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Obras PERITO EN LUNAS}> >@§

@Perito-en-lunas

Miguel Hernández

Obras

            Perito en lunas (1933)                                         Poemas sueltos IV (1939)
            El rayo que no cesa (1934-1935)                       Poemas sueltos V (1939?-1940?)
            Viento del pueblo (1936-1937)                          Poemas últimos (1939-1941?)
            Imagen de tu huella (1939)                               El hombre acecha (1937-1939)
                          Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941)

Perito en lunas


    Suicida en cierne
       Octava I


    A lo caña silbada de artificio,
    rastro, si no evasión, de su suceso,
    bajaré contra el peso de mi peso:
    simulación del náutico ejercicio.
    Bien cercén del azar, bien precipicio,
    me desamparará el azul ileso:
    no la pita, que tal vez a cercenes
    me impida reflejar sierra en mis sienes.

    Palmero y Domingo de Ramos
       Octava II

    Luz comba, y no, creada por el mozo,
    talludo espulgador de los racimos:
    no a fuerza, y sí, de bronces en rebozo,
    sí a fuerza, y no, de esparto y tiempo opimos.
    Por el domingo más brillante fuimos
    con la luz, enarcada de alborozo,
    en ristre, bajo un claustro de mañanas,
    hasta el eterno abril de la persianas.

    Toro
       Octava III

    ¡A la gloria, a la gloria toreadores!
    La hora es de mi luna menos cuarto.
    Émulos imprudentes del lagarto,
    magnificaos el lomo de colores.
    Por el arco, contra los picadores,
    del cuerno, flecha, a dispararme parto.
    ¡A la gloria, si yo antes no os ancoro,
    -golfo de arena-, en mis bigotes de oro!

    Torero
       Octava IV

    Por el lugar mejor de tu persona,
    donde capullo tórnase la seda,
    fiel de tu peso alternativo queda,
    y de liras el alma te corona.
    ¡Ya te lunaste! Y cuanto más se encona,
    más. Y más te hace eje de la rueda
    de arena, que desprecia mientras junta
    todo tu oro desde punta a punta.


        Palmera
       Octava V

    Anda, columna, ten un desenlace
    de surtidor. Principia por espuela.
    Pon a la luna un tirabuzón. Hace
    el camello más alto de canela.
    Resuelta en claustro, viento esbelto pace,
    oasis de beldad a toda vela
    con gargantillas de oro en la garganta:
    fundada en ti se iza la sierpe, y canta.

    Cohetes
       Octava VI

    Subterfugios de luz, lagartos, lista,
    encima de la palma que la crea,
    invención de colores a la vista,
    si transitoria, del azul, pirea.
    A la gloria mayor del polvorista,
    rectas la caña, círculos planea:
    todo un curso fugaz de geometría,
    principio de su fin, vedado al día.

    Palmero
       Octava VII

    A galope la tierra y a cercenes
    el azul es el itsmo de más talla,
    que por oros los une donde se halla
    el viento bronceado de vaivenes.
    Jinete que a tu misma grupa vienes
    para entrar con las luces en batalla,
    de la copa dorada, por tu empeño,
    haz la degollación, tras el ordeño.

    Monja confitera
       Octava VIII

    La gala de la luz, a lo cohete
    en el poliedro de la vidriera...
    Una virgen constante, confitera,
    ay, sustraendo Dios, pellas comete.
    Al almidón su mano da en roquete
    o por lo que se riza, o por lo cera;
    de primor cuando hiñe se propasa,
    cuando repulga la que emula masa.

    Yo: Dios
       Octava IX

    El maná, miel y leche, de los higos,
    lluevo sobre la luz, dios con calzones,
    para un pueblo israelita de mendigos
    niños, moiseses rubios en cantones;
    ángeles que simulan las pasiones
    en una conjunción vana de ombligos
    por ésta, donde tiene, serranía
    tanta, pura la luz, categoría.

    Sexo en instante 1
       Octava X

    A un tic-tac, si bien sordo, recupero
    la perpendicular morena de antes,
    bisectora de cero sobre cero,
    equivalentes ya, y equidistantes.
    Clama en imperativo, por su fuero
    con más cifras, si pocas, por instantes;
    pero su situación, extrema en suma,
    sin vértice de amor, holanda espuma.

    Sexo en instante 2
       Octava XI

    ¡Al polo norte del limón amargo
    desde tu arena azul, cociente higuera!
    Al polo norte del limón subiera
    que no a tu sur, y subo sin embargo.
    Colateral a tu almidón, más largo,
    aquél amaga de otra y una esfera.
    A dedo en río falta anillo en puente:
    ¡cómo he de vadearte netamente!

    Lo abominable
       Octava XII

    Aunque amargas, y sólo por momentos,
    tendremos palmas en las manos todos;
    palmas, que las mayores en los vientos,
    no han de alcanzar, ni ardiendo, los dos codos.
    Entonces, posteriores sufrimientos
    nos haran leves, libres de los lodos:
    las ultimas mejillas, viento en popa
    irán sobre la un punto china Europa.

    Gallo
       Octava XIII

    La rosada, por fin Virgen María.
    Arcángel tornasol, y de bonete
    dentado de amaranto, anuncia el día
    en una pata alzado un clarinete.
    La pura nata de la galanía
    es este Barba Roja a lo roquete,
    que picando coral, y hollando, suma
    "a batallas de amor, campos de pluma".

    El barbero
       Octava XIV

    Blanco narciso por obligación.
    Frente a su imagen siempre, espumas pinta,
    y en el mineral lado del salón
    una idea de mar fulge distinta.
    Si no esquileo en campo de jabón,
    hace rayas, con gracia, mas sin tinta;
    y al fin, con el pulgar en ejercicio,
    lo que le sobra anula del oficio.

    Camino
       Octava XV

    Por donde quiso el pie fue esta blancura,
    no por ingeniería, en evasiva;
    cuya copa de lana dulce, apura
    la que con su pezuña más la activa.
    Serpentina por eso está; segura
    en la sombra, presente a fuerza viva,
    sabiendo su desagüe y su remanso
    por los que suenan faros sin descanso.

    Serpiente
       Octava XVI

    En tu angosto silbido está tu quid,
    y, cohete, te elevas o te abates;
    de la arena, del sol con más quilates,
    lógica consecuencia de la vid.
    Por mi dicha, a mi madre, con tu ardid,
    en humanos hiciste entrar combates.
    Dame, aunque se horroricen los gitanos,
    veneno activo el más, de los manzanos.

    Sandía
       Octava XVII

    Estío, postre al canto: tierno drama
    del blancor del mantel en menoscabo:
    conforme con la luna más, se inflama,
    en verde plenilunio desde el rabo.
    Pero cuando el cuchillo le reclama
    los polares cerquillos, tiene al cabo,
    para frescas hacer, claras las voces,
    un rojo desenlace negro de hoces.

    Pozo
       Octava XVIII

    Minera, ¿:viva? luna ¿:muerta? en ronda
    sin cantos; cuando en vilo esté, no tanto,
    cuando se eleve al cubo, viva al canto,
    y halla un mano que le corresponda.
    Dentro de esa interior torre redonda,
    subterráneo quinqué, cañón de canto;
    el reloj, ¿:no?, del río, sin acento,
    reloj parado, pide cuerda, viento.

    Espantapájaros
       Octava XIX

    Es demasiado poco maniquí,
    vivo al viento del más visible trigo,
    la caña de la escoba para ti,
    a la fuerza del pájaro enemigo.
    Donde los picos restan pan, allí
    te eriges con tu aire de mendigo,
    meseguero incorpóreo, que has dejado
    riéndose tu cabeza en el granado.

    Surco
       Octava XX

    Párrafos de la más hiriente punta,
    si la menos esbelta, como voces
    de emoción, ya se rizan, de la yunta:
    verdes sierpes, ya trémulas de roces
    y rocíos. La mano que las junta,
    afila las tajadas, sí, las hoces,
    con el deseo ya, la luz en torno;
    y enarca bríos, era, masas, horno.

    Mar y río
       Octava XXI

    Agrios huertos, azules limonares,
    de frutos, si dorados, corredores;
    ¡tan distantes! que os sé si los vapores
    libertan siempre presos palomares.
    Ya va el río a regarle los azahares
    alrededor de sus alrededores,
    en menoscabo de la horticultura:
    ¡oh solución, presente al fin, futura!

    Panadero
       Octava XXII

    Aunque púgil combato, domo trigo:
    ya cisne de agua en rolde, a navajazos,
    yo que sostengo estíos con mis brazos,
    si su blancura enarco, en oro espigo.
    De un seguro naufragio, negro digo,
    lo librarán mis largos aletazos
    de remador, por la que no se apaga
    boca y torna las eras que se traga.

    La granada
       Octava XXIII

    Sobre el patrón de vuestra risa media,
    reales alcancías de collares,
    se recorta, velada, una tragedia
    de aglomerados rojos, rojos zares.
    Recomendable sangre, enciclopedia
    del rubor, corazones, si mollares,
    con un tic-tac en plenilunio, abiertos,
    como revoluciones de los huertos.

    Veletas
       Octava XXIV

    Danzarinas en vértices cristianos
    injertadas: bákeres más viudas,
    que danzan con los vientos, ya gitanos
    de palmas y campanas, puntiagudas.
    Negros, hacen los vientos gestos planos,
    índices, si no agallas, de sus dudas,
    pero siempre a los nortes y a los estes
    danzarinas, si etíopes, celestes.

    Azahar
       Octava XXV

    Frontera de lo puro, flor y fría.
    Tu blancor de seis filos, complemento,
    en el principal mundo de tu aliento,
    en un mundo resume un mediodía.
    Astrólogo de ramaje en demasía,
    de verde resultó jamás exento.
    Ártica flor al sur; es necesario
    tu desliz al buen curso del canario.

    Oveja
    Octava XXVI

    Esta blanca y cornuda soñolencia
    con la cabeza de otra en lo postrero,
    dócil, más que a la honda a la paciencia,
    tornaluna de música y sendero...
    Ya valle de almidón en la eminencia
    de un árbol en cuclillas, un madero
    lanar, de amor salicio, galatea
    ordeña en porcelana cuando albea.

    Barril y borracho
       Octava XXVII

    Bailada ya la vid, se anilla y moja
    sucesiones de círculos con aros,
    vientres que ordeña el puño en cubos claros
    por un sexo sencillo que se afloja.
    Y la inseguridad por dentro roja,
    traducción apagada de los faros,
    con interpretaciones serpentinas,
    equivocando pies, consulta esquinas.

