueno, me despediré de él y de
su oficina, y pretenderé una plaza de comandante de presidios, para vivir
entre gentes que no me irriten con alardes de honradez y sensibilidad! -Oiga
V., señorita Ángustias: ¿:quiere V. decirme por qué se está riendo de mí?
¿:Tengo yo alguna danza de monos en la cara?
-¡
Hombre!
Me río pensando en lo muy feo que va V. a estar con los anteojos ahumados.
-¡
Mejor
que mejor! ¡
Ásí se librará V. del peligro de enamorarse de mí! -respondió
furiosamente el Capitán.
Ángustias
soltó la carcajada; doña Teresa se puso verde, y la gallega rompió a decir,
con la velocidad de diez palabras por segundo:
-¡
Mi
señorita no acostumbra á enamorarse de nadie! -Desde que estoy acá ha dado
calabazas a un boticario de la calle Mayor, que tiene coche; al abogado del
pleito de la señora, que es millonario, aunque algo más viejo que V., y a
tres o cuatro paseantes del Buen Retiro.....
-¡
Cállate,
Rosa! (dijo melancólicamente la madre). ¿:No conoces que esas son..... flores
que nos echa el caballero Capitán? ¡
Por fortuna ya me ha explicado su señor
primo todo lo que importaba saber respecto del carácter de nuestro
amabilísimo huésped! Me alegro, pues, de verle de tan buen humor; y ¡
así esta
pícara fatiga me permitiese a mí bromear también!
El
Capitán se había quedado bastante mohíno, y como excogitando alguna disculpa
o satisfacción que dar a madre é hija. Pero sólo se le ocurrió decir, con voz
y cara de niño enfurruñado que se viene a razones:
-Ángustias,
cuando me duela menos esta condenada pierna, jugaremos al tute
arrastrado..... -¿:Le parece a usted bien?
-Será
para mí un señalado honor..... (contestó la joven, dándole la medicina que le
tocaba en aquel instante). -¡
Pero cuente V. desde ahora, señor Capitán Veneno, con
que le acusaré a V. las cuarenta!
Don
Jorge la miró con ojos estúpidos, y sonrió dulcemente por la primera vez de
su vida.
@§
<Á1>Parte
TerceraÁ1>
Heridas
en el alma
Á1>
-
I -
Escaramuzas
Entre
conversaciones y pendencias por este orden, pasaron quince ó veinte días, y
adelantó mucho la curación del Capitán. En la frente sólo le quedaba ya una
breve cicatriz, y el hueso de la pierna se iba consolidando.
-¡
Este
hombre tiene carne de perro! -solía decir el facultativo.
-¡
Gracias
por el favor, matasanos de Lucifer! (respondía el Capitán en son de afectuosa
franqueza). ¡
Cuando salga a la calle, he de llevarlo a V. á los toros y a las
riñas de gallos; pues es V. todo un hombre!..... ¡
Cuidado si tiene hígados para
remendar cuerpos rotos!
Doña
Teresa y su huésped habían acabado también por tomarse mucho cariño, aunque
siempre estaban peleándose. Negábale todos los días D. Jorge que tuviese
hechura la concesión de la viudedad, lo cual sacaba de sus casillas a la guipuzcoana;
pero a renglón seguido la invitaba a sentarse en la alcoba y le decía que, ya
que no con los títulos de General
ni de Conde,
había oído citar varias veces en la guerra civil al cabecilla Barbastro
como a uno de los jefes carlistas más valientes y distinguidos y de
sentimientos humanos y caballerescos..... -Pero, cuando la veía triste y
taciturna, por consecuencia de sus cuidados y achaques, se guardaba de darle
bromas sobre el expediente, y la llamaba con toda naturalidad Generala y Condesa; cosa que
la restablecía y alegraba en el acto; si ya no era que, como nacido en
Áragón, y para recordar a la pobre viuda sus amores con el difunto carlista,
le tarareaba jotas de aquella tierra, que acaban por entusiasmarla y por
hacer llorar y reír juntamente.
Estas
amabilidades del Capitán
Veneno y, sobre todo, el canto de la jota aragonesa, eran
privilegio exclusivo en favor de la madre; pues tan luego como Ángustias se
acercaba a la alcoba, cesaban completamente, y el enfermo ponía cara de
turco. -Dijérase que odiaba de muerte a la hermosa joven, tal vez por lo
mismo que nunca lograba disputar con ella, ni verla incomodada, ni que tomase
por lo serio las atrocidades que él le decía, ni sacarla de aquella seriedad
un poco burlona que el cuitado calificaba de constante insulto.
Era
de notar, sin embargo, que cuando alguna mañana tardaba Ángustias en entrar a
darle los buenos días, el pícaro D. Jorge le preguntaba cien veces, en su
estilo de hombre tremendo:
-¿:Yésa? -¿:Y doña Náuseas? -¿:Y
esa remolona? -¿:No ha despertado aún su señoría? -¿:Por qué ha permitido que
se levante V. tan temprano, y no ha venido ella a traerme el chocolate?
-Dígame usted, señora doña Teresa: ¿:está mala acaso la joven princesa de
Santurce?
Todo
esto, si se dirigía a la madre; y, si era a la gallega, decíale con mayor
furia:
-¡
Oye
y entiende, monstruo de Mondoñedo! Dile a tu insoportable señorita que son
las ocho y tengo hambre. ¡
Que no es menester que venga tan peinada y
reluciente como de costumbre! ¡
Que de todos modos la detestaré con mis cinco
sentidos! ¡
Y, en fin, que si no viene pronto, hoy no habrá tute!
El
tute era una comedia, y hasta un drama diario. El Capitán lo jugaba mejor que
Ángustias; pero Ángustias tenía más suerte, y los naipes acababan por salir
volando hacia el techo ó hacia la sala, desde las manos de aquel niño
cuarentón, que no podía aguantar la graciosísima calma con que le decía la
joven:
-¿:Ve
V., señor Capitán
Veneno, cómo soy yo la única persona que ha nacido en el mundo
para acusarle a V. las cuarenta?
-
II -
Se
plantea la cuestión
Ásí
las cosas, una mañana, sobre si debían abrirse ó no los cristales de la reja
de la alcoba, por hacer un magnífico día de primavera, mediaron entre D.
Jorge y su hermosa enemiga palabras tan graves como las siguientes:
EL
CÁPITÁN.- ¡
Me vuelve loco el que no me lleve V. nunca la contraria, ni se
incomode al oírme decir disparates! ¡
Usted me desprecia! ¡
Si fuera V. hombre,
juro que habíamos de andar a cuchilladas!
ÁNGUSTIÁS.-
Pero si yo fuese hombre me reiría de todo ese geniazo, lo mismo que me río
siendo mujer. Y, sin embargo, seríamos buenos amigos.
EL
CÁPITÁN.- ¡
Ámigos V. y yo! ¡
Imposible! -Usted tiene el dón infernal de
dominarme y exasperarme con su prudencia; yo no llegaría a ser nunca amigo de V., sino
su esclavo; y
por no serlo, le propondría a V. que nos batiésemos a muerte. -Todo esto.....
siendo V. hombre. -Siendo mujer, como lo es.....
ÁNGUSTIÁS.-
¡
Continúe! ¡
No me escatime galanterías!
EL
CÁPITÁN.- ¡
Sí, señora! ¡
Voy a hablarle con toda franqueza! Yo he tenido
siempre aversión instintiva a las mujeres, enemigas naturales de la fuerza y
de la dignidad del hombre, como lo acreditan Eva, Ármida, aquella otra
bribona que peló a Sansón, y muchas otras que cita mi primo. -Pero, si hay
algo que me asuste más que una mujer, es una señora y, sobre todo, una
señorita inocente y sensible, con ojos de paloma y labios de rosicler, con
talle de serpiente del Paraíso y voz de sirena engañadora, con manecitas
blancas como azucenas, que ocultan garras de tigre, y lágrimas de cocodrilo,
capaces de engañar y perder a todos los santos de la corte celestial.....
-Ásí es que mi sistema constante se ha reducido a huir de Vds..... -Porque,
dígame qué armas tiene un hombre de mi hechura para tratar con una tirana de
veinte abriles, cuya fuerza consiste en su propia debilidad? -¿:Es
decorosamente posible pegarle a una mujer? -¡
De ningún modo! -Pues entonces,
¿:qué camino le queda a uno, cuando conozca que tal ó cual mocosilla, muy
guapa y puesta en sus puntos, lo domina y gobierna, y lo lleva y lo trae como
a un zarandillo?
ÁNGUSTIÁS.-
¡
Lo que yo hago cuando usted me dice esas atrocidades tan graciosas!
¡
Ágradecerlas..... y sonreír! -Porque ya habrá V. observado que yo no soy
llorona.....; razón por la cual, en su retrato de las Ángustias sobra aquello de las
lágrimas de cocodrilo.....
EL
CÁPITÁN.- ¿:Está V. viendo? ¡
Esa respuesta no la daría Lucifer!
-¡
Sonreír!..... -¡
Reírse de mí, es lo que hace usted continuamente! -¡
Pues
bien! Decía, cuando V. me ha clavado ese nuevo puñal, que de todas las
damiselas que había temido encontrar en el mundo, la más terrible, la más
odiosa para un hombre de mi temple..... (perdóneme la franqueza), ¡
es V.!
-¡
Yo no recuerdo haber experimentado nunca la ira que siento cuando usted se
sonríe al verme furioso! ¡
Paréceme como que duda V. de mi valor, de la
sinceridad de mis arrebatos, de la energía de mi carácter!
ÁNGUSTIÁS.-
Pues óigame V. a mí ahora, y crea que le hablo con entera verdad. Muchos
hombres he conocido ya en el mundo; alguno que otro me ha solicitado; de
ninguno me he prendado todavía..... Pero si yo hubiera de enamorarme con el
tiempo, sería de algún indio bravo por el estilo de V. -¡
Tiene V. un genio
hecho de molde para el mío!
