Pedro Calderón de la Barca (1600-1681)
LAS CADENAS DEL DEMONIO
Personas que hablan en ella: San BARTOLOME El REY Polemón LICANORO, príncipe CEUSIS, príncipe El DEMONIO Un SACERDOTE de Astarot LIRON, villano IRENE, hija del rey SILVIA, dama FLORA, dama LESBIA,villana CRIADO MUSICOS CRIADOS GENTE JORNADA PRIMERA Salen IRENE, y FLORA y SILVIA deteniéndola IRENE: Dejadme las dos. FLORA: Señora, mira... SILVIA: Oye... FLORA: Advierte... IRENE: ¿: Qué tengo de oír, advertir y mirar, cuando miro, oigo y advierto cuán desdichada he nacido, 5 sólo para ser ejemplo del rencor de la Fortuna y de la saña del tiempo? Dejad, pues, que con mis manos, ya que otras armas no tengo, 10 pedazos del corazón arranque, o que de mi cuello, sirviéndome ellas de lazo, ataje el último aliento; si ya es que, porque no queden 15 de tan mísero sujeto ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
Salen IRENE, y FLORA y SILVIA deteniéndola IRENE: Dejadme las dos. FLORA: Señora, mira... SILVIA: Oye... FLORA: Advierte... IRENE: ¿: Qué tengo de oír, advertir y mirar, cuando miro, oigo y advierto cuán desdichada he nacido, 5 sólo para ser ejemplo del rencor de la Fortuna y de la saña del tiempo? Dejad, pues, que con mis manos, ya que otras armas no tengo, 10 pedazos del corazón arranque, o que de mi cuello, sirviéndome ellas de lazo, ataje el último aliento; si ya es que, porque no queden 15 de tan mísero sujeto ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
IRENE: Dejadme las dos. FLORA: Señora, mira... SILVIA: Oye... FLORA: Advierte... IRENE: ¿: Qué tengo de oír, advertir y mirar, cuando miro, oigo y advierto cuán desdichada he nacido, 5 sólo para ser ejemplo del rencor de la Fortuna y de la saña del tiempo? Dejad, pues, que con mis manos, ya que otras armas no tengo, 10 pedazos del corazón arranque, o que de mi cuello, sirviéndome ellas de lazo, ataje el último aliento; si ya es que, porque no queden 15 de tan mísero sujeto ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
FLORA: Señora, mira... SILVIA: Oye... FLORA: Advierte... IRENE: ¿: Qué tengo de oír, advertir y mirar, cuando miro, oigo y advierto cuán desdichada he nacido, 5 sólo para ser ejemplo del rencor de la Fortuna y de la saña del tiempo? Dejad, pues, que con mis manos, ya que otras armas no tengo, 10 pedazos del corazón arranque, o que de mi cuello, sirviéndome ellas de lazo, ataje el último aliento; si ya es que, porque no queden 15 de tan mísero sujeto ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
mira... SILVIA: Oye... FLORA: Advierte... IRENE: ¿: Qué tengo de oír, advertir y mirar, cuando miro, oigo y advierto cuán desdichada he nacido, 5 sólo para ser ejemplo del rencor de la Fortuna y de la saña del tiempo? Dejad, pues, que con mis manos, ya que otras armas no tengo, 10 pedazos del corazón arranque, o que de mi cuello, sirviéndome ellas de lazo, ataje el último aliento; si ya es que, porque no queden 15 de tan mísero sujeto ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
SILVIA: Oye... FLORA: Advierte... IRENE: ¿: Qué tengo de oír, advertir y mirar, cuando miro, oigo y advierto cuán desdichada he nacido, 5 sólo para ser ejemplo del rencor de la Fortuna y de la saña del tiempo? Dejad, pues, que con mis manos, ya que otras armas no tengo, 10 pedazos del corazón arranque, o que de mi cuello, sirviéndome ellas de lazo, ataje el último aliento; si ya es que, porque no queden 15 de tan mísero sujeto ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
FLORA: Advierte... IRENE: ¿: Qué tengo de oír, advertir y mirar, cuando miro, oigo y advierto cuán desdichada he nacido, 5 sólo para ser ejemplo del rencor de la Fortuna y de la saña del tiempo? Dejad, pues, que con mis manos, ya que otras armas no tengo, 10 pedazos del corazón arranque, o que de mi cuello, sirviéndome ellas de lazo, ataje el último aliento; si ya es que, porque no queden 15 de tan mísero sujeto ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
IRENE: ¿: Qué tengo de oír, advertir y mirar, cuando miro, oigo y advierto cuán desdichada he nacido, 5 sólo para ser ejemplo del rencor de la Fortuna y de la saña del tiempo? Dejad, pues, que con mis manos, ya que otras armas no tengo, 10 pedazos del corazón arranque, o que de mi cuello, sirviéndome ellas de lazo, ataje el último aliento; si ya es que, porque no queden 15 de tan mísero sujeto ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
de oír, advertir y mirar, cuando miro, oigo y advierto cuán desdichada he nacido, 5 sólo para ser ejemplo del rencor de la Fortuna y de la saña del tiempo? Dejad, pues, que con mis manos, ya que otras armas no tengo, 10 pedazos del corazón arranque, o que de mi cuello, sirviéndome ellas de lazo, ataje el último aliento; si ya es que, porque no queden 15 de tan mísero sujeto ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
cuando miro, oigo y advierto cuán desdichada he nacido, 5 sólo para ser ejemplo del rencor de la Fortuna y de la saña del tiempo? Dejad, pues, que con mis manos, ya que otras armas no tengo, 10 pedazos del corazón arranque, o que de mi cuello, sirviéndome ellas de lazo, ataje el último aliento; si ya es que, porque no queden 15 de tan mísero sujeto ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