    Gota de agua
       Octava XXVIII

    Gota: segundo de agua, desemboca,
    de la cueva, llovida ya, en el viento:
    se reanuda en su origen por la roca,
    igual que una chumbera de momento.
    Cojo la ubre fruncida, y a mi boca
    su vida, que otra mata aun muerta, siento
    venir, tras los renglones evasivos
    de la lluvia, ya puntos suspensivos.

    Gitanas
       Octava XXIX

    ¡Lunas! Como gobiernas, como bronces,
    siempre en mudanza, siempre dando vueltas.
    Cuando me voy a la vereda, entonces
    las veo desfilar, libres, esbeltas.
    Domesticando van mimbres, con ronces,
    mas con las bridas de los ojos sueltas,
    estas lunas que esgrimen, siempre a oscuras,
    las armas blancas de las dentaduras.

    Retrete
       Octava XXX

    Aquella de la cuenca luna monda,
    sólo habéis de eclipsarla por completo,
    donde vuestra existencia más se ahonda,
    desde el lugar preciso y recoleto.
    ¡Pero bajad los ojos con respeto
    cuando la descubráis quieta y redonda!
    Pareja, para instar serpientes, luna,
    al fin, tal vez la Virgen tiene una.

    Plenilunio
       Octava XXXI

    Puesta en la mejor práctica estás, luna.
    Ay, sí. No hay que agregarle ya por pena
    a tu suma de luz cifra ninguna,
    mixta en todo de blanca y de morena.
    Mas cuando la siguiente se reúna
    a seis albas más dos te restan plena,
    primero en cueros desde medio arriba
    y negra; luego, ya definitiva.

    Noria
       Octava XXXII

    Contra nocturna luna, agua pajiza
    de limonar: halladas acechanzas:
    una afila el cantar, y otra desliza
    su pleno, de soslayo, sin mudanzas.
    Luna, a la danzarina de las danzas
    desnudas, a la acequia, acoge e iza,
    en tanto a ti, pandero, te golpea:
    ¡cadena de ti misma, prometea!

    Ubres
       Octava XXXIII

    Trojes de blancura, puesta en veta
    por la palma de dátiles pastores
    al atesado peso par asueta:
    ¡qué plurales blancuras interiores,
    para exteriorizarlas a hilo, aprieta!
    Manantiales de luna, las mejores,
    en curso por aquel que suma ciento,
    padre de barba y sobra en un momento.

    Huevo
       Octava XXXIV

    Coral, canta una noche por un filo
    y por otro su luna siembra para
    otra redonda noche: luna clara,
    ¡la más clara!, con un sol en sigilo.
    Dirigible al partir llevado en vilo,
    si a las hirvientes sombras no rodara,
    pronto un rejoneador galán de pico
    iría sobre el potro en abanico.

    Horno y luna
       Octava XXXV

    Hay un constante estío de ceniza
    para curtir la luna de la era,
    más que aquélla caliente que aquél iza,
    y más, si menos, oro, duradera.
    Una imposible y otra alcanzadiza,
    ¿:hacia cuál de las dos haré carrera?
    Oh tú, perito en lunas, que yo sepa
    qué luna es de mejor sabor y cepa.

    Funerario y cementerio
       Octava XXXVI

    Final modisto de cristal y pino;
    a la medida de una rosa misma
    hazme de aquél un traje, que en un prisma,
    ¿:no?, se ahogue, no, en un diamante fino.
    Patio de vecindad menos vecino,
    del que al fin pesa más y más se abisma,
    abre otro túnel más bajo tus flores
    para hacer subterráneos mis amores.

    Crimen pasional
       Octava XXXVII

    Fría prolongación, colmillo incluso
    de sus venas, si instables ya, de acero
    y salidas de madre por ayuso,
    injerta en luna cata vivo cuero.
    Si la firma Albacete, hizo mal uso,
    a lo inconmensurable, de mi entero.
    Lengua en eclipse, senos en agraz,
    estamos para siempre en guerra, en paz.

    Mesa pobre
       Octava XXXVIII

    Este paisaje sin mantel de casa
    gris, ¡ay, casi ninguno en accidentes!:
    los pastos pobres... la colina escasa
    de trigo... los cristales no corrientes...
    sólo al final, fustrando el gris, en masa,
    colores agradables a los dientes,
    enconan el paisaje de destellos,
    y se obra un cigüeñal de ávidos cuellos.

    Lavandera
       Octava XXXIX

    Bajo el paso a nivel del río, canta
    y palomos, no, menos, elimina,
    sobre la piedra, de quejarse, fina,
    en el agua de holanda batir tanta.
    Fina; y cuando botija es toda cuanta,
    y de ovas, cual de cañas él, se crina,
    al aire van dos ínsulas afines,
    entre dos aguas y ovas, bajo crines.

    Negros ahorcados por violación
       Octava XL

    A fuego de arenal, frío de asfalto.
    Sobre la Norteamérica de hielo,
    con un chorro de lengua, África en lo alto
    por vínculos de cáñamo, del cielo.
    Su más confusa pierna, por asalto,
    náufraga higuera fue de higos en pelo
    sobre el nácar hostil, remo exigente...
    ¡Norte! Forma de fuga al sur: ¡Serpiente!

    Labradores
       Octava XLI

    Barbihecho domingo: claros bozos,
    labradores sin pies por paralelas:
    los codos van al cielo por candelas,
    al labio, al paladar, cristales, gozos.
    Ven por los anteojos de los pozos,
    cielo en moneda, luz con lentejuelas,
    a mirar a los hoy orinadores,
    como nunca de largos, labradores.

    Guerra de estío
       Octava XLII

    ¡Oh combate imposible de la pita
    con la que en torno mío luz avanza!
    Su bayoneta, aunque incurriendo en lanza,
    en vano con sus filos se concita;
    como la de elipsoides ya crinita,
    geométrica chumbera, nada alcanza
    lista la luz me toma sobre el huerto,
    y a cañonazos de cigarras muerto.

    EL RAYO QUE NO CESA }> @Rayo-que-no-cesa

    Miguel Hernández

    El rayo que no cesa

    (1934-1935))

      1

      Un carnívoro cuchillo
      de ala dulce y homicida
      sostiene un vuelo y un brillo
      alrededor de mi vida.

      Rayo de metal crispado
      fulgentemente caído,
      picotea mi costado
      y hace en él un triste nido.

      Mi sien, florido balcón
      de mis edades tempranas,
      negra está, y mi corazón,
      y mi corazón con canas.

      Tal es la mala virtud
      del rayo que me rodea,
      que voy a mi juventud
      como la luna a la aldea.

      Recojo con las pestañas
      sal del alma y sal del ojo
      y flores de telarañas
      de mis tristezas recojo.

      ¿: A dónde iré que no vaya
      mi perdición a buscar?
      Tu destino es de la playa
      y mi vocación del mar.

      Descansar de esta labor
      de huracán, amor o infierno
      no es posible, y el dolor
      me hará a mi pesar eterno.

      Pero al fin podré vencerte,
      ave y rayo secular,
      corazón, que de la muerte
      nadie ha de hacerme dudar.

      Sigue, pues, sigue cuchillo,
      volando, hiriendo. Algún día
      se pondrá el tiempo amarillo
      sobre mi fotografía.

      2

      ¿: No cesará este rayo que me habita
      el corazón de exasperadas fieras
      y de fraguas coléricas y herreras
      donde el metal más fresco se marchita?

      ¿: No cesará esta terca estalactita
      de cultivar sus duras cabelleras
      como espadas y rígidas hogueras
      hacia mi corazón que muge y grita?

      Este rayo ni cesa ni se agota:
      de mí mismo tomó su procedencia
      y ejercita en mí mismo sus furores.

      Esta obstinada piedra de mí brota
      y sobre mí dirige la insistencia
      de sus lluviosos rayos destructores.

      3

      Guiando un tribunal de tiburones,
      como con dos guadañas eclipsadas,
      con dos cejas tiznadas y cortadas
      de tiznar y cortar los corazones,

      en el mío has entrado, y en él pones
      una red de raíces irritadas,
      que avariciosamente acaparadas
      tiene en su territorio sus pasiones.

      Sal de mi corazón, del que me has hecho
      un girasol sumiso y amarillo
      al dictamen solar que tu ojo envía:

      un terrón para siempre insatisfecho,
      un pez embotellado y un martillo
      harto de golpear en la herrería.

      4

      Me tiraste un limón, y tan amargo
      con una mano cálida, y tan pura,
      que no menoscabó su arquitectura
      y probé su amargura sin embargo.

      Con el golpe amarillo, de un letargo
      dulce pasó a una ansiosa calentura
      mi sangre, que sintió una mordedura
      de una punta de seno duro y largo.

      Pero al mirarte y verte la sonrisa
      que te produjo el limonado hecho,
      a mi voraz malicia tan ajena,

      se me durmió la sangre en la camisa,
      y se volvió el poroso y áureo pecho
      una picuda y deslumbrante pena.

      5

      Tu corazón, una naranja helada
      con un dentro sin luz de dulce miera
      y una porosa vista de oro: un fuera
      venturas prometiendo a la mirada.

      Mi corazón, una febril granada
      de agrupado rubor y abierta cera,
      que sus tiernos collares te ofreciera
      con una obstinación enamorada.

      ¡Ay, qué acometimiento de quebranto
      ir a tu corazón y hallar un hielo
      de irreductible y pavorosa nieve!

      Por los alrededores de mi llanto
      un pañuelo sediento va de vuelo
      con la esperanza de que en él lo abreve.

      6

      Umbrío por la pena, casi bruno,
      porque la pena tizna cuando estalla,
      donde yo no me hallo no se halla
      hombre más apenado que ninguno.

      Sobre la pena duermo solo y uno,
      pena es mi paz y pena mi batalla,
      perro que ni me deja ni se calla,
      siempre a su dueño fiel, pero importuno.

      Cardos y penas llevo por corona,
      cardos y penas siembran sus leopardos
      y no me dejan bueno hueso alguno.

      No podrá con la pena mi persona
      rodeada de penas y cardos:
      ¡cuánto penar para morirse uno!

      7

      Después de haber cavado este barbecho
      me tomaré un descanso por la grama
      y beberé del agua que en la rama
      su esclava nieve aumenta en mi provecho.

      Todo el cuerpo me huele a recién hecho
      por el jugoso fuego que lo inflama
      y la creación que adoro se derrama
      a mi mucha fatiga como un lecho.

      Se tomará un descanso el hortelano
      y entretendrá sus penas combatiendo
      por el salubre sol y el tiempo manso.

      Y otra vez, inclinado cuerpo y mano,
      seguirá ante la tierra perseguido
      por la sombra del último descanso.

      8

      Por tu pie, la blancura más bailable,
      donde cesa en diez partes tu hermosura,
      una paloma sube a tu cintura,
      baja a la tierra un nardo interminable.