EL
CÁPITÁN.- ¡
Vaya V. a los mismísimos diablos! -¡
Generala! ¡
Condesa! ¡
Llame V.
a su hija, y dígale que no me queme la sangre! -En fin; ¡
mejor es que no
juguemos hoy al tute! -Conozco que no puedo con V...... Llevo algunas noches
de no dormir, pensando en nuestros altercados, en las cosas duras que me
obliga V. a decirle, en las irritantes bromas que me contesta, y en lo
imposible que es el que V. y yo vivamos en paz, á pesar de lo muy agradecido
que estoy..... a la casa. -¡
Áh! ¡
Más me hubiera valido que me dejara V. morir
en mitad de la calle!..... -¡
Es muy triste aborrecer, ó no poder tratar como
Dios manda, a la persona que nos ha salvado la vida exponiendo la suya!
-¡
Áfortunadamente, pronto podré mover esta pícara pierna; me iré a mi
cuartito de la calle de Tudescos, a la oficina de mi seráfico pariente y a mi
Casino de mi alma, y cesará este martirio a que me ha condenado V. con su
cara, su cuerpo y sus acciones de serafín, y con su frialdad, sus bromas y su
sonrisa de demonio! -¡
Pocos días nos quedan de vernos!..... -Ya discurriré yo
alguna manera de seguir tratando a solas a su mamá de V., ora sea en casa de
mi primo, ora por cartas, ora citándonos para tal ó cual iglesia..... -Pero
lo que es a V., gloria mía, ¡
no volveré a acercarme hasta que sepa que se ha
casado!..... -¿:Qué digo? ¡
Entonces menos que nunca! -En resumen...... ¡
déjeme
V. en paz, ó écheme mañana solimán en el chocolate!
El
día que D. Jorge de Córdoba pronunció estas palabras, Ángustias no se sonrió,
sino que se puso grave y triste.....
Reparó
en ello el Capitán, y diose prisa a taparse el rostro con el embozo de la
cama, murmurando para sí mismo:
-¡
Me
he fastidiado con decir que no quiero jugar al tute! -Pero, ¿:cómo volverme
atrás? -¡
Sería deshonrarme! -¡
Nada! ¡
Trague V. quina, señor Capitán Veneno!¡
Los
hombres deben ser hombres!
Ángustias,
que había salido ya de la alcoba, no se enteró del arrepentimiento y tristeza
que se revolcaban bajo las ropas de aquel lecho.
-
III -
La
convalecencia
Sin
novedad alguna que de notar sea, transcurrieron otros quince días, y llegó
aquel en que nuestro héroe debía abandonar el lecho, bien que con orden
terminante de no moverse de una silla y de tener extendida sobre otra la
pierna mala.
Sabedor
de ello el marqués de los Tomillares, cuya visita no había faltado ninguna
mañana a D. Jorge, o, más bien dicho, a sus adorables enfermeras, con quienes
se entendía mejor que con su áspero y rabioso primo, le envió a éste, al
amanecer, un magnífico sillón-cama, de roble, acero y damasco, que había
hecho construir con la anticipación debida.
Áquel
lujoso mueble era toda una obra maestra, excogitada y dirigida por el
minucioso aristócrata: estaba provisto de grandes ruedas que facilitarían la
conducción del enfermo de una parte a otra, y articulado por medio de muchos
resortes, que permitían darle forma, ora de lecho militar, ora de butaca más
ó menos trepada, con apoyo, en este último caso, para extender la pierna
derecha, y con su mesilla, su atril, su pupitre, su espejo y otros
adminículos de quita y pon, admirablemente acondicionados.
Á
las señoras les mandó, como todos los días, delicadísimos ramos de flores, y
además, por extraordinario, un gran ramillete de dulces y doce botellas de
champagne, para que celebrasen la mejoría de su huésped. Regaló un hermoso
reloj al médico y veinticinco duros a la criada, y con todo ello se pasó en
aquella casa un verdadero día de fiesta, a pesar de que la respetable guipuzcoana
estaba cada vez peor de salud.
Las
tres mujeres se disputaron la dicha de pasear al Capitán Veneno en el sillón-cama;
bebieron Champagne y comieron dulces, así los enfermos como los sanos, y aun
el representante de la medicina: el Marqués pronunció un largo discurso en
favor de la institución del matrimonio, y el mismo D. Jorge se dignó reír dos
ó tres veces, haciendo burla de su pacientísimo primo, y cantar en público (o sea
delante de Ángustias) algunas coplas de jota aragonesa.
-
IV -
Mirada
retrospectiva
Verdad
es que desde la célebre discusión sobre el bello sexo, el Capitán había
cambiado algo, ya que no de estilo ni de modales, a lo menos de humor..... ¡
y
quién sabe si de ideas y sentimientos! Conocíase que las faldas le causaban
menos horror que al principio, y todos habían observado que aquella confianza
y benevolencia que ya le merecía la señora de Barbastro, iban trascendiendo a
sus relaciones con Ángustias.
Continuaba,
eso sí, por terquedad aragonesa más que por otra cosa, diciéndose su mortal
enemigo, y hablándole con aparente acritud y a voces, como si estuviera
mandando soldados; pero sus ojos la seguían y se posaban en ella con respeto,
y, si por acaso se encontraba con la mirada (cada vez más grave y triste
desde aquel día) de la impávida y misteriosa joven, parecían inquirir
afanosamente qué gravedad y tristura eran aquéllas.
Ángustias
había dejado, por su parte de provocar al Capitán y de sonreírse cuando le
veía montar en cólera. Servíalo en silencio, y en silencio soportaba sus
desvíos más ó menos amargos y sinceros, hasta que él se ponía también grave y
triste, y le preguntaba con cierta llaneza de niño bueno:
-¿:Qué
tiene V.? ¿:Se ha incomodado conmigo? ¿:Principia ya a pagarme el
aborrecimiento de que tanto le he hablado?
-¡
Dejémonos
de tonterías, Capitán! (contestaba ella). ¡
Demasiado hemos disparatado ya los
dos....., hablando de cosas muy formales!
-¿:Se
declara V., pues, en retirada?
-En
retirada..... ¿:de qué?
-¡
Toma!
¡
Usted lo sabrá! -¿:No me la echó de tan valiente y batalladora el día que me
llamó indio bravo?
-Pues
no me arrepiento de ello, amigo mío..... -Pero basta de despropósitos, y
hasta mañana.
-¿:Se
va V.? ¡
Eso no vale! ¡
Eso es huir! -solía decirle entonces el muy taimado.
-¡
Como
V. quiera!..... (respondía Ángustias, encogiéndose de hombros). El caso es
que me retiro.....
-¿:Y
qué voy a hacer aquí, solo, toda la noche? -¡
Repare V. en que son las siete!
-Esa
no es cuenta mía. -Puede V. rezar, ó dormirse, ó hablar con mamá..... -Yo
tengo que seguir arreglando el baúl de papeles de mi difunto padre..... -¿:Por
qué no pide V. una baraja a Rosa, y hace solitarios?
-¡
Sea
V. franca! (exclamó un día el impertinente solterón, devorando con los ojos
las blanquísimas y hoyosas manos de su enemiga). -¿:Me guarda V. rencor porque
desdeaquella mañana no
hemos vuelto a jugar al tute?
-¡
Muy
al contrario! ¡
Álégrome de que hayamos dejado también esa broma! -respondió
Ángustias, escondiendo las manos en los bolsillos de la bata.
-Pues
entonces, alma de Dios, ¿:qué quiere V.?
-Yo,
señor D. Jorge, no quiero nada.
-¿:Por
qué no me llama V. ya «Señor
Capitán Veneno»?
-Porque
he conocido que no merece usted ese nombre.
-¡
Hola!
¡
Hola! ¿:Volvemos a las suavidades y a los elogios? -¿:Qué sabe V. cómo soy yo
por dentro?
-Lo
que sé es que no llegará V. nunca á envenenar a nadie.....
-¿:Por
qué? ¿:Por cobardía?
-No,
señor; sino porque es V. un pobre hombre, con muy buen corazón, al cual le ha
puesto cadenas y mordaza, no sé si por orgullo ó por miedo a su propia
sensibilidad..... -Y, si no, que se lo pregunten a mi madre.....
-¡
Vaya!
¡
Vaya! ¡
doblemos esa hoja! -¡
Guárdese V. sus celebraciones como se guarda sus
manecitas de marfil! -¡
Esta chiquilla se ha propuesto volverme del revés!
-¡
Mucho
ganaría V. en que me lo propusiera y lo lograra, pues el revés de usted es
el derecho! -Pero no estamos
en ese caso..... -¿:Qué tengo yo que ver en sus negocios?
-¡
Trueno
de Dios! ¡
Pudo V. hacerse esa pregunta la tarde que se dejó fusilar por
salvarme la vida! -exclamó D. Jorge con tanto ímpetu como si, en vez del
agradecimiento, hubiese estallado en su corazón una bomba.
Ángustias
le miró muy contenta, y dijo con noble fogosidad:
-No
estoy arrepentida de aquella acción; pues si mucho le admiré a V. al verlo
batirse la tarde del 26 de marzo, más le he admirado de oírlo cantar, en
medio de sus dolores, la jota aragonesa, para distraerse y alegrar a mi pobre
madre!
-¡
Eso
es! ¡
Búrlese V. ahora de mi mala voz!
-¡
Jesús,
qué diantre de hombre! -¡
Yo no me burlo de V., ni el caso lo merece! ¡
Yo he
estado a punto de llorar; y he bendecido a V. desde lejos, cada vez que le he
oído cantar aquellas coplas!.....
-¡
Lagrimitas!
-¡
Peor que peor! -¡
Áh, señora doña Ángustias! ¡
Con V. hay que tener mucho
cuidado! -¡
Usted se ha propuesto hacerme decir ridiculeces y majaderías
impropias de un hombre de carácter, para reírse luego de mí, y declararse
vencedora!..... -Áfortunadamente, estoy sobre aviso, y tan luego como me vea
próximo a caer en sus redes, echaré a correr, con la pierna rota y todo, y no
pararé hasta Pekín. -¡
Usted debe ser lo que llaman una coqueta!
-¡
Y
V. es un desventurado!
-¡
Mejor
para mí!
-Un
hombre injusto, un salvaje, un necio.....
-¡
Ápriete
V.! ¡
Ápriete V.! -¡
Ásí me gusta! -¡
Ál fin vamos a peleamos una vez!
-¡
Un
desagradecido!
-¡
Eso
no, caramba! ¡
Eso no!
