De Armand
Silvestre
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Huye el año a su
término Como arroyo que pasa, Llevando del poniente Luz
fugitiva y pálida. Y así como el del pájaro Que triste tiende
el ala, El vuelo del recuerdo Que al espacio se
lanza Languidece en lo inmenso Del azul por do vaga. Huye
el año a su término Como arroyo que pasa.
Un algo de alma
aún yerra Por los cálices muertos De las tardes volúbiles Y
los rosales trémulos. Y, de luces lejanas Al hondo
firmamento, En alas del perfume Aún se remonta un sueño. Un
algo de alma aún yerra Por los cálices muertos.
Canción de
despedida Fingen las fuentes túrbidas. Si te place, amor
mío, Volvamos a la ruta Que allá en la primavera Ambos, las
manos juntas, Seguimos, embriagados De amor y de
ternura, Por los gratos senderos Do sus ramas
columpian Olientes avenidas Que las flores
perfuman. Canción de despedida Fingen las fuentes
turbias.
Un cántico de amores Brota mi pecho
ardiente Que eterno abril fecundo De juventud florece. ¡Qué
mueran, en buen hora, Los bellos días! Llegue Otra vez el
invierno; Renazca áspero y fuerte. Del viento entre el
quejido, Cual mágico himno alegre, Un cántico de
amores Brota mi pecho ardiente.
Un cántico de amores A
tu sacra beldad, ¡Mujer, eterno estío, Primavera
inmortal! Hermana del ígneo astro Que por la inmensidad En
toda estación vierte Fecundo, sin cesar, De su luz
esplendente El dorado raudal. Un cántico de amores A tu
sacra beldad, ¡Mujer, eterno estío Primavera
inmortal! | |