      Con tu pie vas poniendo lo admirable
      del nácar en ridícula estrechura,
      y donde va tu pie va la blancura,
      perro sembrado de jazmín calzable.

      A tu pie, tan espuma como playa,
      arena y mar me arrimo y desarrimo
      y al redil de su planta entrar procuro.

      Entro y dejo que el alma se me vaya
      por la voz amorosa del racimo:
      pisa mi corazón que ya es maduro.

      9

      Fuera menos penado si no fuera
      nardo tu tez para mi vista, nardo,
      cardo tu piel para mi tacto, cardo,
      tuera tu voz para mi oído, tuera.

      Tuera es tu voz para mi oído, tuera,
      y ardo en tu voz y en tu alrededor ardo,
      y tardo a arder lo que a ofrecerte tardo
      miera, mi voz para la tuya miera.

      Zarza es tu mano si la tiento, zarza,
      ola tu cuerpo si la alcanzo, ola,
      cerca una vez pero un millar no cerca.

      Garza es mi pena, esbelta y triste garza,
      sola como un suspiro y un ay, sola,
      terca en su error y en su desgracia terca.

      10

      Tengo estos huesos hechos a las penas
      y a las cavilaciones estas sienes:
      pena que vas, cavilación que vienes
      como el mar de la playa a las arenas.

      Como el mar de la playa a las arenas,
      voy en este naufragio de vaivenes,
      por una noche oscura de sartenes
      redondas, pobres, tristes y morenas.

      Nadie me salvará de este naufragio
      si no es tu amor, la tabla que procuro,
      si no es tu voz, el norte que pretendo.

      Eludiendo por eso el mal presagio
      de que ni en ti siquiera habré seguro,
      voy entre pena y pena sonriendo.

      11

      Te me mueres de casta y de sencilla:
      estoy convicto, amor, estoy confeso
      de que, raptor intrépido de un beso,
      yo te libé la flor de la mejilla.

      Yo te libé la flor de la mejilla,
      y desde aquella gloria, aquel suceso,
      tu mejilla, de escrúpulo y de peso,
      se te cae deshojada y amarilla.

      El fantasma del beso delincuente
      el pómulo te tiene perseguido,
      cada vez más patente, negro y grande.

      Y sin dormir estás, celosamente,
      vigilando mi boca ¡con qué cuido!
      para que no se vicie y se desmande.

      12

      Una querencia tengo por tu acento
      una apetencia por tu compañía
      y una dolencia de melancolía
      por la ausencia del aire de tu viento.

      Paciencia necesita mi tormento,
      urgencia de tu garza galanía,
      tu clemencia solar mi helado día,
      tu asistencia la herida en que lo cuento.

      ¡Ay querencia, dolencia y apetencia!:
      tus sustanciales besos, mi sustento,
      me faltan y me muero sobre mayo.

      Quiero que vengas, flor, desde tu ausencia.
      a serenar la sien del pensamiento
      que desahoga en mí su eterno rayo.

      13

      Mi corazón no puede con la carga
      de su amorosa y lóbrega tormenta
      y hasta mi lengua eleva la sangrienta
      especie clamorosa que lo embarga.

      Ya es corazón mi lengua lenta y larga,
      mi corazón y es lengua larga y lenta...
      ¿: Quieres contar sus penas? Anda y cuenta
      los dulces granos de la arena amarga.

      Mi corazón no puede más de triste:
      con el flotante espectro de un ahogado
      vuela en la sangre y se hunde sin apoyo.

      Y ayer, dentro del tuyo, me escribiste
      que de nostalgia tienes inclinado
      medio cuerpo hacia mí, medio hacia el hoyo.

      14

      Silencio de metal triste y sonoro,
      espadas congregando con amores
      en el final de huesos destructores
      de la región volcánica del toro.

      Una humedad de femenino oro
      que olió puso en su sangre resplandores,
      y refugió un bramido entre las flores
      como un huracanado y vasto lloro.

      De amorosas y cálidas cornadas
      cubriendo está los trebolares tiernos
      con el dolor de mil enamorados.

      Bajo su piel las furias refugiadas
      son en el nacimiento de sus cuernos
      pensamientos de muerte edificados.

      15

      Me llamo barro aunque Miguel me llame.
      Barro es mi profesión y mi destino
      que mancha con su lengua cuanto lame.

      Soy un triste instrumento del camino.
      Soy una lengua dulcemente infame
      a los pies que idolatro desplegada.

      Como un nocturno buey de agua y barbecho
      que quiere ser criatura idolatrada,
      embisto a tus zapatos y a sus alrededores,
      y hecho de alfombras y de besos hecho
      tu talón que me injuria beso y siembro de flores.

      Coloco relicarios de mi especie
      a tu talón mordiente, a tu pisada,
      y siempre a tu pisada me adelanto
      para que tu impasible pie desprecie
      todo el amor que hacia tu pie levanto.

      Más mojado que el rostro de mi llanto,
      cuando el vidrio lanar del hielo bala,
      cuando el invierno tu ventana cierra
      bajo a tus pies un gavilán de ala,
      de ala manchada y corazón de tierra
      Bajo a tus pies un ramo derretido
      de humilde miel pataleada y sola,
      un despreciado corazón caído
      en forma de alga y en figura de ola.

      Barro en vano me invisto de amapola,
      barro en vano vertiendo voy mis brazos,
      barro en vano te muerdo los talones,
      dándole a malheridos aletazos
      sapos como convulsos corazones.

      Apenas si me pisas, si me pones
      la imagen de tu huella sobre encima,
      se despedaza y rompe la armadura
      de arrope bipartido que me ciñe la boca
      en carne viva y pura,
      pidiéndote a pedazos que la oprima
      siempre tu pie de liebre libre y loca.

      Su taciturna nata se arracima,
      los sollozos agitan su arboleda
      de lana cerebral bajo tu paso.
      Y pasas, y se queda
      incendiando su cera de invierno ante el ocaso,
      mártir, alhaja y pasto de la rueda.

      Harto de someterse a los puñales
      circulantes del carro y la pezuña,
      teme del barro un parto de animales
      de corrosiva piel y vengativa uña.

      Teme que el barro crezca en un momento,
      teme que crezca y suba y cubra tierna,
      tierna y celosamente
      tu tobillo de junco, mi tormento,
      teme que inunde el nardo de tu pierna
      y crezca más y ascienda hasta tu frente.

      Teme que se levante huracanado
      del blando territorio del invierno
      y estalle y truene y caiga diluviado
      sobre tu sangre duramente tierno.

      Teme un asalto de ofendida espuma
      y teme un amoroso cataclismo.

      Antes que la sequía lo consuma
      el barro ha de volverte de lo mismo.

      16

      Si la sangre también, como el cabello,
      con el dolor y el tiempo encaneciera,
      mi sangre, roja hasta el carbunclo, fuera
      pálida hasta el temor y hasta el destello.

      Desde que me conozco me querello
      tanto de tanto andar de fiera en fiera
      sangre, y ya no es mi sangre una nevera
      porque la nieve no se ocupa de ello.

      Si el tiempo y el dolor fueran de plata
      surcada como van diciendo quienes
      a sus obligatorias y verdugas

      reliquias dan lugar, como la nata,
      mi corazón tendría ya las sienes
      espumosas de canas y de arrugas.

      17

      El toro sabe al fin de la corrida,
      donde prueba su chorro repentino,
      que el sabor de la muerte es el de un vino
      que el equilibrio impide de la vida.

      Respira corazones por la herida
      desde un gigante corazón vecino,
      y su vasto poder de piedra y pino
      cesa debilitado en la caída.

      Y como el toro tú, mi sangre astada,
      que el cotidiano cáliz de la muerte,
      edificado con un turbio acero,

      vierte sobre mi lengua un gusto a espada
      diluida en un vino espeso y fuerte
      desde mi corazón donde me muero.

      18

      Ya de su creación, tal vez, alhaja
      algún sereno aparte campesino
      el algarrobo, el haya, el roble, el pino
      que ha de dar la materia de mi caja.

      Ya, tal vez, la combate y trabaja
      el talador con ímpetu asesino
      y, tal vez, por la cuesta del camino
      sangrando sube y resonando baja.

      Ya, tal vez, la reduce a geometría,
      a pliegos aplanados quien apresta
      el último refugio a todo vivo.

      Y cierta y sin tal vez, la tierra umbría
      desde la eternidad está dispuesta
      a recibir mi adiós definitivo.

      19

      Yo sé que ver y oír a un triste enfada
      cuando se viene y va de la alegría
      como un mar meridiano a una bahía,
      a una región esquiva y desolada.

      Lo que he sufrido y nada todo es nada
      para lo que me queda todavía
      que sufrir, el rigor de esta agonía
      de andar de este cuchillo a aquella espada.

      Me callaré, me apartaré si puedo
      con mi constante pena, instante, plena,
      a donde ni has de oírme ni he de verte.

      Me voy, me voy, me voy, pero me quedo,
      pero me voy, desierto y sin arena:
      adiós, amor, adiós, hasta la muerte.

      20

      No me conformo, no: me desespero
      como si fuera un huracán de lava
      en el presidio de una almendra esclava
      o en el penal colgante de un jilguero.

      Besarte fue besar un avispero
      que me clama al tormento y me desclava
      y cava un hoyo fúnebre y lo cava
      dentro del corazón donde me muero.

      No me conformo, no: ya es tanto y tanto
      idolatrar la imagen de tu beso
      y perseguir el curso de tu aroma.

      Un enterrado vivo por el llanto,
      una revolución dentro de un hueso,
      un rayo soy sujeto a una redoma.

      21

      ¿: Recuerdas aquel cuello, haces memoria
      del privilegio aquel, de aquel aquello
      que era, almenadamente blanco y bello,
      una almena de nata giratoria?

      Recuerdo y no recuerdo aquella historia
      de marfil expirado en un cabello,
      donde aprendió a ceñir el cisne cuello
      y a vocear la nieve transitoria.

      Recuerdo y no recuerdo aquel cogollo
      de estrangulable hielo femenino
      como una lacteada y breve vía.

      Y recuerdo aquel beso sin apoyo
      que quedó entre mi boca y el camino
      de aquel cuello, aquel beso y aquel día.

      22

      Vierto la red, esparzo la semilla
      entre ovas, aguas, surcos y amapolas,
      sembrando a secas y pescando a solas
      de corazón ansioso y de mejilla.

      Espero a que recaiga en esta arcilla
      la lluvia con sus crines y sus colas,
      relámpagos sujetos a olas
      desesperando espero en esta orilla.

      Pero transcurren lunas y más lunas,
      aumenta de mirada mi deseo
      y no crezco en espigas o en pescados.