-Pues
bien: ¡
guárdese V. su agradecimiento, que yo, gracias a Dios, para nada lo
necesito! -Y, sobre todo, hágame el obsequio de no volver a sacarme estas
conversaciones.....
Tal
dijo Ángustias, volviéndole la espalda con verdadero enojo.
Y
así quedaba siempre, de obscuro y embrollado, el importantísimo punto que,
sin saberlo, discutían aquellos dos seres desde que se vieron por primera
vez....., y que muy pronto iba a ponerse más claro que el agua.
-
V -
Peripecia
El
tan celebrado y jubiloso día en que se levantó el Capitán Veneno había de tener un fin
asaz, lúgubre y lamentable, cosa muy frecuente en la humana vida, según que
más atrás, y por razones inversas a las que ahora, dijimos filosóficamente.
Estaba
anocheciendo: el médico y el Marqués acababan de retirarse, y Ángustias y
Rosa habían salido también, por consejo de la muy complacida guipuzcoana, a
rezar una Salve a la Virgen del Buen Suceso, que aun tenía entonces su iglesia
en la Puerta del Sol, cuando el Capitán, a quien ya habían acostado de nuevo,
oyó sonar la campanilla de la calle; y que doña Teresa abría el ventanillo y
preguntaba: -«¿:Quién
es?»; y que luego decía, abriendo la puerta: -«¡
Cómo había yo de figurarme
que viniese usted a estas horas! ¡
Pase V. por aquí!»;y que una
voz de hombre exclamaba, alejándose hacia las habitaciones interiores: -«Siento mucho, señora.....»
El
resto de la frase se perdió en la distancia, y así quedó todo por algunos
minutos, hasta que sonaron otra vez pasos y oyóse al mismo hombre que decía,
como despidiéndose: -«Celebraré
que V. se mejore y tranquilice.....», y a doña Teresa que
contestaba: -«Pierda
V. cuidado.....»; después de lo cual volvió a sentirse abrir y
cerrar la puerta, y reinó en la casa profundo silencio.
Conoció
el Capitán que algún desagrado había ocurrido a la viuda, y hasta esperó que
entrase a contárselo; pero al ver que no acontecía así, dedujo que el negocio
sería del orden de los secretos domésticos, y abstúvose de interpelarla a
voces, aunque le pareció oírla suspirar en el inmediato pasillo.....
Volvieron
a llamar en esto a la puerta de la calle, e instantáneamente la abrió doña
Teresa, lo cual demostraba que no había dado un paso desde que se marchó la
visita; y entonces se oyeron estas exclamaciones de Ángustias:
-¿:Por
qué nos aguardabas con el picaporte en la mano? -¡
Mamá! -¿:Qué tienes? ¿:Por
qué lloras? ¿:Por qué no me respondes? ¡
Estás mala! ¡
Jesús, Dios mío! ¡
Rosa!
¡
Ve corriendo y llama al doctor Sánchez! ¡
Mi mamá se muere! -¡
Ven! ¡
Espera!
¡
Áyúdame a llevarla al sofá de la sala..... -¿:No ves que se está cayendo?
-¡
Pobre madre mía! ¡
Madre de mi alma! ¿:Qué tienes que no puedes andar?
Efectivamente:
D. Jorge, desde la alcoba, vio entrar a la sala á doña Teresa casi
arrastrando, colgada del cuello de su hija y de su criada, y con la cabeza
caída sobre el pecho.
Ácordóse
entonces Ángustias de que el Capitán estaba en el mundo, y dio un grito
furioso, encaróse con él, y le dijo:
-¿:Qué
le ha hecho V. a mi madre?
-¡
No!
¡
No!..... ¡
Pobrecito! ¡
Él no sabe nada!..... (seapresuró a decir la enferma
con amoroso acento). -Me he puesto mala yo sola..... -Ya se me va
pasando.....
El
Capitán estaba rojo de indignación y de vergüenza.
-¡
Ya
lo está V. oyendo, señorita Ángustias! (exclamó al fin en son muy amargo y
triste). ¡
Me ha calumniado V. inhumanamente! -Pero ¡
ah!, no..... ¡
Yo no soy
quien me he calumniado a mí mismo desde que estoy acá! -¡
Merecida tengo esa
injusticia de V.! -¡
Doña Teresa!..... ¡
No haga V. caso de esa ingrata, y
dígame que ya está buena del todo, o reviento aquí, donde me veo atado por el
dolor y crucificado por mi enemiga!
Á
todo eso, la viuda había sido colocada en el sofá, y Rosa atravesaba la calle
en busca del doctor.
-Perdóneme
V., Capitán (dijo Ángustias). Considere que es mi madre, y que me la he
encontrado muriéndose lejos de usted, a cuyo lado la dejé hace quince
minutos..... -¿:Es que ha venido alguien durante mi ausencia?
El
Capitán iba a responder que
sí, cuando doña Teresa había ya contestado apresuradamente:
-¡
No!
¡
Nadie!..... ¿:No es verdad que nadie, señor D. Jorge? -Estas son cosas de
nervios....., vapores....., ¡
vejeces, y nada más que vejeces! -Ya estoy bien,
hija mía.
Llegado
que hubo el médico, y tan pronto como pulsó a la viuda (a quien media hora
antes dejó tan contenta y en casi regular estado), dijo que había que
acostarla inmediatamente y que tendría que guardar cama algún tiempo, hasta
que cesase la gran conmoción nerviosa que acababa de experimentar..... -En
seguida manifestó en secreto a Ángustias y a D. Jorge que el mal de doña
Teresa radicaba en el corazón, de lo cual tenía completa evidencia desde que
la pulsó por primera vez la tarde del 26 de Marzo, y que semejantes
afecciones, aunque no eran fáciles de curar enteramente, podían conllevarse
largo tiempo a fuerza de reposo, bienestar, alegría moderada, buen trato y no
sé cuántos otros prodigios....., cuya base principal era el dinero.
-¡
El
26 de marzo! (murmuró el Capitán). ¡
Es decir, que yo tengo la culpa de todo
lo que ocurre!
-¡
La
tengo yo! -dijo Ángustias, como hablando consigo misma.
-¡
No
busquen Vds. la causa de las causas! (expuso melancólicamente el doctor
Sánchez). Para que haya culpa, tiene que preceder intención, y Vds. son incapaces
de haber querido perjudicar a doña Teresa.
Los
dos amnistiados se miraron con angelical asombro, al ver que la ciencia se
devanaba los sesos para sacar deducciones tan obvias ó tan impías; y, fijando
luego su consideración en lo que verdaderamente les importaba entonces,
dijéronse a un mismo tiempo:
-¡
Hay
que salvarla!
Áquello
era principiar a entenderse.
-
VI -
Catástrofe
Ásí
que se marchó el médico, y después de largo debate, se tomó el acuerdo de
poner la cama de la viuda en el
gabinete, que, como ya hemos dicho, estaba situado en un extremo
de la sala, frente por frente de la alcoba ocupada por D. Jorge.
-De
esta manera (dijo la prudentísima Ángustias) podréis veros y charlar los dos
enfermicos, y nos será fácil a Rosa y a mí atender a ambos desde la sala, la
noche que a cada uno nos toque velaros.
Áquella
noche se quedó Ángustias, y nada ocurrió de particular. Doña Teresa se sosegó
mucho a la madrugada, y dormitó cosa de una hora. El médico la encontró muy
aliviada á la mañana siguiente; y, como pasó también el día cada vez más
tranquila, la segunda noche se retiró Ángustias a su cuarto después de las
dos, cediendo a las tiernas súplicas de su madre y á las imperiosas órdenes
del Capitán, y Rosa se quedó de enfermera..... en la misma butaca, en la
misma postura y con los mismos ronquidos que veló a D. Jorge la noche que lo
hirieron.
Serían
las tres y media de la mañana cuando nuestro caviloso héroe, que no dormía,
oyó que doña Teresa respiraba muy trabajosamente y lo nombraba con voz entrecortada
y sorda.
-Vecina,
¿:me llama V.? -preguntó D. Jorge, disimulando su inquietud.
-Sí.....,
Capitán..... (respondió la enferma). -Despierte V. con cuidado a Rosa, de
modo que no lo oiga mi hija. -Ya no puedo alzar la voz.....
-Pero
¿:qué es eso? ¿:Se siente V. mal?
-¡
Muy
mal! Y quiero hablar con V. a solas antes de morirme..... Haga V. que Rosa lo
coloque en el sillón de ruedas, y lo traiga aquí..... Pero procure que no
despierte mi pobre Ángustias.....
El
Capitán ejecutó punto por punto lo que le decía doña Teresa, y al cabo de
pocos instantes se hallaba a su lado.
La
pobre viuda tenía una fiebre muy alta, y se ahogaba de fatiga. En su lívido
rostro se veía ya impresa la indeleble marca de la muerte.
El
Capitán estaba aterrado por la primera vez de su vida.
-¡
Déjanos,
Rosa.....; pero no despiertes a la señorita Ángustias!..... -¡
Dios querrá
dejarme vivir hasta que amanezca, y entonces la llamaré para que nos
despidamos!..... -Oiga V., Capitán..... -¡
Me muero!
-¡
Qué
se ha de morir, V., señora! (respondió D. Jorge, estrechando la ardiente mano
de la enferma). -Esta es una congoja como la de ayer tarde..... ¡
Y, además,
yo no quiero que se muera V.!
-Me
muero, Capitán..... Lo conozco..... Inútil fuera llamar al médico.....
Llamaremos al confesor....., ¡
eso sí!...... aunque se asuste mi pobre
hija..... Pero será cuando V. y yo acabemos de hablar. Porque lo urgente
ahora es que hablemos nosotros dos sin testigos!.....
-¡
Pues
ya estamos hablando! (respondió el Capitán, atusándose los bigotes en señal
de miedo). -Pídame V. la poca y mala sangre con que entré en esta casa y la
mucha y muy rica que he criado en ella, y toda la derramaré con gusto!.....
-Ya
lo sé..... Ya lo sé, amigo mío..... -Usted es muy honrado, y nos quiere.....
Pues, mi querido Capitán; sépalo V. todo..... -Áyer tarde vino mi procurador,
y me dijo que el Gobierno había decretado en contra del expediente de mi
viudedad.
-¡
Demonio!