cuán desdichada he nacido, 5 sólo para ser ejemplo del rencor de la Fortuna y de la saña del tiempo? Dejad, pues, que con mis manos, ya que otras armas no tengo, 10 pedazos del corazón arranque, o que de mi cuello, sirviéndome ellas de lazo, ataje el último aliento; si ya es que, porque no queden 15 de tan mísero sujeto ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
sólo para ser ejemplo del rencor de la Fortuna y de la saña del tiempo? Dejad, pues, que con mis manos, ya que otras armas no tengo, 10 pedazos del corazón arranque, o que de mi cuello, sirviéndome ellas de lazo, ataje el último aliento; si ya es que, porque no queden 15 de tan mísero sujeto ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
del rencor de la Fortuna y de la saña del tiempo? Dejad, pues, que con mis manos, ya que otras armas no tengo, 10 pedazos del corazón arranque, o que de mi cuello, sirviéndome ellas de lazo, ataje el último aliento; si ya es que, porque no queden 15 de tan mísero sujeto ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
y de la saña del tiempo? Dejad, pues, que con mis manos, ya que otras armas no tengo, 10 pedazos del corazón arranque, o que de mi cuello, sirviéndome ellas de lazo, ataje el último aliento; si ya es que, porque no queden 15 de tan mísero sujeto ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
Dejad, pues, que con mis manos, ya que otras armas no tengo, 10 pedazos del corazón arranque, o que de mi cuello, sirviéndome ellas de lazo, ataje el último aliento; si ya es que, porque no queden 15 de tan mísero sujeto ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
ya que otras armas no tengo, 10 pedazos del corazón arranque, o que de mi cuello, sirviéndome ellas de lazo, ataje el último aliento; si ya es que, porque no queden 15 de tan mísero sujeto ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
pedazos del corazón arranque, o que de mi cuello, sirviéndome ellas de lazo, ataje el último aliento; si ya es que, porque no queden 15 de tan mísero sujeto ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
arranque, o que de mi cuello, sirviéndome ellas de lazo, ataje el último aliento; si ya es que, porque no queden 15 de tan mísero sujeto ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
sirviéndome ellas de lazo, ataje el último aliento; si ya es que, porque no queden 15 de tan mísero sujeto ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
ataje el último aliento; si ya es que, porque no queden 15 de tan mísero sujeto ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
si ya es que, porque no queden 15 de tan mísero sujeto ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
de tan mísero sujeto ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
ni aun cenizas que ser puedan leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
leves átomos del viento, no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
no queráis que al mar me arroje desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
desde ese altivo soberbio 20 homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
homenaje, en fatal ruina de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
de la prisión que padezco. SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
SILVIA: ¡ Sosiega! FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
FLORA: ¡ Descansa! SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
SILVIA: ¡ Espera! IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
IRENE: ¿: Qué descanso, qué sosiego ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
ha de tener quien no tiene 25 ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
ni esperanza de tenerlo? SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
SILVIA: El entendimiento sabe moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
moderar los sentimientos. IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
IRENE: Esa es opinión errada; que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
que antes el entendimiento 30 aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
aflige más cuanto más discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
discurre y piensa en los riesgos. FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
FLORA: Es verdad, pero también... IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
IRENE: No prosigas; que no quiero desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
desaprovechar mis iras 35 ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
ahora en tus argumentos. Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
Dejadme sola, dejadme, idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
idos, idos de aquí presto. FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
FLORA: Dejémosla sola, pues sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
sabes que sólo es el medio 40 de su furor el dejarla. Vanse FLORA y SILVIA IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
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IRENE: Ya se han ido. Ahora, cielos, han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