      Lunas de perdición como ningunas,
      porque sólo recojo y sólo veo
      piedras como diamantes eclipsados.

      23

      Como el toro he nacido para el luto
      y el dolor, como el toro estoy marcado
      por un hierro infernal en el costado
      y por varón en la ingle con un fruto.

      Como el toro la encuentra diminuto
      todo mi corazón desmesurado,
      y del rostro del beso enamorado,
      como el toro a tu amor se lo disputo.

      Como el toro me crezco en el castigo,
      la lengua en corazón tengo bañada
      y llevo al cuello un vendaval sonoro.

      Como el toro te sigo y te persigo,
      y dejas mi deseo en una espada,
      como el toro burlado, como el toro.

      24

      Fatiga tanto andar sobre la arena
      descorazonadora de un desierto,
      tanto vivir en la ciudad de un puerto
      si el corazón de barcos no se llena.

      Angustia tanto el son de la sirena
      oído siempre en un anclado huerto,
      tanto la campanada por el muerto
      que en el otoño y en la sangre suena,

      que un dulce tiburón, que una manada
      de inofensivos cuernos recentales,
      habitándome días, meses y años,

      ilustran mi garganta y mi mirada
      de sollozos de todos los metales
      y de fieras de todos los tamaños.

      25

      Al derramar tu voz su mansedumbre
      de miel bocal, y al puro bamboleo,
      en mis terrestres manos el deseo
      sus rosas pone al fuego de costumbre.

      Exasperado llego hasta la cumbre
      de tu pecho de isla, y lo rodeo
      de un ambicioso mar y un pataleo
      de exasperados pétalos de lumbre.

      Pero tú te defiendes con murallas
      de mis alteraciones codiciosas
      de sumergirse en tierras y océanos.

      Por piedra pura, indiferente, callas:
      callar de piedra, que otras y otras rosas
      me pones y me pones en las manos.

      26

      Por una senda van los hortelanos,
      que es la sagrada hora del regreso,
      con la sangre injuriada por el peso
      de inviernos, primaveras y veranos.

      Vienen de los esfuerzos sobrehumanos
      y van a la canción, y van al beso,
      y van dejando por el aire impreso
      un olor de herramientas y de manos.

      Por otra senda yo, por otra senda
      que no conduce al beso aunque es la hora,
      sino que merodea sin destino.

      Bajo su frente trágica y tremenda,
      un toro solo en la ribera llora
      olvidando que es toro y masculino.

      27

      Lluviosos ojos que lluviosamente
      me hacéis penar: lluviosas soledades,
      balcones de las rudas tempestades
      que hay en mi corazón adolescente.

      Corazón cada día más frecuente
      en para idolatrar criar ciudades
      de amor que caen de todas mis edades
      babilónicamente y fatalmente.

      Mi corazón, mis ojos sin consuelo,
      metrópolis de atmósfera sombría
      gastadas por un río lacrimoso.

      Ojos de ver y no gozar el cielo,
      corazón de naranja cada día,
      si más envejecido, más sabroso.

      28

      La muerte, toda llena de agujeros
      y cuernos de su mismo desenlace,
      bajo una piel de toro pisa y pace
      un luminoso prado de toreros.

      Volcánicos bramidos, humos fieros
      de general amor por cuanto nace,
      a llamaradas echa mientras hace
      morir a los tranquilos ganaderos.

      Ya puedes, amorosa fiera hambrienta,
      pastar mi corazón, trágica grama,
      si te gusta lo amargo de su asunto.

      Un amor hacia todo me atormenta
      como a ti, y hacia todo se derrama
      mi corazón vestido de difunto.

      29

      (En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como el rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería.)

      Yo quiero ser llorando el hortelano
      de la tierra que ocupas y estercolas,
      compañero del alma, tan temprano.

      Alimentando lluvias, caracolas
      y órganos mi dolor sin instrumento,
      a las desalentadas amapolas

      daré tu corazón por alimento.
      Tanto dolor se agrupa en mi costado,
      que por doler me duele hasta el aliento.

      Un manotazo duro, un golpe helado,
      un hachazo invisible y homicida,
      un empujón brutal te ha derribado.

      No hay extensión más grande que mi herida,
      lloro mi desventura y sus conjuntos
      y siento más tu muerte que mi vida.

      Ando sobre rastrojos de difuntos,
      y sin calor de nadie y sin consuelo
      voy de mi corazón a mis asuntos.

      Temprano levantó la muerte el vuelo,
      temprano madrugó la madrugada,
      temprano estás rodando por el suelo.

      No perdono a la muerte enamorada,
      no perdono a la vida desatenta,
      no perdono a la tierra ni a la nada.

      En mis manos levanto una tormenta
      de piedras, rayos y hachas estridentes
      sedienta de catástrofes y hambrienta.

      Quiero escarbar la tierra con los dientes,
      quiero apartar la tierra parte a parte
      a dentelladas secas y calientes.

      Quiero minar la tierra hasta encontrarte
      y besarte la noble calavera
      y desamordazarte y regresarte.

      Volverás a mi huerto y a mi higuera:
      por los altos andamios de las flores
      pajareará tu alma colmenera

      de angelicales ceras y labores.
      Volverás al arrullo de las rejas
      de los enamorados labradores.

      Alegrarás la sombra de mis cejas,
      y tu sangre se irán a cada lado
      disputando tu novia y las abejas.

      Tu corazón, ya terciopelo ajado,
      llama a un campo de almendras espumosas
      mi avariciosa voz de enamorado.

      A las aladas almas de las rosas
      del almendro de nata te requiero,
      que tenemos que hablar de muchas cosas,
      compañero del alma, compañero.

      (10 de enero de 1936)

      SONETO FINAL

      Por desplumar arcángeles glaciales,
      la nevada lilial de esbeltos dientes
      es condenada al llanto de las fuentes
      y al desconsuelo de los manantiales.

      Por difundir su alma en los metales,
      por dar el fuego al hierro sus orientes,
      al dolor de los yunques inclementes
      lo arrastran los herreros torrenciales.

      Al doloroso trato de la espina,
      al fatal desaliento de la rosa
      y a la acción corrosiva de la muerte

      arrojado me veo, y tanta ruina
      no es por otra desgracia ni otra cosa
      que por quererte y sólo por quererte.

    VIENTO DEL PUEBLO}> @Viento-del-pueblo

    Miguel Hernández

    Viento del pueblo

    (1936-1937)

      -- I --

      ELEGIA PRIMERA

      A Federico García Lorca, poeta.

      Atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas,
      y en traje de cañón, las parameras
      donde cultiva el hombre raíces y esperanzas,
      y llueve sal, y esparce calaveras.

      Verdura de las eras,
      ¿:qué tiempo prevalece la alegría?
      El sol pudre la sangre, la cubre de asechanzas
      y hace brotar la sombra más sombría.

      El dolor y su manto
      vienen una vez más a nuestro encuentro.
      Y una vez más al callejón del llanto
      lluviosamente entro.

      Siempre me veo dentro
      de esta sombra de acíbar revocada,
      amasada con ojos y bordones,
      que un candil de agonía tiene puesto a la entrada
      y un rabioso collar de corazones.

      Llorar dentro de un pozo,
      en la misma raíz desconsolada
      del agua, del sollozo,
      del corazón quisiera:
      donde nadie me viera la voz ni la mirada,
      ni restos de mis lágrimas me viera.

      Entro despacio, se me cae la frente
      despacio, el corazón se me desgarra
      despacio, y despaciosa y negramente
      vuelvo a llorar al pie de una guitarra.

      Entre todos los muertos de elegía,
      sin olvidar el eco de ninguno,
      por haber resonado más en el alma mía,
      la mano de mi llanto escoge uno.

      Federico García
      hasta ayer se llamó: polvo se llama.
      Ayer tuvo un espacio bajo el día
      que hoy el hoyo le da bajo la grama.

      ¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres!
      Tu agitada alegría,
      que agitaba columnas y alfileres,
      de tus dientes arrancas y sacudes,
      y ya te pones triste, y sólo quieres
      ya el paraíso de los ataúdes.

      Vestido de esqueleto,
      durmiéndote de plomo,
      de indiferencia armado y de respeto,
      te veo entre tus cejas si me asomo.

      Se ha llevado tu vida de palomo,
      que ceñía de espuma
      y de arrullos el cielo y las ventanas,
      como un raudal de pluma
      el viento que se lleva las semanas.

      Primo de las manzanas,
      no podrá con tu savia la carcoma,
      no podrá con tu muerte la lengua del gusano,
      y para dar salud fiera a su poma
      elegirá tus huesos el manzano.

      Cegado el manantial de tu saliva,
      hijo de la paloma,
      nieto del ruiseñor y de la oliva:
      serás, mientras la tierra vaya y vuelva,
      esposo siempre de la siempreviva,
      estiércol padre de la madreselva.

      ¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,
      pero qué injustamente arrebatada!
      No sabe andar despacio, y acuchilla
      cuando menos se espera su turbia cuchillada.

      Tú, el más firme edificio, destruido,
      tú, el gavilán más alto, desplomado,
      tú, el más grande rugido,
      callado, y más callado, y más callado.

      Caiga tu alegre sangre de granado,
      como un derrumbamiento de martillos feroces,
      sobre quien te detuvo mortalmente.
      Salivazos y hoces
      caigan sobre la mancha de su frente.

      Muere un poeta y la creación se siente
      herida y moribunda en las entrañas.
      Un cósmico temblor de escalofríos
      mueve temiblemente las montañas,
      un resplandor de muerte la matriz de los ríos.

      Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
      veo un bosque de ojos nunca enjutos,
      avenidas de lágrimas y mantos:
      y en torbellinos de hojas y de vientos,
      lutos tras otros lutos y otros lutos,
      llantos tras otros llantos y otros llantos.

      No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
      volcán de arrope, trueno de panales,
      poeta entretejido, dulce, amargo,
      que el calor de los besos
      sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
      largo amor, muerte larga, fuego largo.

      Por hacer a tu muerte compañía,
      vienen poblando todos los rincones
      del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
      relámpagos de azules vibraciones.
      Crótalos granizados a montones,
      batallones de flautas, panderos y gitanos,
      ráfagas de abejorros y violines,
      tormentas de guitarras y pianos,
      irrupciones de trompas y clarines.

      Pero el silencio puede más que tanto instrumento.

      Silencioso, desierto, polvoriento
      que la muerte desierta,
      parece que tu lengua, que tu aliento,
      los ha cerrado el golpe de una puerta.

      Como si paseara con tu sombra,
      paseo con la mía
      por una tierra que el silencio alfombra,
      que el ciprés apetece más sombría.