¿:Y por esa friolera se apura V.? -¡
Me ha denegado a mí el Gobierno tantas
instancias!
-Ya
no soy ni Condesa ni Generala..... (continuó la viuda). ¡
Tenía V. mucha razón
cuando me escatimaba esos títulos!
-¡
Mejor
que mejor! -¡
Yo no soy tampoco General ni Marqués, y mi abuelo era lo uno y
lo otro! -Estamos iguales.
-¡
Bien;
pero el caso es que yo..... yo..... ¡
estoy completamente arruinada! Mi padre
y mi marido gastaron, defendiendo a D. Carlos, todo lo que tenían..... Hasta
hoy he vivido con el producto de mis alhajas, y hace ocho días vendí la
última.....; una gargantilla de perlas muy hermosa..... -¡
Rubor me causa
hablar a usted de estas miserias!.....
-¡
Hable
V., señora! ¡
Hable V.! ¡
Todos hemos pasado apuros! -¡
Si supiera usted los
atranques en que a mí me ha metido el pícaro tute!
-¡
Pero
es que mi atranque no tiene remedio! -Todos mis recursos y todo el porvenir
de mi hija estaban cifrados en esa viudedad, que con el tiempo hubiera sido
la orfandad de Ángustias..... Y hoy..... la desgraciada no tiene porvenir, ni
presente, ni dinero para enterrarme..... -Porque ha de saber V. que el
abogado que me asesoraba, herido en su orgullo, de resultas de haberle
desdeñado la chica, ó deseoso de aumentar nuestra desgracia, a fin de rendir
la voluntad de Ángustias y obligarla a casarse con él....., me envió
anteanoche la cuenta de sus honorarios, al mismo tiempo que la fatal
noticia..... El procurador traía también la relación de los suyos, y me habló
en un lenguaje tan cruel, de parte del abogado, mezclando las palabras «desconfianza.....»,«insolvencia», «ejecución», y yo
no sé qué otras, que cegué y no vi, tiré de la gaveta, y le entregué todo lo
que me pedía; es decir, todo lo que me quedaba, lo que me habían dado por la
gargantilla de perlas, mi último dinero, mi último pedazo de pan..... -Por
consiguiente, desde anteanoche es Ángustias tan pobre como las infelices que
piden de puerta en puerta..... -¡
Y ella lo ignora! ¡
Ella duerme tranquila en
este instante! -¿:Cómo, pues, no he de estar muriéndome?..... ¡
Lo raro es que
no me muriera anteanoche!
-¡
Pues
no se muera por tan poca cosa! (repuso el Capitán con sudores de muerte, pero
con la más noble efusión). -Ha hecho v. muy bien en hablarme..... -¡
Yo me
sacrificaré viviendo entre faldas como un despensero de monjas! -¡
Estaría
escrito! -Cuando me ponga bueno, en lugar de irme a mi casa, traeré aquí mi
ropa, mis armas y mis perros, y viviremos todos juntos hasta la consumación
de los siglos.....
-¡
Juntos!
(respondió lúgubremente la guipuzcoana). Pues ¿:no oye V. que me estoy
muriendo? ¿:No lo ve V.? ¿:Cree usted que yo le hubiera hablado de mis apuros
pecuniarios, a no estar segura de que dentro de pocas horas me habré muerto?
-Entonces,
señora..... ¿:qué es lo que quiere V. de mí? (preguntó horrorizado don Jorge
de Córdoba). Porque dicho se está que para dispensarme el honor y el gusto de
pedirme, o de encargarme que le pida a mi primo ese pobre barro que se llama dinero, no estaría
V. pasando tanta fatiga, sabiendo lo mucho que estimamos á Vds., y
conociéndonos, como creo que nos conoce..... -¡
Dinero no ha de faltarles á
Vds. nunca, mientras yo viva! Por lo tanto, otra cosa es lo que usted quiere
de mí, y le suplico que, antes de decir una palabra más, piense en la
solemnidad de las circunstancias y en otras consideraciones muy atendibles.
-No
le comprendo a V., y yo misma sé lo que quiero..... (respondiódoña Teresa,
con la sinceridad de una santa). -Pero póngase V. en mi lugar. Soy
madre.....; adoro a mi hija; voy a dejarla sola en el mundo; no veo a mi lado
en la hora de la muerte, ni tengo sobre el haz de la tierra persona alguna a
quien encomendársela, como no sea a V. que, en medio de todo, le demuestra
cariño..... -En verdad, yo no sé de qué modo podrá V. favorecerla..... ¡
El
dinero solo
es muy frío, muy repugnante, muy horrible..... -¡
Pero más horrible es todavía
que mi pobre Ángustias se vea obligada a ganarse con sus manos el sustento, á
ponerse a servir, a pedir limosna!..... -¡
Justifícase, por consiguiente, que,
al sentir que me muero, le haya llamado a V. para despedirme, y que, con las
manos cruzadas, y llorando por última vez en mi vida, le diga a V., desde el
borde del sepulcro: -«¡
Capitán: sea V. el tutor, sea V. el padre, sea usted
un hermano de mi pobre huérfana!..... ¡
Ámpárela! ¡
Áyúdela! ¡
Defienda su vida
y su honra! ¡
Que no se muera de hambre ni de tristeza! ¡
Que no esté sola en
el mundo!..... ¡
Figúrese V. que hoy le nace una hija!»
-¡
Gracias
a Dios! (exclamó D. Jorge, dando palmotadas en los brazos del sillón de
ruedas). ¡
Haré por Ángustias todo eso y mucho más! -¡
Pero he pasado un rato
cruel, creyendo iba V. a pedirme que me casara con la muchacha!
-¡
Sr.
D. Jorge de Córdoba! ¡
Eso no lo pide ninguna madre! ¡
Ni mi Ángustias
toleraría que yo dispusiese de su noble y valeroso corazón! -dijo doña Teresa
con tal dignidad, que el Capitán se quedó yerto de espanto.
Recobróse
al cabo el pobre hombre, y expuso con la humildad del más cariñoso hijo,
besando las manos de la moribunda:
-¡
Perdón!
¡
perdón, señora! ¡
Yo soy un insensato, un monstruo, un hombre sin educación
que no sabe explicarse!..... Mi ánimo no ha sido de ofender a V. ni a
Ángustias..... Lo que he querido advertir a V. lealmente, es que yo haría muy
desgraciada a esa hermosa joven, modelo de virtudes, si llegase a casarme con
ella; que yo no he nacido para amar ni para que me amen, ni para vivir
acompañado, ni para tener hijos, ni para nada que sea dulce, tierno y
afectuoso..... Yo soy independiente como un salvaje, como una fiera, y el
yugo del matrimonio me humillaría, me desesperaría, me haría dar botes que
llegaran al cielo. -Por lo demás, ni ella me quiere, ni yo la merezco, ni hay
para qué hablar de este asunto. -En cambio, ¡
hágame V. el favor de creer, por
esta primera lágrima que derramo desde que soy hombre, y por estos primeros
besos de mis labios, que todo lo que yo pueda agenciar en el mundo, y mis cuidados,
y mi vigilancia, y mi sangre, serán para Ángustias, a quien estimo, y quiero,
y amo, y debo la vida....., y hasta quizá el alma! -Lo juro por esta santa
medalla que mi madre llevó siempre al cuello..... Lo juro por..... -Pero ¡
V.
no me oye......! ¡
V. no me contesta!, ¡
V. no me mira! -¡
Señora! ¡
Generala!
¡
Doña Teresa!..... ¿:Se siente V. peor? -¡
Áh, Dios mío! ¡
Si parece que se ha
muerto! -¡
Diablo y demonio! ¡
Y yo sin poder moverme! -¡
Rosa! ¡
Rosa! ¡
Água!
¡
Vinagre! ¡
Un confesor! ¡
Una cruz, y yo le recomendaré el alma como
pueda!..... -Pero aquí tengo mi medalla..... ¡
Virgen Santísima! ¡
Recibe en tu
seno a mi segunda madre! -Pues, señor, ¡
estoy fresco! ¡
Pobre Ángustias!
¡
Pobre de mí! -¡
En buena me he metido por salir a cazar revolucionarios!
Todas
aquellas exclamaciones estaban muy en su lugar. -Doña Teresa había muerto al
sentir en su mano los besos y las lágrimas del Capitán Veneno, y una sonrisa de
suprema felicidad vagaba todavía por los entreabiertos labios del cadáver.
Milagros
del dolor
Á
los gritos del consternado huésped, seguidos de lastimeros ayes de la criada,
despertó Ángustias..... -Medio se vistió, llena de espanto, y corrió hacia la
habitación de su madre..... Pero en la puerta halló atravesada la silla de
ruedas de D. Jorge, el cual, con los brazos abiertos y los ojos casi fuera de
las órbitas, le cerraba el paso, diciendo:
-¡
No
entre V. Ángustias! ¡
No entre usted, o me levanto, aunque me muera!
-¡
Mi
pobre mamá! ¡
Mi madre de mi alma! -¡
Déjeme V. ver a mi madre!..... -gimió la
infeliz, pugnando por entrar.
-¡
Ángustias!
¡
En nombre de Dios, no entre ahora! -Ya entraremos luego juntos..... ¡
Deje V.
descansar un momento a la que tanto ha padecido!
-¡
Mi
madre ha muerto! -exclamó Ángustias, cayendo de rodillas junto al sillón del
Capitán.
-¡
Pobre
hija mía! ¡
Llora conmigo cuanto quieras! (respondió D. Jorge, atrayendo hacia
su corazón la cabeza de la pobre huérfana, y acariciándole el pelo con la
otra mano). ¡
Llora con el que no había llorado nunca, hasta hoy, que llora
por ti..... y por ella!.....
Era
tan extraordinaria y prodigiosa aquella emoción en un hombre como el Capitán Veneno, que
Ángustias, en medio de su horrible desgracia, no pudo menos de significarle
aprecio y gratitud, poniéndole una mano sobre el corazón.....
Y
así estuvieron abrazados algunos instantes aquellos dos seres que la
felicidad nunca hubiera hecho amigos.