han de entrar con vuestras luces en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
en cuenta mis sentimientos. ¿: Qué delito cometí 45 contra vosotros naciendo, que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
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que fue de un sepulcro a otro pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
pasar no más, cuando veo que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
que la fiera, el pez y el ave gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
gozan de los privilegios 50 del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
del nacer, siendo su estancia la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
la tierra, el agua y el viento? ¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
¿: A qué fin, dioses, echasteis a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
a mal en mi nacimiento un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
un alma con sus potencias 55 y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
y sus sentidos, haciendo nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
nueva enigma de la vida gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
gozarla y perderla, puesto que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
que la tengo y no la gozo, o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
o la gozo y no la tengo? 60 O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
O son justas o injustas vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
vuestras deidades, es cierto; si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
si justas, ¿: cómo no os mueve la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
la lástima de mis ruegos? Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
Y si son injustas, ¿: cómo 65 las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
las da adoración el pueblo? Ved que por entrambas partes os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
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os concluye el argumento. Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
Responded a él... pero no respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
respondáis; porque no quiero 70 deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
deberos esa piedad, por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
por no llegar a deberos nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
nada que esté en vuestra mano, y de vosotros apelo a los infernales dioses, 75 a quien vida y alma ofrezco, dando por la libertad alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
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alma y vida. Sale el DEMONIO DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
DEMONIO: Yo [la] acepto. IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
IRENE: ¿: Quién eres, gallardo joven, que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
que, si las noticias creo 80 de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
de pintados simulacros que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
que en algunos cuadros tengo, viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
viva copia eres de aquel ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
ídolo que en nuestro templo, con el nombre de Astarot, 85 adora todo este reino, cuya opinión acredita haber penetrado el centro de esta ignorada prisión sobre las alas del viento? 90 DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
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DEMONIO: ¿: Qué mucho que a él me parezca, Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
Irene, si soy el mesmo, pues las doy a sus estatuas alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
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alma, vida, voz y aliento? Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
Yo soy el dios de Astarot, 95 aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
aquél a cuyo precepto ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
ilumina el sol, la luna alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
alumbra, los astros bellos influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
influyen, el cielo todo se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
se mueve y los elementos 100 en lid se conservan, siempre amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
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amigos y siempre opuestos. Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
Yo soy el que en toda el Asia, por los extraños portentos de mis milagros, estoy 105 adorado, hallando a un tiempo su amparo en mí el afligido y su salud el enfermo. Compadecido a tu llanto y enternecido a tu ruego, 110 concurriendo a tus conjuros, a darte libertad vengo. Y aunque yo sepa la causa, oírla de tu boca quiero, porque caiga nuestro pacto 115 sobre mejor fundamento. Dime, ¿: qué quieres de mí? IRENE: Tanto a tu voz me estremezco, tanto a tu vista me asombro,
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tanto a tu vista me asombro,