      Rodea mi garganta tu agonía
      como un hierro de horca
      y pruebo una bebida funeraria.
      Tú sabes, Federico García Lorca,
      que soy de los que gozan una muerte diaria.

      -- 2 --

      SENTADO SOBRE LOS MUERTOS

      Sentado sobre los muertos
      que se han callado en dos meses,
      beso zapatos vacíos
      y empuño rabiosamente
      la mano del corazón
      y el alma que lo mantiene.

      Que mi voz suba a los montes
      y baje a la tierra y truene,
      eso pide mi garganta
      desde ahora y desde siempre.

      Acércate a mi clamor,
      pueblo de mi misma leche,
      árbol que con tus raíces
      encarcelado me tienes,
      que aquí estoy yo para amarte
      y estoy para defenderte
      con la sangre y con la boca
      como dos fusiles fieles.

      Si yo salí de la tierra,
      si yo he nacido de un vientre
      desdichado y con pobreza,
      no fue sino para hacerme
      ruiseñor de las desdichas,
      eco de la mala suerte,
      y cantar y repetir
      a quien escucharme debe
      cuanto a penas, cuanto a pobres,
      cuanto a tierra se refiere.

      Ayer amaneció el pueblo
      desnudo y sin qué ponerse,
      hambriento y sin qué comer,
      el día de hoy amanece
      justamente aborrascado
      y sangriento justamente.
      En su mano los fusiles
      leones quieren volverse
      para acabar con las fieras
      que lo han sido tantas veces.

      Aunque te falten las armas,
      pueblo de cien mil poderes,
      no desfallezcan tus huesos,
      castiga a quien te malhiere
      mientras que te queden puños,
      uñas, saliva, y te queden
      corazón, entrañas, tripas,
      cosas de varón y dientes.
      Bravo como el viento bravo,
      leve como el aire leve,
      asesina al que asesina,
      aborrece al que aborrece
      la paz de tu corazón
      y el vientre de tus mujeres.
      No te hieran por la espalda,
      vive cara a cara y muere
      con el pecho ante las balas,
      ancho como las paredes.

      Canto con la voz de luto,
      pueblo de mí, por tus héroes:
      tus ansias como las mías,
      tus desventuras que tienen
      del mismo metal el llanto,
      las penas del mismo temple,
      y de la misma madera
      tu pensamiento y mi frente,
      tu corazón y mi sangre,
      tu dolor y mis laureles.
      Antemuro de la nada
      esta vida me parece.

      Aquí estoy para vivir
      mientras el alma me suene,
      y aquí estoy para morir,
      cuando la hora me llegue,
      en los veneros del pueblo
      desde ahora y desde siempre.
      Varios tragos es la vida
      y un solo trago es la muerte.

      -- 3 --

      VIENTOS DEL PUEBLO ME LLEVAN

      Vientos del pueblo me llevan,
      vientos del pueblo me arrastran,
      me esparcen el corazón
      y me aventan la garganta.

      Los bueyes doblan la frente,
      impotentemente mansa,
      delante de los castigos:
      los leones la levantan
      y al mismo tiempo castigan
      con su clamorosa zarpa.

      No soy de un pueblo de bueyes,
      que soy de un pueblo que embargan
      yacimientos de leones,
      desfiladeros de águilas
      y cordilleras de toros
      con el orgullo en el asta.
      Nunca medraron los bueyes
      en los páramos de España.
      ¿:Quién habló de echar un yugo
      sobre el cuello de esta raza?
      ¿:Quién ha puesto al huracán
      jamás ni yugos ni trabas,
      ni quién al rayo detuvo
      prisionero en una jaula?

      Asturianos de braveza,
      vascos de piedra blindada,
      valencianos de alegría
      y castellanos de alma,
      labrados como la tierra
      y airosos como las alas;
      andaluces de relámpagos,
      nacidos entre guitarras
      y forjados en los yunques
      torrenciales de las lágrimas;
      extremeños de centeno,
      gallegos de lluvia y calma,
      catalanes de firmeza,
      aragoneses de casta,
      murcianos de dinamita
      frutalmente propagada,
      leoneses, navarros, dueños
      del hambre, el sudor y el hacha,
      reyes de la minería,
      señores de la labranza,
      hombres que entre las raíces,
      como raíces gallardas,
      vais de la vida a la muerte,
      vais de la nada a la nada:
      yugos os quieren poner
      gentes de la hierba mala,
      yugos que habéis de dejar
      rotos sobre sus espaldas.
      Crepúsculo de los bueyes
      está despuntando el alba.

      Los bueyes mueren vestidos
      de humildad y olor de cuadra:
      las águilas, los leones
      y los toros de arrogancia,
      y detrás de ellos, el cielo
      ni se enturbia ni se acaba.
      La agonía de los bueyes
      tiene pequeña la cara,
      la del animal varón
      toda la creación agranda.

      Si me muero, que me muera
      con la cabeza muy alta.
      Muerto y veinte veces muerto,
      la boca contra la grama,
      tendré apretados los dientes
      y decidida la barba.

      Cantando espero a la muerte,
      que hay ruiseñores que cantan
      encima de los fusiles
      y en medio de las batallas.

      -- 4 --

      EL NIÑO YUNTERO

      Carne de yugo, ha nacido
      más humillado que bello,
      con el cuello perseguido
      por el yugo para el cuello.

      Nace, como la herramienta,
      a los golpes destinado,
      de una tierra descontenta
      y un insatisfecho arado.

      Entre estiércol puro y vivo
      de vacas, trae a la vida
      un alma color de olivo
      vieja ya y encallecida.

      Empieza a vivir, y empieza
      a morir de punta a punta
      levantando la corteza
      de su madre con la yunta.

      Empieza a sentir, y siente
      la vida como una guerra,
      y a dar fatigosamente
      en los huesos de la tierra.

      Contar sus años no sabe,
      y ya sabe que el sudor
      es una corona grave
      de sal para el labrador.

      Trabaja, y mientras trabaja
      masculinamente serio,
      se unge de lluvia y se alhaja
      de carne de cementerio.

      A fuerza de golpes, fuerte,
      y a fuerza de sol, bruñido,
      con una ambición de muerte
      despedaza un pan reñido.

      Cada nuevo día es
      más raíz, menos criatura,
      que escucha bajo sus pies
      la voz de la sepultura.

      Y como raíz se hunde
      en la tierra lentamente
      para que la tierra inunde
      de paz y panes su frente.

      Me duele este niño hambriento
      como una grandiosa espina,
      y su vivir ceniciento
      revuelve mi alma de encina.

      Lo veo arar los rastrojos,
      y devorar un mendrugo,
      y declarar con los ojos
      que por qué es carne de yugo.

      Me da su arado en el pecho,
      y su vida en la garganta,
      y sufro viendo el barbecho
      tan grande bajo su planta.

      ¿:Quién salvará este chiquillo
      menor que un grano de avena?
      ¿:De dónde saldrá el martillo
      verdugo de esta cadena?

      Que salga del corazón
      de los hombre jornaleros,
      que antes de ser hombres son
      y han sido niños yunteros.

      -- 5 --

      LOS COBARDES

      Hombres veo que de hombres
      sólo tienen, sólo gastan
      el parecer y el cigarro,
      el pantalón y la barba.

      En el corazón son liebres,
      gallinas en las entrañas,
      galgos de rápido vientre,
      que en épocas de paz ladran
      y en épocas de cañones
      desaparecen del mapa.

      Estos hombres, estas liebres,
      comisarios de la alarma,
      cuando escuchan a cien leguas
      el estruendo de las balas,
      con singular heroísmo
      a la carrera se lanzan,
      se les alborota el ano,
      el pelo se les espanta.
      Valientemente se esconden,
      gallardamente se escapan
      del campo de los peligros
      estas fugitivas cacas,
      que me duelen hace tiempo
      en los cojones del alma.

      ¿:Dónde iréis que no vayáis
      a la muerte, liebres pálidas,
      podencos de poca fe
      y de demasiadas patas?
      ¿:No os avergüenza mirar
      en tanto lugar de España
      a tanta mujer serena
      bajo tantas amenazas?
      Un tiro por cada diente
      vuestra existencia reclama,
      cobardes de piel cobarde
      y de corazón de caña.
      Tembláis como poseídos
      de todo un siglo de escarcha
      y vais del sol a la sombra
      llenos de desconfianza.
      Halláis los sótanos poco
      defendidos por las casas.
      Vuestro miedo exige al mundo
      batallones de murallas,
      barreras de plomo a orillas
      de precipicios y zanjas
      para vuestra pobre vida,
      mezquina de sangre y ansias.
      No os basta estar defendidos
      por lluvias de sangre hidalga,
      que no cesa de caer,
      generosamente cálida,
      un día tras otro día
      a la gleba castellana.
      No sentís el llamamiento
      de las vidas derramadas.
      Para salvar vuestra piel
      las madrigueras no os bastan,
      no os bastan los agujeros,
      ni los retretes, ni nada.
      Huis y huis, dando al pueblo,
      mientras bebéis la distancia,
      motivos para mataros
      por las corridas espaldas.

      Solos se quedan los hombres
      al calor de las batallas,
      y vosotros, lejos de ellas,
      queréis ocultar la infamia,
      pero el color de cobardes
      no se os irá de la cara.

      Ocupad los tristes puestos
      de la triste telaraña.
      Sustituid a la escoba,
      y barred con vuestras nalgas
      la mierda que vais dejando
      donde colocáis la planta.

      -- 6 -- ELEGIA SEGUNDA --


      A Pablo de la Torriente, comisario político "Me quedaré en España, compañero",
      me dijiste con gesto enamorado.
      Y al fin sin tu edificio tronante de guerrero
      en la hierba de España te has quedado.

      Nadie llora a tu lado:
      desde el soldado al duro comandante,
      todos te ven, te cercan y te atienden
      con ojos de granito amenazante,
      con cejas incendiadas que todo el cielo encienden.

      Valentín el volcán, que si llora algún día
      será con unas lágrimas de hierro,
      se viste emocionado de alegría
      para robustecer el río de tu entierro.

      Como el yunque que pierde su martillo,
      Manuel Moral se calla
      colérico y sencillo.

      Y hay muchos capitanes y muchos comisarios
      quitándote pedazos de metralla,
      poniéndote trofeos funerarios.

      Ya no hablarás de vivos y de muertos,
      ya disfrutas la muerte del héroe, ya la vida
      que no te verá en las calles ni en los puertos
      pasar como una ráfaga garrida.

      Pablo de la Torriente,
      has quedado en España
      y en mi alma caído:
      nunca se pondrá el sol sobre tu frente,
      heredará tu altura la montaña
      y tu valor el toro del bramido.