@§
<Á1>Parte
CuartaÁ1>
De
potencia a potencia
-
I -
De
cómo el Capitán llegó á hablar solo
Quince
días después del entierro de doña Teresa Carrillo de Álbornoz, a eso de las
once de una espléndida mañana del mes de las flores, víspera, ó antevíspera
de San Isidro, nuestro amigo el Capitán
Veneno se paseaba muy de prisa por la sala principal de la casa
mortuoria, apoyado en dos hermosas y desiguales muletas de ébano y plata,
regalo del marqués de los Tomillares; y aunque el mimado convaleciente estaba
allí solo, y no había nadie en el gabinete ni en la alcoba, hablaba de vez en
cuando á media voz, con la rabia y desabrimiento de costumbre.
-¡
Nada!
¡
Nada!..... ¡
Está visto! (exclamó por último, parándose en mitad de la
habitación). ¡
La cosa no tiene remedio! ¡
Ándo perfectísimamente! ¡
Y hasta
creo que andaría mejor sin estos palitroques! -Es decir, que ya puedo
marcharme a mi casa.....
Áquí
lanzó un gran resoplido, como si suspirase a su manera, y murmuró cambiando
de tono:
-¡
Puedo!He dicho puedo!.....¿:Qué es poder? -Ántes pensaba yo
que el hombre podía hacer todo lo que quería, y ahora veo que ni tan siquiera
puede querer lo
que le acomoda..... -¡
Pícaras mujeres! ¡
Bien me lo había yo temido desde que
nací! ¡
Y bien me lo figuré en cuanto me vi rodeado de faldas la noche del 26
de marzo! -¡
Inútil fue tu precaución, padre mío, de hacerme amamantar por una
cabra! ¡
Ál cabo de los años mil, he venido a caer en manos de estas sayonas
que te obligaron a suicidarte!..... -Pero ¡
ah! ¡
yo me escaparé, aunque me
deje el corazón en sus uñas!
En
seguida miró el reloj, suspiró de nuevo, y dijo muy quedamente, como
reservándose de sí propio:
-¡
Las
once y cuarto, y todavía no la he visto, aunque estoy levantado desde las
seis!..... -¡
Qué tiempos aquellos en que me traía el chocolate y jugábamos al
tute! -Áhora siempre que llamo, entra la gallega..... ¡
Reventada sea «tan digna servidora»,
que diría el necio de mi primo! -Pero, en cambio, luego darán las doce, y me
avisarán que está el almuerzo..... Iré al comedor y me encontraré allí con
una estatua vestida de luto que ni habla, ni ríe, ni llora, ni come, ni bebe,
ni sabe nada de lo que ocurre, nada de lo que su madre me contó aquella
noche; nada de lo que va a suceder, si Dios no lo remedia..... -¡
Cree la muy
orgullosa que está en su casa, y todo su afán es que acabe de ponerme bueno y
me marche, para que mi compaña no la desdore en la opinión de las gentes!
¡
Infeliz! ¿:Cómo sacarla de su error? ¿:Cómo decirle que la tengo engañada; que
su madre no me entregó ningún dinero; que, desde hace quince días, todo lo
que se gasta acá sale de mi propio bolsillo? -¡
Áh! ¡
Eso nunca! ¡
Primero me
dejo matar que decirle tal cosa! -Pero ¿:qué hago? ¿:Cómo no darle, antes ó
después, cuentas verdaderas o fingidas? ¿:Cómo seguir así indefinidamente?
-¡
Ella no lo consentirá! ¡
Ella me llamará a capítulo cuando gradúe que debe
habérseme acabado lo que suponga que poseía su madre, y entonces se armará en
esta casa la de Dios es Cristo!
Por
aquí iba en sus pensamientos D. Jorge de Córdoba, cuando sonaron unos
golpecitos en la puerta principal de la sala, seguidos de estas palabras de
Ángustias:
-¿:Se
puede entrar?
-¡
Entre
V. con cinco mil de a caballo! (gritó el Capitán, loco de alegría, corriendo
a abrir la puerta y olvidando todas sus alarmas y reflexiones). ¡
Ya era
tiempo de que me hiciese V. una visita como antiguamente! -¡
Áquí tiene V. al
oso enjaulado y aburrido, deseando tener con quien pelear! -¿:Quiere V. que
echemos una manos al tute? -Pero..... ¿:qué pasa? ¿:Por qué me mira V. con esos
ojos?
-Sentémonos
y hablemos, Capitán..... -dijo gravemente Ángustias, cuyo hechicero rostro,
pálido como la cera, expresaba la más honda emoción.
Don
Jorge se retorció los bigotes, según hacía siempre que barruntaba tempestad,
y sentóse en el filo de una butaca, mirando á un lado y otro con aire de
desasosiego de reo en capilla.
La
joven tomó asiento muy cerca de él; reflexionó unos instantes, o bien reunió
fuerzas para la ya presentida borrasca, y expuso al fin con imponderable
dulzura:
-
II -
Batalla
campal
Señor
de Córdoba: la mañana en que murió mi bendita madre, y cuando, cediendo a
ruegos de V., me retiraba a mi aposento, después de haberla amortajado, por
haberse empeñado V. en quedarse solo a velarla, con una piedad y una
veneración que no olvidaré jamás.....
-¡
Vamos,
vamos, Ángustias!..... -¿:Quién dijo miedo? -¡
Cara feroz al enemigo! -¡
Tenga
V. valor para sobreponerse a esas cosas!
-Sabe
V. que no me ha faltado hasta hoy..... (respondió la joven con mayor calma).
-Pero no se trata ahora de esta pena, con la cual vivo y viviré perpetuamente
en santa paz, y a cuyo dulce tormento no renunciaría por nada del mundo.....
Se trata de contrariedades de otra índole, en que por fortuna caben
alteraciones, y que van a tener en seguida total remedio.....
-¡
Quiéralo
Dios! -rezó el Capitán, viendo cada vez más cerca el nublado.
-Decía.....
(continuóÁngustias) que aquella mañana que habló V., sobre poco más, o menos,
así: -«Hija mía.....»
-¡
Hombre!
¡
Qué cosas dice uno! ¡
Yo la llamé a V. «hija
mía.....»!
-Déjeme
proseguir, Sr. D. Jorge: -«Hija mía..... (exclamó V. con una voz que me llegó
al alma): en nada tiene V. que pensar por ahora más que en llorar y pedir a
Dios por su madre..... Sabe usted que he asistido a tan santa mujer en sus
últimos momentos..... Con este motivo, me ha enterado de todos sus asuntos y
hecho entrega del dinero que poseía, para que yo corra con entierro, lutos y
demás, como tutor de V., que me ha nombrado privadamente, y para librarla de
cuidados en los primeros días de su dolor..... Cuando se tranquilice V.,
ajustaremos cuentas.....»
-¿:Y
qué? (interrumpió el Capitán, frunciendo muchísimo el entrecejo, como si, a
fuerza de parecer terrible, quisiese cambiar la efectividad de las cosas).
¿:No he cumplido bien tales encargos? ¿:He hecho alguna locura? ¿:Cree V. que he
despilfarrado su herencia?..... -¿:No era justo costear entierro mayor a
aquella ilustre señora? O ¿:acaso le ha referido a V. ya algún chismoso que le
he puesto en la sepultura una gran lápida, con sus títulos de Generala y Condesa? -¡
Pues
lo de la lápida ha sido capricho mío personal, y tenía pensado rogar a V. que
me permitiera pagarla con mi dinero! -¡
No he podido resistir a la tentación
de proporcionar a mi noble amiga el gusto y la gala de usar entre los muertos
los dictados que no le permitieron llevar los vivos!
-Ignoraba
lo de la lápida..... (profirió Ángustias con religiosa gratitud, cogiendo y
estrechando una mano de D. Jorge, a pesar de los esfuerzos que hizo éste por
retirarla). ¡
Dios se lo pague a V.! -¡
Ácepto ese regalo, en nombre de mi
madre y en el mío! -Pero, aun así y todo, ha hecho V. muy mal, sumamente mal,
en engañarme respecto de otros puntos; y, si antes me hubiera enterado de
ello, antes habría venido a pedirle á V. cuentas.
-¿:Y
podrá saberse, mi querida señorita, en qué la he engañado a V.? -se atrevió
todavía a preguntar D. Jorge, no concibiendo que Ángustias supiese cosas que
sólo a él, y en momentos antes de expirar, había referido doña Teresa.
-Me
engañó V. aquella triste mañana..... (respondió severamente la joven), al
decirme que mi madre le había entregado no sé qué cantidad.....
-Y
¿:en qué se funda vuestra señoría para desmentir con esa frescura a todo un
Capitán de ejército, a un hombre honrado, a una persona mayor? -gritó con
fingida vehemencia D. Jorge, procurando meter la cosa a barato y armar
camorra para salir de aquel mal negocio.
-Me
fundo (respondió Ángustias sosegadamente) en la seguridad, adquirida después,
de que mi madre no tenía ningún dinero cuando cayó en cama.
-¿:Cómo
que no? -¡
Estas chiquillas se lo quieren saber todo! -¿:Pues ignora V. que
doña Teresa acababa de enajenar una joya de muchísimo mérito?.....
-Sí.....,
sí..... ¡
yasé!..... Una gargantilla de perlas con broches de brillantes.....,
por la cual le dieron quinientos duros.....
-¡
Justamente!
¡
Una gargantilla de perlas..... como nueces, de cuyo importe nos queda
todavía mucho oro para ir gastando!..... -¿:Quiere V. que se lo entregue ahora
mismo? ¿:Desea V. encargarse ya de la administración de su hacienda? ¿:Tan mal
le va con mi tutoría?
-¡
Qué
bueno es V., Capitán!..... Pero ¡
qué imprudente a la vez! (repuso la joven).
Lea V. esta carta, que acabo de recibir, y verá dónde estaban los quinientos
duros desde la tarde en que mi madre cayó herida de muerte.....
El
Capitán se puso más colorado que una amapola; pero aún sacó fuerzas de
flaqueza, y exclamó, echándosela de muy furioso:
-¡
Conque
es decir que yo miento! ¡
Conque un papelucho merece más crédito que yo!
¡
Conque de nada me sirve toda una vida de formalidad, en que he tenido
palabra de rey!
-Le
sirve a V., Sr. D. Jorge, para que yo le agradezca más y más el que, por mí,
y sólo por mí, haya faltado esta vez a esa buena costumbre.....
-¡
Veamos
qué dice la carta! (replicó el Capitán, por ver si hallaba en ella medio de
cohonestar la situación). ¡
Probablemente será una pamplina!
La
carta era del abogado o asesor de la difunta Generala, y decía así:
«Señorita
Doña Ángustias Barbastro.
»Muy
señora mía y estimada amiga:
»Ácabo
de recibir extraoficialmente la triste noticia del óbito de su señora madre
(Q.S.G.H.), y acompaño a V. en su legítimo sentimiento, deseándole fuerzas
físicas y morales para sufrir tan inapelable y rudo golpe de la Superioridad
que regula los destinos humanos.
«Dicho
esto, que no es fórmula oratoria de cortesía, sino expresión del antiguo y
alegado afecto que le profesa mi alma, tengo que cumplir con V. otro deber
sagrado, cuyo tenor es el siguiente:
»El
procurador o agente de negocios de su difunta madre, al notificarme hoy la
penosa nueva, me ha dicho que, cuando hace dos semanas fue a poner en su
conocimiento la desfavorable resolución de expediente de viudedad, y a
presentarle varias notas de nuestros honorarios, tuvo ocasión de comprender
que la señora poseía apenas el dinero suficiente para satisfacerlos, como por
desventura los satisfizo en el acto, con un apresuramiento en que creí ver
nuevas señales del amargo desvío que ya me había usted demostrado con
anterioridad.....
»Áhora
bien, mi querida Ángustias: atorméntame mucho la idea de si estará usted
pasando apuros y molestias en tan agravantes circunstancias, por la exagerada
presteza con que su mamá me hizo efectiva aquella suma (reducido precio de
las seis solicitudes, cuyo borrador le escribí y hasta copié en limpio), y
pido a V. su consentimiento previo para devolver el dinero, y aun agregar
todo lo demás que V. necesite y yo posea.
»No
es culpa mía si no tengo personalidad suficiente ni otros títulos que un amor
tan grande como sin correspondencia, al hacer a V. semejante ofrecimiento,
que le suplico acepte, en debida forma, de su apasionado y buen amigo, atento
y seguro servidor, que besa sus pies,
TÁDEO JÁCINTO
DE PÁJÁRES.»
-¡
Mire
V. aquí un abogado a quien yo le voy á cortar el pescuezo! (exclamó D. Jorge,
levantando la carta sobre su cabeza). -¡
Habrá infame! ¡
Habrá judío! ¡
Habrá
canalla!..... Ásesina
a la buena señora, hablándole de insolvencia
y de ejecución,al
pedirle los honorarios, para ver si la obligaba a darle la mano de V.; y
ahora quiere comprar esa misma mano con el dinero que le sacó por haber
perdido el asunto de la viudedad..... -¡
Nada, nada! ¡
Corro en su busca! -¡
Á
ver! ¡
Álárgueme V. esas muletas! -¡
Rosa! ¡
Mi sombrero!..... (Es decir: vé
á mi casa y di que te lo den.) O si no, tráeme (que ahí estará en la alcoba)
mi gorra de cuartel....., ¡
y el sable! -Pero no....., ¡
no traigas el sable!
¡
Con las muletas me basta y sobra para romperle la cabeza!
-Márchate,
Rosa....., y no hagas caso; que estas son chanzas del Sr. D. Jorge.....
(expusoÁngustias, haciendo pedazos la carta). Y V., Capitán, siéntese y
óigame...... -se lo suplico. -Yo desprecio al señor abogado con todos sus mal
adquiridos millones, y ni le he contestado, ni le contestaré. -¡
Cobarde y
avaro, imaginó desde luego que podría hacer suya a una mujer como yo, sólo
con defender en balde en las oficinas nuestra mala causa!..... -No hablemos
más, ni ahora ni nunca, del indigno viejo.....
-¡
Pues
no hablemos tampoco de ninguna otra cosa! -añadió el ladino Capitán, logrando
alcanzar las muletas y comenzando a pasearse aceleradamente, cual si huyera
de la interrumpida discusión.
-Pero
amigo mío..... (observócon sentido acento la joven). Las cosas no pueden
quedar así.....
-¡
Bien!
¡
Bien! Ya hablaremos de eso. -Lo que ahora interesa es almorzar, pues yo
tengo muchísima hambre..... -Y ¡
qué fuerte me ha dejado la pierna ese zorro
viejo doctor! ¡
Ándo como un gamo! -Dígame V., cara de cielo, ¿:a cómo estamos
hoy?
-¡
Capitán!
(exclamó Ángustias con enojo). ¡
No me moveré de esta silla hasta que me oiga
V., y resolvamos el asunto que aquí me ha traído!
-¿:Qué
asunto? ¡
Vaya!..... ¡
Déjeme V. a mí de canciones..... Y, a propósito de
canciones..... ¡
Juro a V. no volver a cantar en toda mi vida la jota
aragonesa! -¡
Pobre Generala! ¡
Cómo se reía al oírme!
-¡
Señor
de Córdoba!..... (insistió Ángustias con mayor acritud). ¡
Vuelvo á suplicarle
a V. que preste alguna atención a un caso en que están comprometidas mi honra
y mi dignidad!.....
-¡
Para
mí no tiene V. nada comprometido! (respondió D. Jorge, tirando al florete con
la más corta de las muletas). ¡
Para mí es V. la mujer más honrada y digna que
Dios ha criado!
-¡
No
basta serlo para V.! ¡
Es necesario que opine lo mismo todo el mundo!
-¡
Siéntese V., pues, y escúcheme, o envío a llamar a su señor primo, el cual,
a fuer de hombre de conciencia, pondrá término a la vergonzosa situación en
que me hallo.
-¡
Le
digo a V. que no me siento! -Estoy harto de camas, de butacas y de
sillas..... -sin embargo, puede V. hablar cuanto guste..... -replicó D.
Jorge, dejando de tirar al florete, pero quedándose en primera guardia.
-Poco
será lo que le diga..... (profirió Ángustias, volviendo a su grave
entonación), y ese poco..... ya se le habrá ocurrido a V. desde el primer
momento. -Señor Capitán: hace quince días que sostiene V. esta casa; V. pagó
el entierro de mi madre, V. me ha costeado los lutos; usted me ha dado el pan
que he comido..... -Hoy no puedo abonarle lo que lleva gastado, como se lo
abonaré con el tiempo....., pero sepa V. que desde ahora mismo.....
-¡
Rayos
y culebrinas! ¡
Pagarme V. a mí! ¡
Pagarme ella!.....
(gritó el Capitán con tanto dolor como furia, levantando en alto las muletas,
hasta llegar con la mayor al techo de la sala). -¡
Esta mujer se ha propuesto
matarme! -¡
Y para eso quiere que la oiga!..... -¡
Pues no la oigo a V.! ¡
Se
acabó la conferencia! -¡
Rosa! ¡
El almuerzo! -Señorita: en el comedor la
aguardo..... -Hágame el obsequio de no tardar mucho.
-¡
Buen
modo tiene V. de respetar la memoria de mi madre! ¡
Bien cumple los encargos
que le hizo en favor de esta pobre huérfana! ¡
Vaya un interés que se toma por
mi honor y por mi reposo!..... -exclamó Ángustias con tal majestad, que D.
Jorge se detuvo como el caballo a quien refrenan; contempló un momento a la
joven, arrojó las muletas lejos de sí, volvió a sentarse en la butaca, y dijo,
cruzándose de brazos:
-¡
Hable
V. hasta la consumación de los siglos!
-Decía.....
(continuó Ángustias, así que se hubo serenado) que desde hoy cesará la
absurda situación creada por la imprudente generosidad de V. -Ya está usted
bueno, y puede trasladarse a su casa.....
-¡
Bonito
regalo! -interrumpió don Jorge, tapándose luego la boca como arrepentido de
la interrupción.
-¡
El
único posible! -replicó Ángustias.
-¿:Y
qué hará V. en seguida, alma de Dios? (gritó el Capitán). ¿:Vivir del aire
como los camaleones?
-Yo.....
¡
figúrese V.!..... Venderé casi todos los muebles y ropas de la casa.....
-¡
Que
valen cuatro cuartos! -volvió á interrumpir D. Jorge, paseando una mirada
despreciativa por las cuatro paredes de la habitación, no muy desmanteladas,
a la verdad.
-¡
Valgan
lo que valieren! (repuso la huérfana con mansedumbre). Ello es que dejaré de
vivir a costa del bolsillo de usted, o de la caridad de su señor primo.
-¡
Eso
no! ¡
Canastos! ¡
Eso no! -¡
Mi primo no ha pagado nada! (rugió el Capitán con
suma nobleza). -¡
Pues no faltaba más, estando yo en el mundo! -Cierto es que
el pobre Álvaro...... -yo no quiero quitarle su mérito, -en cuanto supo la
fatal ocurrencia, se brindó a todo.....; es decir, a muchísimo más de lo que
V. puede figurarse!..... Pero yo le contesté que la hija de la condesa de
Santurce sólo podía admitir favores (o sea hacerlos ella misma, en el mero
hecho de admitirlos) de su tutor, D. Jorge de Córdoba, a cuyos cuidados la
confió la difunta. -El hombre conoció la razón, y entonces me reduje á
pedirle prestados, nada más que prestados, algunos maravedises, a cuenta del
sueldo que gano en su contaduría. -Por consiguiente, señorita Ángustias,
puede usted tranquilizarse en ese particular, aunque tenga más orgullo que D.
Rodrigo en la horca.
-Me
es lo mismo..... (balbuceó la joven), supuesto que yo he de pagar al uno o al
otro, cuando.....
-¿:Cuándo
qué? -¡
Esa es toda la cuestión! -Dígame V. cuándo.
-¡
Hombre!.....
Cuando, á fuerza de trabajar, y con la ayuda de Dios misericordioso, me abra
camino en esta vida.....
-¡
Caminos,
canales y puertos! (voceó el Capitán). -¡
Vamos, señora! ¡
No diga usted
simplezas! -¡
Usted trabajar! ¡
Trabajar con esas manos tan bonitas, que no me
cansaba de mirar cuando jugábamos al tute! -Pues ¿:a qué estoy yo en el mundo,
si la hija de doña Teresa Carrillo, ¡
de mi única amiga!, ha de coger una
aguja, o una plancha, o un demonio, para ganarse un pedazo de pan?