      De una forma vestida de preclara
      has perdido las plumas y los besos,
      con el sol español puesto en la cara
      y el de Cuba en los huesos.

      Pasad ante el cubano generoso,
      hombres de su Brigada,
      con el fusil furioso,
      las botas iracundas y la mano crispada.

      Miradlo sonriendo a los terrones
      y exigiendo venganza bajo sus dientes mudos
      a nuestros más floridos batallones
      y a sus varones como rayos rudos.

      Ante Pablo los días se abstienen ya y no andan.
      No temáis que se extinga su sangre sin objeto,
      porque éste es de los muertos que crecen y se agrandan
      aunque el tiempo devaste su gigante esqueleto.

      -- 7 --

      NUESTRA JUVENTUD NO MUERE

      Caídos sí, no muertos, ya postrados titanes,
      están los hombres de resuelto pecho
      sobre las más gloriosas sepulturas:
      las eras de las hierbas y los panes,
      el frondoso barbecho,
      las trincheras oscuras.

      Siempre serán famosas
      estas sangres cubiertas de abriles y de mayos,
      que hacen vibrar las dilatadas fosas
      con su vigor que se decide en rayos.

      Han muerto como mueren los leones:
      peleando y rugiendo,
      espumosa la boca de canciones,
      de ímpetu las cabezas y las venas de estruendo.

      Héroes a borbotones,
      no han conocido el rostro a la derrota,
      y victoriosamente sonriendo
      se han desplomado en la besana umbría,
      sobre el cimiento errante de la bota
      y el firmamento de la gallardía.

      Una gota de pura valentía
      vale más que un océano cobarde.

      Bajo el gran resplandor de un mediodía
      sin mañana y sin tarde,
      unos caballos que parecen claros,
      aunque son tenebrosos y funestos,
      se llevan a estos hombres vestidos de disparos
      a sus inacabables y entretejidos puestos.

      No hay nada negro en estas muertes claras.
      Pasiones y tambores detengan los sollozos.
      Mirad, madres y novias, sus transparentes caras:
      la juventud verdea para siempre en sus bozos.

      -- 8 --

      LLAMO A LA JUVENTUD

      Los quince y los dieciocho,
      los dieciocho y los veinte...
      Me voy a cumplir los años
      al fuego que me requiere,
      y si resuena mi hora
      antes de los doce meses,
      los cumpliré bajo tierra.
      Yo trato que de mí queden
      una memoria de sol
      y un sonido de valiente.

      Si cada boca de España,
      de su juventud, pusiese
      estas palabras, mordiéndolas,
      en lo mejor de sus dientes:
      si la juventud de España,
      de un impulso solo y verde,
      alzara su gallardía,
      sus músculos extendiese
      contra los desenfrenados
      que apropiarse España quieren,
      sería el mar arrojando
      a la arena muda siempre
      varios caballos de estiércol
      de sus pueblos transparentes,
      con un brazo inacabable
      de perpetua espuma fuerte.

      Si el Cid volviera a clavar
      aquellos huesos que aún hieren
      el polvo y el pensamiento,
      aquel cerro de su frente,
      aquel trueno de su alma
      y aquella espada indeleble,
      sin rival, sobre su sombra
      de entrelazados laureles:
      al mirar lo que de España
      los alemanes pretenden,
      los italianos procuran,
      los moros, los portugueses,
      que han grabado en nuestro cielo
      constelaciones crueles
      de crímenes empapados
      en una sangre inocente,
      subiera en su airado potro
      y en su cólera celeste
      a derribar trimotores
      como quien derriba mieses.

      Bajo una zarpa de lluvia,
      y un racimo de relente,
      y un ejército de sol,
      campan los cuerpos rebeldes
      de los españoles dignos
      que al yugo no se someten,
      y la claridad los sigue,
      y los robles los refieren.
      Entre graves camilleros
      hay heridos que se mueren
      con el rostro rodeado
      de tan diáfanos ponientes,
      que son auroras sembradas
      alrededor de sus sienes.
      Parecen plata dormida
      y oro en reposo parecen.

      Llegaron a las trincheras
      y dijeron firmemente:
      ¡Aquí echaremos raíces
      antes que nadie nos eche!

      Y la muerte se sintió
      orgullosa de tenerles.

      Pero en los negros rincones,
      en los más negros, se tienden
      a llorar por los caídos
      madres que les dieron leche,
      hermanas que los lavaron,
      novias que han sido de nieve
      y que se han vuelto de luto
      y que se han vuelto de fiebre;
      desconcertadas viudas,
      desparramadas mujeres,
      cartas y fotografías
      que los expresan fielmente,
      donde los ojos se rompen
      de tanto ver y no verles,
      de tanta lágrima muda,
      de tanta hermosura ausente.

      Juventud solar de España:
      que pase el tiempo y se quede
      con un murmullo de huesos
      heroicos en su corriente.
      Echa tus huesos al campo,
      echa las fuerzas que tienes
      a las cordilleras foscas
      y al olivo del aceite.
      Reluce por los collados,
      y apaga la mala gente,
      y atrévete con el plomo,
      y el hombro y la pierna extiende.

      Sangre que no se desborda,
      juventud que no se atreve,
      ni es sangre, ni es juventud,
      ni relucen, ni florecen.
      Cuerpos que nacen vencidos,
      vencidos y grises mueren:
      vienen con la edad de un siglo,
      y son viejos cuando vienen.

      La juventud siempre empuja
      la juventud siempre vence,
      y la salvación de España
      de su juventud depende.

      La muerte junto al fusil,
      antes que se nos destierre,
      antes que se nos escupa,
      antes que se nos afrente
      y antes que entre las cenizas
      que de nuestro pueblo queden,
      arrastrados sin remedio
      gritemos amargamente:
      ¡Ay España de mi vida,
      ay España de mi muerte!

      -- 9 --

      RECOGED ESTA VOZ

      Naciones de la tierra, patrias del mar, hermanos
      del mundo y de la nada:
      habitantes perdidos y lejanos
      más que del corazón, de la mirada.

      Aquí tengo una voz enardecida,
      aquí tengo un vida combatida y airada,
      aquí tengo un rumor, aquí tengo una vida.

      Abierto estoy, mirad, como una herida.
      Hundido estoy, mirad, estoy hundido
      en medio de mi pueblo y de sus males.
      Herido voy, herido y malherido,
      sangrando por trincheras y hospitales.

      Hombres, mundos, naciones,
      atended, escuchad mi sangrante sonido,
      recoged mis latidos de quebranto
      en vuestros espaciosos corazones,
      porque yo empuño el alma cuando canto.

      Cantando me defiendo
      y defiendo mi pueblo cuando en mi pueblo imprimen
      su herradura de pólvora y estruendo
      los bárbaros del crimen.

      Esta es su obra, esta:
      pasan, arrasan como torbellinos,
      y son ante su cólera funesta
      armas los horizontes y muerte los caminos.

      El llanto que por valles y balcones se vierte,
      en las piedras diluvia y en las piedras trabaja,
      y no hay espacio para tanta muerte,
      y no hay madera para tanta caja.

      Caravanas de cuerpos abatidos.
      Todo vendajes, penas y pañuelos:
      todo camillas donde a los heridos
      se les quiebran las fuerzas y los vuelos.

      Sangre, sangre por árboles y suelos,
      sangre por aguas, sangre por paredes.
      y un temor de que España se desplome
      del peso de la sangre que moja entre sus redes
      hasta el pan que se come.

      Recoged este viento,
      naciones, hombres, mundos,
      que parte de las bocas de conmovido aliento
      y de los hospitales moribundos.

      Aplicad las orejas
      a mi clamor de pueblo atropellado,
      al ¡ay! de tantas madres, a las quejas
      de tanto ser luciente que el luto ha devorado.

      Los pechos que empujaban y herían las montañas,
      vedlos desfallecidos sin leche ni hermosura,
      y ved las blancas novias y las negras pestañas
      caídas y sumidas en una siesta oscura.

      Aplicad la pasión de las entrañas
      a este pueblo que muere con un gesto invencible
      sembrado por los labios y la frente,
      bajo los implacables aeroplanos
      que arrebatan terrible,
      terrible, ignominiosa, diariamente,
      a las madres los hijos de las manos.

      Ciudades de trabajo y de inocencia,
      juventudes que brotan de la encina,
      troncos de bronce, cuerpos de potencia
      yacen precipitados en la ruina.

      Un porvenir de polvo se avecina,
      se avecina un suceso
      en que no quedará ninguna cosa:
      ni piedra sobre piedra ni hueso sobre hueso.

      España no es España, que es una inmensa fosa,
      que es un gran cementerio rojo y bombardeado:
      los bárbaros la quieren de este modo.

      Será la tierra un denso corazón desolado,
      si vosotros, naciones, hombres, mundos,
      con mi pueblo del todo
      y vuestro pueblo encima del costado,
      no quebráis los colmillos iracundos.

      -- II --

      Pero no lo será: que un mar piafante,
      triunfante siempre, siempre decidido,
      hecho para la luz, para la hazaña,
      agita su cabeza de rebelde diamante,
      bate su pie calzado en el sonido
      por todos los cadáveres de España. --

      Es una juventud: recoged este viento.
      Su sangre es el cristal que no se empaña,
      su sombrero el laurel y el pedernal su aliento.

      Donde clava la fuerza de sus dientes
      brota un volcán de diáfanas espadas,
      y sus hombros batientes,
      y sus talones guían llamaradas.

      Está compuesta de hombres del trabajo:
      de herreros rojos, de albos albañiles,
      de yunteros con rostro de cosechas.
      Oceánicamente transcurren por debajo
      de un fragor de sirenas y herramientas fabriles
      y de gigantes arcos alumbrados con flechas.

      A pesar de la muerte, estos varones
      con metal y relámpagos igual que los escudos,
      hacen retroceder a los cañones
      acobardados, temblorosos, mudos.

      El polvo no los puede y hacen del polvo fuego,
      savia, explosión, verdura repentina:
      con su poder de abril apasionado
      precipitan el alma del espliego,
      el parto de la mina,
      el fértil movimiento del arado.

      Ellos harán de cada ruina un prado,
      de cada pena un fruto de alegría,
      de España un firmamento de hermosura.
      Vedlos agigantar el mediodía
      y hermosearlo todo con su joven bravura.

      Se merecen la espuma de los truenos,
      se merecen la vida y el olor del olivo,
      los españoles amplios y serenos
      que mueven la mirada como un pájaro altivo.

      Naciones, hombres, mundos, esto escribo:
      la juventud de España saldrá de las trincheras
      de pie, invencible como la semilla,
      pues tiene un alma llena de banderas
      que jamás se somete ni arrodilla.