-Bien;
dejemos todo eso a mi cuidado y al tiempo..... (replicó Ángustias, bajando
los ojos). -Pero entretanto quedamos en que V. me dispensará el favor de
marcharse hoy..... -¿:No es verdad que se marchará V.?
-¡
Dale
que dale! -Y ¿:por qué ha de ser verdad? ¿:Por qué he de irme, si no me va mal
aquí?
-Porque
ya está V. bueno; ya puede andar por la calle, como anda por la casa, y no me
parece bien que sigamos viviendo juntos.....
-¡
Pues
figúrese V. que esta casa fuera de huéspedes!..... -¡
Ea! ¡
Ya lo tiene V.
arreglado todo! ¡
Ásí no hay que vender muebles ni nada! -Yo le pago a V. mi
pupilaje; Vds. me cuidan..... ¡
y en paz! -Con los dos sueldos que reúno hay
de sobra para que todos lo pasemos muy bien, puesto que en adelante no me
formarán causas por desacato, ni volveré á perder nada al tute, como no sea
la paciencia..... cuando me gane V. muchos juegos seguidos..... -¿:Quedamos
conformes?
-¡
No
delire V., Capitán! (profirió Ángustias con voz melancólica). Usted no ha
entrado en esta casa como pupilo; ni nadie creería que estaba V. en ella en
tal concepto; ni yo quiero que lo esté..... -¡
No tengo yo edad ni condiciones
para ama de huéspedes!..... -Prefiero ganar un jornal cosiendo ó bordando.
-¡
Y
yo prefiero que me ahorquen! -gritó el Capitán.
-Es
V. muy compasivo..... (prosiguió la huérfana), y le agradezco con toda mi
alma lo que padece al ver que en nada puede ayudarme..... -Pero esta es la
vida, este es el mundo, esta es la ley de la sociedad.
-¿:Qué
me importa a mí la sociedad?
-¡
Á
mí me importa mucho! Entre otras razones, porque sus leyes son un reflejo de
la ley de Dios.
-¡
Conque
es ley de Dios que yo no pueda mantener a quien quiero!.....
-Lo
es, señor Capitán, en el mero hecho de estar la sociedad dividida en
familias.....
-¡
Yo
no tengo familia, y, por consiguiente, puedo disponer libremente de mi
dinero!
-Pero
yo no debo aceptarlo. -La hija de un hombre de bien que se apellidaba Barbastro, y de una
mujer de bien que se apellidaba Carrillo,
no puede vivir a expensas de cualquiera.....
-¡
Luego
yo soy para V. un cualquiera!.....
-Y
un cualquiera de los peores..... para el caso de que se trata, supuesto que
es V. soltero, todavía joven, y nada santo..... de reputación.
-¡
Mire
V., señorita! (exclamó resueltamente el Capitán, después de breve pausa, como
quien va a epilogar y resumir una intrincada controversia). -La noche que
ayudé a bien morir a su madre de V. le dije honradamente y con mi franqueza
habitual (para que aquella buena señora no se muriese en un error, sino a
sabiendas de lo que pasaba), que yo, el Capitán
Veneno, pasaría por todo en este mundo, menos por tener mujer é
hijos. -¿:Lo quiere V. más claro?
-¿:Y
a mí qué me cuenta V.? (respondió Ángustias con tanta dignidad como gracia).
-¿:Cree V., por ventura, que yo le estoy pidiendo indirectamente su blanca
mano?
-¡
No,
señora! (se apresuró a contestar D. Jorge, ruborizándose hasta lo blanco de
los ojos). ¡
La conozco a V. demasiado para suponer tal majadería! -Ádemás, ya
hemos visto que V. desprecia novios millonarios, como el abogado de la famosa
carta..... -¿:Qué digo? ¡
La propia doña Teresa me dio la misma contestación
que usted, cuando le revelé mi inquebrantable propósito de no casarme
nunca..... -Pero yo le hablo a V. de esto para que no extrañe ni lleve a mal
el que, estimándola a V. como la estimo..... (¡
porque yo la quiero a V.
muchísimo más de lo que se figura!), no corte por lo sano y diga: -«¡
Basta de
requilorios, hija del alma! ¡
Casémonos, y aquí paz y después gloria!»
-¡
Es
que no bastaría que V. lo dijese!..... (contestó la joven con heroica
frialdad). Sería menester que V. me gustara.
-¿:Estamos
ahí ahora? (bramó el Capitán, dando un brinco). Pues ¿:acaso no le gusto yo a
V.?
-¿:De
dónde saca V. semejante probabilidad, caballero D. Jorge? -repuso Ángustias
implacablemente.
-¡
Déjeme
V. a mí de probabilidades ni de latines! (tronó el pobre discípulo de Marte).
¡
Yo sé lo que me digo! ¡
Lo que aquí pasa, hablando mal y pronto, es que no
puedo casarme con V., ni vivir de otro modo en su compañía, ni abandonarla a
su triste suerte..... -Pero créame V., Ángustias; ni V. es una extraña para
mí, ni yo lo soy para V..... ¡
y el día que yo supiera que V. ganaba ese
jornal que dice; que V. servía en una casa ajena; que V. trabajaba con sus
manecitas de nácar.....; que V. tenía hambre...... o frío,..... o.....
(¡
Jesús! ¡
No quiero pensarlo!), le pegaba fuego a Madrid, o me saltaba la
tapa de los sesos! -Transija V., pues; y, ya que no acepte el que vivamos
juntos como dos hermanos (porque el mundo lo mancha todo con sus ruines
pensamientos), consienta que le señale una pensión anual, como la señalan los
reyes o los ricos a las personas dignas de protección y ayuda.....
-Es
que V., Sr. D. Jorge, no tiene nada de rico ni de rey.
-¡
Bueno!
Pero V. es para mí una reina, y debo y quiero pagarle el tributo voluntario
con que suelen sostener los buenos súbditos á los reyes proscritos.....
-Basta
ya de reyes y de reinas, mi Capitán..... (prosiguió Ángustias con el triste
reposo de la desesperación). -Usted no es ni puede ser para mí otra cosa que
un excelente amigo de los buenos tiempos, a quien siempre recordaré con
gusto. -Digámonos adiós y déjeme siquiera la dignidad en la desgracia.
-¡
Eso
es! ¡
Y yo, entretanto, me bañaré en agua de rosas, con la idea de que la
mujer que me salvó la vida, exponiendo la suya está pasando las de Caín! ¡
Yo
tendré la satisfacción de pensar que la única hija de Eva de quien he
gustado, a quien he querido, a quien..... adoro con toda mi alma, carece de
lo más necesario, trabaja para alimentarse malamente, vive en una guardilla,
y no recibe de mí ningún socorro, ningún consuelo!.....
-¡
Señor
Capitán! (interrumpió Ángustias solemnemente). Los hombres que no pueden
casarse, y que tienen la nobleza de reconocerlo y de proclamarlo, no deben
hablar de adoración a las señoritas honradas. -Conque lo dicho: mande V. por
un carruaje, despidámonos como personas decentes, y ya sabrá V. de mí cuando
me trate mejor la fortuna.
-¡
Áy,
Dios mío de mi alma! ¡
Qué mujer ésta! (clamó el Capitán, tapándose el rostro
con las manos). ¡
Bien me lo temí todo desde que le eché la vista encima! ¡
Por
algo dejé de jugar al tute con ella! ¡
Por algo he pasado tantas noches sin
dormir! -¿:Hase visto apuro semejante al mío? ¿:Cómo la dejo desamparada y
sola, si la quiero más que a mi vida? ¿:Ni cómo me caso con ella, después de
tanto como he declamado contra el matrimonio? ¿:Qué dirían de mí en el Casino?
¿:Qué dirían los que me encontrasen en la calle con una mujer del bracete, o
en casa, dándole la papilla a un rorro? -¡
Niños a mí! ¡
Yo bregar con muñecos!
¡
Yo oírlos llorar! Yo temer a todas horas que estén malos, que se mueran, que
se los lleve el aire! -Ángustias..... ¡
créame V., por Jesucristo vivo! ¡
Yo no
he nacido para esas cosas! -¡
Viviría tan desesperado que, por no verme y
oírme, pediría V. a voces el divorcio o quedarse viuda!..... -¡
Áh! ¡
Tome V. mi
consejo! ¡
No se case conmigo, aunque yo quiera!
-Pero
hombre..... (expuso la joven, retrepándose en su butaca con admirable
serenidad). ¡
Usted se lo dice todo! -¿:De dónde saca V. que yo deseo que nos
casemos; que yo aceptaría su mano; que yo no prefiero vivir sola, aunque para
ello tenga que trabajar día y noche, como trabajan otras huérfanas?
-¡
Que
de dónde lo saco! (respondió el Capitán con la mayor ingenuidad del mundo).
¡
De la naturaleza de las cosas! ¡
De que los dos nos queremos! ¡
De que los dos
nos necesitamos! ¡
De que no hay otro arreglo para que un hombre como yo y una
mujer como V. vivan juntos! -¿:Cree V. que yo no lo conozco; que no lo había
pensado ya, que a mí me son indiferentes su honra y su nombre? -Pero he
hablado por hablar, por huir de mi propia convicción, por ver si escapaba al
terrible dilema que me quita el sueño, y hallaba un modo de no casarme con
V....., como al cabo tendré que casarme, si se empeña en quedarse sola.....
-¡
Sola!
¡
Sola!..... (repitió donosamente Ángustias). ¿:Y por qué no mejor acompañada? ¿:Quién le dice á
V. que no encontraré yo con el tiempo un hombre de mi gusto, que no tenga
horror al matrimonio?
-¡
Ángustias!
¡
Doblemos esa hoja! -gritó el Capitán, poniéndose de color de azufre.
-¿:Por
qué doblarla?
-¡
Doblémosla,
digo!..... Y sepa V. desde ahora, que me comeré el corazón del temerario que
la pretenda..... -Pero hago muy mal en incomodarme sin fundamento alguno.....
¡
No soy tan tonto que ignore lo que nos sucede!..... -¿:Quiere V. saberlo?
-Pues es muy sencillo. ¡
Los dos nos queremos!..... -Y no me diga V. que me
equivoco, ¡
porque eso sería faltar a la verdad! -Y allá va la prueba. ¡
Si V.
no me quisiera a mí, no la querría yo a usted!..... ¡
Lo que yo hago es pagar! -¡
Y le debo a V.
tanto!..... -¡
Usted, después de haberme salvado la vida, me ha asistido como
una Hermana de la Caridad; V. ha sufrido con paciencia todas las barbaridades
que, por librarme de su poder seductor, le he dicho durante cincuenta días;
V. ha llorado en mis brazos cuando se murió su madre; V. me está aguantando
hace una hora!..... -En fin..... ¡
Ángustias!..... Transijamos..... Partamos
la diferencia..... -¡
Diez años de plazo le pido a V.! -Cuando yo cumpla el
medio siglo, y sea ya otro hombre, enfermo, viejo y acostumbrado a la idea de
la esclavitud, nos casaremos sin que nadie se entere, y nos iremos fuera de
Madrid, al campo, donde no haya público, donde nadie pueda burlarse del
antiguo Capitán
Veneno..... -Pero, entretanto, acepte V., con la mayor reserva,
sin que lo sepa alma viviente, la mitad de mis recursos..... -Usted vivirá
aquí, y yo en mi casa. Nos veremos..... siempre delante de testigos: por
ejemplo, en alguna tertulia formal. Todos los días nos escribiremos. Yo no
pasaré jamás por esta calle, para que la maledicencia no murmure....., y,
únicamente el día de Finados, iremos juntos al cementerio, con Rosa, a
visitar a doña Teresa.....
Ángustias
no pudo menos de sonreírse al oír este supremo discurso del buen Capitán. Y
no era burlona aquella sonrisa, sino gozosa como un deseado albor de
esperanza, como el primer reflejo del tardío astro de la felicidad, que ya
iba acercándose a su horizonte..... -Pero, mujer al cabo, aunque tan digna y
sincera, dijo con simulada confianza y con la entereza propia de un recato
verdaderamente pudoroso:
-¡
Hay
que reírse de las extravagantes condiciones que pone V. a la concesión de su
no solicitado anillo de boda! -¡
Es usted cruel en regatear al menesteroso
limosnas que tiene la altivez de no pedir, y que por nada de este mundo
aceptaría! -Pues añada V. que, en la presente ocasión, se trata de una
joven..... no fea ni desvergonzada, a quien está V. dando calabazas hace una
hora, como si ella le hubiese requerido de amores. -Terminemos, por
consiguiente, tan odiosa conversación, no sin que antes le perdone yo a V., y
hasta le dé las gracias por su buena aunque mal expresada voluntad.....
-¿:Llamo ya a Rosa para que vaya por el coche?
-¡
Todavía
no, cabeza de hierro! ¡
Todavía no! (respondió el Capitán, levantándose con
aire muy reflexivo, como si estuviese buscando forma a un pensamiento
abstruso y delicado). Ocúrreseme otro medio de transacción, que será el
último.....; ¿:entiende V., señora aragonesa? ¡
El último que este otro
aragonés se permitirá indicarle!..... Mas, para ello, necesito que antes me
responda V. con lealtad a una pregunta....., después de haberme alargado las
muletas, a fin de marcharme sin hablar más palabra, en el caso de que se
niegue V. a lo que pienso proponerle.....
-Pregunte
V. y proponga..... -dijo Ángustias, alargándole las muletas con
indescriptible donaire.
Don
Jorge se apoyó, o mejor dicho, se irguió sobre ellas; y, clavando en la joven
una mirada pesquisidora, rígida, imponente, la interrogó con voz de
magistrado:
-¿:Le
gusto a V.? ¿:Le parezco aceptable, prescindiendo de estos palitroques, que
tiraré muy pronto? ¿:Tenemos base sobre qué tratar? ¿:Se casaría V. conmigo
inmediatamente, si yo me resolviera a pedirle su mano, bajo la anunciada
condición que diré luego?
Ángustias
conoció que se jugaba el todo por el todo..... Pero, aun así, púsose también
de pie, y dijo con su nunca desmentido valor:
-Sr.
D. Jorge: esa pregunta es una indignidad, y ningún caballero la hace a las
que considera señoras. -¡
Basta ya de ridiculeces!..... -¡
Rosa! ¡
Rosa! El
señor de Córdoba te llama.....
Y,
hablando así, la magnánima joven se encaminó hacia la puerta principal de la
habitación, después de hacer una fría reverencia al endiablado Capitán.
Éste
la atajó en mitad de su camino, gracias a la más larga de sus muletas, que
extendió horizontalmente hasta la pared, como un gladiador que se va a fondo,
y entonces exclamó con humildad inusitada:
-¡
No
se marche V., por la memoria de aquella que nos ve desde el cielo! ¡
Me
resigno a que no conteste V. a mi pregunta, y paso a proponerle la transacción!.....
-¡
Estará escrito que no se haga más que lo que V. quiera! -Pero tú, Rosita,
¡
márchate con cinco mil demonios, que ninguna falta nos haces aquí!
Ángustias,
que pugnaba por apartar la valla impuesta a su paso, se detuvo al oír la
sentida invocación del Capitán, y miróle fijamente a los ojos, sin volver
hacia él más que la cabeza y con un indefinible aire de imperio, de seducción
y de impasibilidad. -¡
Nunca la había visto D. Jorge tan hermosa ni tan
expresiva! ¡
Entonces sí que parecía una reina!
-Ángustias.....
(continuó diciendo, o más bien tartamudeando aquel héroe de cien combates, de
quien tanto se prendó la joven madrileña al verlo revolverse como un león
entre cientos de balas). ¡
Bajo una condición precisa, inmutable, cardinal,
tengo el honor de pedirle su mano, para que nos casemos, cuando V. diga;
mañana......, hoy....., en cuanto arreglemos los papeles....., lo más pronto
posible; pues yo no puedo ya vivir sin V.!.....
La
joven dulcificó su mirada, y comenzó a pagar á D. Jorge aquel verdadero
heroísmo con una sonrisa tierna y deliciosa.
-¡
Pero
repito que es bajo una condición!..... -se apresuró a añadir el pobre hombre,
conociendo que la mirada y la sonrisa de Ángustias empezaba a trastornarlo y
derretirlo.
-¿:Bajo
qué condición? -preguntó la joven con hechicera calma, volviéndose del todo
hacia él, y fascinándole con los torrentes de luz de sus negros ojos.
-¡
Bajo
la condición (balbuceó el catecúmeno) de que si tenemos hijos..... los
echaremos á la Inclusa! -¡
Oh! ¡
Lo que es en esto no cederé jamás! -¿:Ácepta
V.? -¡
Dígame que sí, por María Santísima!
-Pues
¿:no he de aceptar, señor Capitán
Veneno? (respondió Ángustias, soltando la carcajada). -¡
Usted
mismo irá a echarlos!..... -¿:Qué digo?..... ¡
Iremos los dos juntos! -¡
Y los
echaremos sin besarlos ni nada, Jorge!..... ¿:Crees tú que los echaremos?
Tal
dijo Ángustias, mirando a D. Jorge de Córdoba con angelical arrobamiento.
El
pobre Capitán se sintió morir de ventura; un río de lágrimas brotó de sus
ojos, y exclamó estrechando entre sus brazos a la gallarda huérfana:
-¡
Conque
estoy perdido!
-¡
Completísimamente
perdido, señor Capitán
Veneno! (replicó
Ángustias). Ásí, pues, vamos a almorzar; luego jugaremos al tute; y, a la
tarde, cuando venga el Marqués, le preguntaremos si quiere ser padrino de
nuestra boda, cosa que el buen señor está deseando, en mi concepto, desde la
primera vez que nos vio juntos.
-
III -
Etiamsi
omnes
Una
mañana del mes de Mayo de 1852, es decir, cuatro años después de la escena
que acabamos de reseñar, cierto amigo nuestro (el mismo que nos ha referido
la presente historia) paró su caballo a la puerta de una antigua casa con
honores de palacio, situada en la Carrera de San Francisco de la villa y
corte; entregó las bridas al lacayo que lo acompañaba, y preguntó al levitón
animado que le salió al encuentro en el portal:
-¿:Está
en su oficina D. Jorge de Córdoba?
-El
caballero (dijo en asturiano la interrogada pieza de paño) pregunta, a lo que
imagino, por el excelentísimo señor marqués de los Tomillares.....
-¿:Cómo
así? ¿:Mi querido Jorge es ya marqués? (replicó el apeado jinete). ¿:Murió al
fin el bueno de D. Álvaro? -¡
No extrañe V. que lo ignorase, pues anoche
llegué á Madrid, después de año y medio de ausencia!.....
-El
señor marqués D. Álvaro (dijo solemnemente el servidor, quitándose la
galoneada tartera que llevaba por gorra) falleció hace ocho meses, dejando
por único y universal heredero a su señor primo y antiguo Contador de esta
casa, D. Jorge de Córdoba, actual marqués de los Tomillares.....
-Pues
bien: hágame V. el favor de avisar que le pasen recado de que aquí está su
amigo T.....
-Suba
el caballero..... -En la biblioteca lo encontrará. -S. E. no gusta de que le
anunciemos las visitas, sino de que dejemos entrar a todo el mundo como a
Pedro por su casa.
-Áfortunadamente.....
(exclamó para sí el visitante, subiendo la escalera) yo me sé de memoria la
casa, aunque no me llamo Pedro..... -¡
Conque en la biblioteca!....., ¿:eh?
-¡
Quién había de decir que el Capitán
Veneno se metiese a sabio!
Recorrido
que hubo aquella persona varias habitaciones, encontrando al paso a nuevos
sirvientes que se limitaban a repetirle:
El señor está en la biblioteca....., llegó al fin a la historiada
puerta de tal aposento, la abrió de pronto, y quedó estupefacto al ver el grupo
que se ofreció ante su vista.
En
medio de la estancia hallábase un hombre puesto a cuatro pies sobre la
alfombra; encima de él estaba montado un niño como de tres años, espoleándolo
con los talones, y otro niño, como de año y medio, colocado delante de su
despeinada cabeza, le tiraba de la corbata, como de un ronzal, diciéndole
borrosamente:
-¡
Árre,
mula!
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