      Allá van por los yermos de Castilla
      los cuerpos que parecen potros batalladores,
      toros de victorioso desenlace,
      diciéndose en su sangre de generosas flores
      que morir es la cosa más grande que se hace.

      Quedarán en el tiempo vencedores,
      siempre de sol y majestad cubiertos,
      los guerreros de huesos tan gallardos
      que si son muertos son gallardos muertos:
      la juventud que a España salvará, aunque tuviera
      que combatir con un fusil de nardos
      y una espada de cera.

      -- 10 --

      ROSARIO, DINAMITERA

      Rosario, dinamitera,
      sobre tu mano bonita
      celaba la dinamita
      sus atributos de fiera.
      Nadie al mirarla creyera
      que había en su corazón
      una desesperación,
      de cristales, de metralla
      ansiosa de una batalla,
      sedienta de una explosión.

      Era tu mano derecha,
      capaz de fundir leones,
      la flor de las municiones
      y el anhelo de la mecha.
      Rosario, buena cosecha,
      alta como un campanario
      sembrabas al adversario
      de dinamita furiosa
      y era tu mano una rosa
      enfurecida, Rosario.

      Buitrago ha sido testigo
      de la condición de rayo
      de las hazañas que callo
      y de la mano que digo.
      ¡Bien conoció el enemigo
      la mano de esta doncella,
      que hoy no es mano porque de ella,
      que ni un solo dedo agita,
      se prendó la dinamita
      y la convirtió en estrella!

      Rosario, dinamitera,
      puedes ser varón y eres
      la nata de las mujeres,
      la espuma de la trinchera.
      Digna como una bandera
      de triunfos y resplandores,
      dinamiteros pastores,
      vedla agitando su aliento
      y dad las bombas al viento
      del alma de los traidores.

      -- 11 --

      JORNALEROS

      Jornaleros que habéis cobrado en plomo
      sufrimientos, trabajos y dineros.
      Cuerpos de sometido y alto lomo:
      jornaleros.

      Españoles que España habéis ganado
      labrándola entre lluvias y entre soles.
      Rabadanes del hambre y el arado:
      españoles.

      Esta España que, nunca satisfecha
      de malograr la flor de la cizaña,
      de una cosecha pasa a otra cosecha:
      esta España.

      Poderoso homenaje a las encinas,
      homenaje del toro y el coloso,
      homenaje de páramos y minas
      poderoso.

      Esta España que habéis amamantado
      con sudores y empujes de montaña,
      codician los que nunca han cultivado
      esta España.

      ¿:Dejaremos llevar cobardemente
      riquezas que han forjado nuestros remos?
      ¿:Campos que ha humedecido nuestra frente
      dejaremos?

      Adelanta, español, una tormenta
      de martillos y hoces: ruge y canta.
      Tu porvenir, tu orgullo, tu herramienta
      adelanta.

      Los verdugos, ejemplo de tiranos,
      Hitler y Mussolini labran yugos.
      Sumid en un retrete de gusanos
      los verdugos.

      Ellos, ellos nos traen una cadena
      de cárceles, miserias y atropellos.
      ¿:Quién España destruye y desordena?
      ¡Ellos!¡Ellos!

      Fuera, fuera, ladrones de naciones,
      guardianes de la cúpula banquera,
      cluecas del capital y sus doblones:
      ¡fuera, fuera!

      Arrojados seréis como basura
      de todas partes y de todos lados.
      No habrá para vosotros sepultura,
      arrojados.

      La saliva será vuestra mortaja,
      vuestro final la bota vengativa,
      y sólo os dará sombra, paz y caja
      la saliva.

      Jornaleros: España, loma a loma,
      es de gañanes, pobres y braceros.
      ¡No permitáis que el rico se la coma,
      jornaleros!

      -- 12 --

      AL SOLDADO INTERNACIONAL CAIDO EN ESPAÑA

      Si hay hombres que contienen un alma sin fronteras,
      una esparcida frente de mundiales cabellos,
      cubierta de horizontes, barcos y cordilleras,
      con arena y con nieve, tú eres uno de aquellos.

      Las patrias te llamaron con todas sus banderas,
      que tu aliento llenara de movimientos bellos.
      Quisiste apaciguar la sed de las panteras,
      y flameaste henchido contra sus atropellos.

      Con un sabor a todos los soles y los mares,
      España te recoge porque en ella realices
      tu majestad de árbol que abarca un continente.

      A través de tus huesos irán los olivares
      desplegando en la tierra sus más férreas raíces,
      abrazando a los hombres universal, fielmente.

      -- 13 --

      ACEITUNEROS

      Andaluces de Jaén,
      aceituneros altivos,
      decidme en el alma: ¿:quién,
      quién levantó los olivos?

      No los levantó la nada,
      ni el dinero, ni el señor,
      sino la tierra callada,
      el trabajo y el sudor.

      Unidos al agua pura
      y a los planetas unidos,
      los tres dieron la hermosura
      de los troncos retorcidos.

      Levántate, olivo cano,
      dijeron al pie del viento.
      Y el olivo alzó una mano
      poderosa de cimiento.

      Andaluces de Jaén,
      aceituneros altivos,
      decidme en el alma, ¿:quién
      amamantó los olivos?

      Vuestra sangre, vuestra vida,
      no la del explotador
      que se enriqueció en la herida
      generosa de sudor.

      No la del terrateniente
      que os sepultó en la pobreza,
      que os pisoteó la frente,
      que os redujo la cabeza.

      Árboles que vuestro afán
      consagró al centro del día
      eran principio de un pan
      que sólo el otro comía.

      ¡Cuántos siglos de aceituna,
      los pies y las manos presos,
      sol a sol y luna a luna,
      pesan sobre vuestros huesos!

      Andaluces de Jaén,
      aceituneros altivos,
      pregunta mi alma: ¿:de quién,
      de quién son estos olivos?

      Jaén, levántate brava
      sobre tus piedras lunares,
      no vayas a ser esclava
      con todos tus olivares.

      Dentro de la claridad
      del aceite y sus aromas,
      indican tu libertad
      la libertad de las lomas.

      -- 14 --

      VISIÓN DE SEVILLA

      ¿:Quién te verá, ciudad de manzanilla,
      amorosa ciudad, la ciudad más esbelta,
      que encima de una torre llevas puesto: Sevilla?

      Dolor a rienda suelta:
      la ciudad de cristal se empaña, cruje.
      Un tormentoso toro da una vuelta
      al horizonte y al silencio, y muge.

      Detrás del toro, al borde de su ruina,
      la ciudad que viviera
      bajo una cabellera de mujer soleada,
      sobre una perfumada cabellera,
      la ciudad cristalina
      yace pisoteada.

      Una bota terrible de alemanes poblada
      hunde su marca en el jazmín ligero,
      pesa sobre el naranjo aleteante:
      y pesa y hunde su talón grosero
      un general de vino desgarrado,
      de lengua pegajosa y vacilante,
      de bigotes de alambre groseramente astado.

      Mirad, oíd: mordiscos en las rejas,
      cepos contra las manos,
      horrores reluciendo por las cejas,
      luto en las azoteas, muerte en los sevillanos.

      Cólera contenida por los gestos,
      carne despedazada ante la soga,
      y lágrimas ocultas en los tiestos,
      en las roncas guitarras donde un pueblo se ahoga.

      Un clamor de oprimidos,
      de huesos que exaspera la cadena,
      de tendones talados, demolidos
      por un cuchillo siervo de una hiena.

      Se nubló la azucena,
      la airosa maravilla:
      patíbulos y cárceles degüellan los gemidos,
      la juventud, el aire de Sevilla.

      Amordazado el ruiseñor, desierto
      el arrayán, el día deshonrado,
      tembloroso el cancel, el patio muerto
      y el surtidor, en medio, degollado.

      ¿:Qué son las sevillanas
      de claridad radiante y penumbrosa?
      Mantillas mustias, mustias porcelanas
      violadas a la orilla de la fosa.

      Con angustia y claveles oprime sus ventanas
      la población de abril. La cal se altera
      eclipsada con rojo zumo humano.

      Guadalquivir, Guadalquivir, espera:
      ¡no te lleves a tanto sevillano!

      -- 15 --

      CENICIENTO MUSSOLINI

      Ven a Guadalajara, dictador de cadenas,
      carcelaria mandíbula de canto:
      verás la retiradas miedosa de tu hienas,
      verás el apogeo del espanto.

      Rumorosa provincia de colmenas,
      la patria del panal estremecido,
      la dulce Alcarria, amarga como el llanto,
      amarga te ha sabido.

      Ven y verás, mortífero bandido,
      ruedas de tus cañones,
      banderas de tu ejército, carne de tus soldados,
      huesos de tus legiones,
      trajes y corazones destrozados.

      Una extensión de muertos humeantes:
      muertos que humean ante la colina,
      muertos bajo la nieve,
      muertos sobre los páramos gigantes,
      muertos junto a la encina,
      muertos dentro del agua que les llueve.

      Sangre que no se mueve
      de convertida en hielo.
      Vuela sin pluma un ala numerosa,
      rojo y audaz, que abarca todo el cielo
      y abre a cada italiano la explosión de una fosa.

      Un titánico vuelo
      de aeroplanos de España
      te vence, te tritura,
      ansiosa telaraña,
      con su majestuosa dentadura.

      Ven y verás sobre la gleba oscura
      alzarse como un fósforo glorioso,
      sobreponerse al hambre, levantarse del barro,
      desprenderse del barro con emoción y brío
      vívidas esculturas sin reposo,
      españoles del bronce más bizarro,
      con el cabello blanco de rocío.

      Los verás rebelarse contra el frío,
      de no beber la boca dilatada,
      mas vencida la sed con la sonrisa:
      de no dormir extensa la mirada,
      y destrozada a tiros la camisa.

      Manda plomo y acero
      en grandes emisiones combativas,
      con esa voluntad de carnicero
      digna de que la entierren las más sucias salivas.

      Agota las riquezas italianas,
      la cantidad preciosa de sus seres,
      deja exhaustas sus minas, sin nadie sus ventanas,
      desiertos sus arados y mudos sus talleres.

      Enviuda y desangra sus mujeres:
      nada podrás contra este pueblo mío,
      tan sólido y tan alto de cabeza,
      que hasta sobre la muerte mueve su poderío,
      que hasta del junco saca fortaleza.

      Pueblo de Italia, un hombre te destroza:
      repudia su dictamen con un gesto infinito.
      Sangre unánime viertes que ni roza,
      ni da en su corazón de teatro y granito.
      Tus muertos callan clamorosamente
      y te indican un grito
      liberador, valiente.

      Dictador de patíbulos, morirás bajo el diente
      de tu pueblo y de miles.
      Ya tus mismos cañones van contra tus soldados,
      y alargan hacia ti su hierro los fusiles
      que contra España tienes vomitados.

      Tus muertos a escupirnos se levanten:
      a escupirnos el alma se levanten los nuestros
      de no lograr que nuestros vivos canten
      la destrucción de tantos eslabones siniestros.
      Dos especies de manos se enfrentan en la vida,

      -- 16 --

      LAS MANOS

      brotan del corazón, irrumpen por los brazos,
      saltan, y desembocan sobre la luz herida
      a golpes, a zarpazos.

      La mano es la herramienta del alma, su mensaje,
      y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente.
      Alzad, moved las manos en un gran oleaje,
      hombres de mi simiente.

      Ante la aurora veo surgir las manos puras
      de los trabajadores terrestres y marinos,
      como una primavera de alegres dentaduras,
      de dedos matutinos.

      Endurecidamente pobladas de sudores,
      retumbantes las venas desde las uñas rotas,
      constelan los espacios de andamios y clamores,
      relámpagos y gotas.

      Conducen herrerías, azadas y telares,
      muerden metales, montes, raptan hachas, encinas,
      y construyen, si quieren, hasta en los mismos mares
      fábricas, pueblos, minas.

      Estas sonoras manos oscuras y lucientes
      las reviste una piel de invencible corteza,
      y son inagotables y generosas fuentes
      de vida y de riqueza.

      Como si con los astros el polvo peleara,
      como si los planetas lucharan con gusanos,
      la especie de las manos trabajadora y clara
      lucha con otras manos.

      Feroces y reunidas en un bando sangriento,
      avanzan al hundirse los cielos vespertinos
      unas manos de hueso lívido y avariento,
      paisaje de asesinos.

      No han mudado: no cantan. Sus dedos vagan roncos,
      mudamente aletean, se ciernen, se propagan.
      Ni tejieron la pana, ni mecieron los troncos,
      y blandas de ocio vagan.

      Empuñan crucifijos y acaparan tesoros
      que a nadie corresponden sino a quien los labora,
      y sus mudos crepúsculos absorben los sonoros
      caudales de la aurora.

      Orgullo de puñales, arma de bombardeos
      con un cáliz, un crimen y un muerto en cada uña:
      ejecutoras pálidas de los negros deseos
      que la avaricia empuña.

      ¿:Quién lavará estas manos fangosas que se extienden
      al agua y la deshonran, enrojecen y estragan?
      Nadie lavará manos que en el puñal se encienden
      y en el amor se apagan.

      Las laboriosas manos de los trabajadores
      caerán sobre vosotras con dientes y cuchillas.
      Y las verán cortadas tantos explotadores
      en sus mismas rodillas.

      -- 17 --

      EL SUDOR

      En el mar halla el agua su paraíso ansiado
      y el sudor su horizonte, su fragor, su plumaje.
      El sudor es un árbol desbordante y salado,
      un voraz oleaje.

      Llega desde la edad del mundo más remota
      a ofrecer a la tierra su copa sacudida,
      a sustentar la sed y la sal gota a gota,
      a iluminar la vida.

      Hijo del movimiento, primo del sol, hermano
      de la lágrima, deja rodando por las eras,
      del abril al octubre, del invierno al verano,
      aúreas enredaderas.

      Cuando los campesinos van por la madrugada
      a favor de la esteva removiendo el reposo,
      se visten una blusa silenciosa y dorada
      de sudor silencioso.

      Vestidura de oro de los trabajadores,
      adorno de las manos como de las pupilas.
      Por la atmósfera esparce sus fecundos olores
      una lluvia de axilas.

      El sabor de la tierra se enriquece y madura:
      caen los copos del llanto laborioso y oliente,
      maná de los varones y de la agricultura,
      bebida de mi frente.

      Los que no habéis sudado jamás, los que andáis yertos
      en el ocio sin brazos, sin música, sin poros,
      no usaréis la corona de los poros abiertos
      ni el poder de los toros.

      Viviréis maloliendo, moriréis apagados:
      la encendida hermosura reside en los talones
      de los cuerpos que mueven sus miembros trabajados
      como constelaciones.

      Entregad al trabajo, compañeros, las frentes:
      que el sudor, con su espada de sabrosos cristales,
      con sus lentos diluvios, os hará transparentes,
      venturosos, iguales.

      -- 18 --

      JURAMENTO DE LA ALEGRIA

      Sobre la roja España blanca y roja,
      blanca y fosforescente,
      una historia de polvo se deshoja,
      irrumpe un sol unánime, batiente.

      Es un pleno de abriles,
      una primaveral caballería,
      que inunda de galopes los perfiles
      de España: es el ejército del sol, de la alegría.

      Desaparece la tristeza, el día
      devorador, el marchitado tallo,
      cuando, avasalladora llamarada,
      galopa la alegría de un caballo
      igual que una bandera desbocada.

      A su paso se paran los relojes,
      las abejas, los niños se alborotan,
      los vientres son más fértiles, más profusas las trojes,
      saltan las piedras, los lagartos trotan.

      Se hacen las carreteras de diamantes,
      el horizonte los perturban mieses
      y otras visiones relampagueantes,
      y se sienten felices los cipreses.

      Avanza la alegría derrumbando montañas
      y las bocas avanzan como escudos.
      Se levanta la risa, se caen las telarañas
      ante el chorro potente de los dientes desnudos.

      La alegría es un huerto del corazón con mares
      que a los hombres invaden de rugidos,
      que a las mujeres muerden de collares
      y a la piel de relámpagos transidos.

      Alegraos por fin los carcomidos,
      los desplomados bajo la tristeza:
      salid de los vivientes ataúdes,
      sacad de entre las piernas la cabeza,
      caed en la alegría como grandes taludes.

      Alegres animales,
      la cabra, el gamo, el potro, las yeguadas,
      se desposan delante de los hombres contentos.
      Y paren las mujeres lanzando carcajadas,
      desplegando en su carne firmamentos.

      Todo son jubilosos juramentos.
      Cigarras, viñas, gallos incendiados,
      los árboles del Sur: naranjos y nopales,
      higueras y palmeras y granados,
      y encima el mediodía curtiendo cereales.

      Se despedaza el agua en los zarzales:
      las lágrimas no arrasan,
      no duelen las espinas ni las flechas.
      Y se grita ¡Salud! a todos los que pasan
      con la boca anegada de cosechas.

      Tiene el mundo otra cara. Se acerca lo remoto
      en una muchedumbre de bocas y de brazos.
      Se ve la muerte como un mueble roto,
      como una blanca silla hecha pedazos.

      Salí del llanto, me encontré en España,
      en una plaza de hombres de fuego imperativo.
      Supe que la tristeza corrompe, enturbia, daña ...
      Me alegré seriamente lo mismo que el olivo.

      -- 19 --

      PRIMERO DE MAYO DE 1937

      No sé qué sepultada artillería
      dispara desde abajo los claveles,
      ni qué caballería
      cruza tronando y hace que huelan los laureles.

      Sementales corceles,
      toros emocionados,
      como una fundición de bronce y hierro,
      surgen tras una crin de todos lados,
      tras un rendido y pálido cencerro.

      Mayo los animales pone airados:
      la guerra más se aíra,
      y detrás de las armas los arados
      braman, hierven las flores, el sol gira.

      Hasta el cadáver secular delira.

      Los trabajos de mayo:
      escala su cenit la agricultura.

      Aparece la hoz igual que un rayo
      inacabable en una mano oscura.

      A pesar de la guerra delirante,
      no amordazan los picos sus canciones,
      y el rosal da su olor emocionante
      porque el rosal no teme a los cañones.

      Mayo es hoy más colérico y potente:
      lo alimenta la sangre derramada,
      la juventud que convirtió en torrente
      su ejecución de lumbre entrelazada.

      Deseo a España un mayo ejecutivo,
      vestido con la enterna plenitud de la era.
      El primer árbol es su abierto olivo
      y no va a ser su sangre la postrera.

      La España que hoy no se ara, se arará toda entera.

      -- 20 --

      EL INCENDIO

      Europa se ha prendido, se ha incendiado:
      de Rusia a España va, de extremo a extremo,
      el incendio que lleva enarbolado,
      con un furor, un ímpetu supremo.

      Cabalgan sus hogueras,
      trota su lumbre arrolladoramente,
      arroja sus flotantes y cálidas banderas,
      sus victoriosas llamas sobre el triste occidente.

      Purifica, penetra en las ciudades,
      alumbra, sopla, da en los rascacielos,
      empuja las estatuas, muerde, aventa:
      arden inmensidades
      de edificios podridos como leves pañuelos,
      cesa la noche, el día se acrecienta.

      Cruza un gran tormenta
      de aeroplanos y anhelos.
      Se propaga la sombra de Lenin, se propaga,
      avanza enrojecida por los hielos,
      inunda estepas, salta serranías,
      recoge, cierra, besa toda llaga,
      aplasta las miserias y las melancolías.

      Es como un sol que eclipsa las tinieblas lunares,
      es como un corazón que se extiende y absorbe,
      que se despliega igual que el coral de los mares
      en bandadas de sangre a todo el orbe.

      Es un olor que alegra los olfatos
      y una canción que halla sus ecos en las minas.

      España suena llena de retratos
      de Lenin entre hogueras matutinas.

      Bajo un diluvio de hombres extinguidos,
      España se defiende
      con un soldado ardiendo de toda podredumbre.
      Y por los Pirineos ofendidos
      alza sus llamas, sus hogueras tiende
      para estrechar con Rusia los cercos de la lumbre.

      -- 21 --

      CANCION DEL ESPOSO SOLDADO

      He poblado tu vientre de amor y sementera,
      he prolongado el eco de sangre a que respondo
      y espero sobre el surco como el arado espera:
      he llegado hasta el fondo.

      Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
      esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
      tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
      de cierva concebida.

      Ya me parece que eres un cristal delicado,
      temo que te me rompas al más leve tropiezo,
      y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
      fuera como el cerezo.

      Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
      te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
      Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
      ansiado por el plomo.

      Sobre los ataúdes feroces en acecho,
      sobre los mismo muertos sin remedio y sin fosa
      te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
      hasta en el polvo, esposa.

      Cuando junto a los campos de combate te piensa
      mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
      te acercas hacia mí como una boca inmensa
      de hambrienta dentadura.

      Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
      aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
      y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
      y defiendo tu hijo.

      Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,
      envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
      y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
      sin colmillos ni garras.

      Es preciso matar para seguir viviendo.
      Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
      y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
      cosida por tu mano.

      Tus piernas implacables al parto van derechas,
      y tu implacable boca de labios indomables,
      y ante mi soledad de explosiones y brechas
      recorres un camino de besos implacables.

      Para el hijo será la paz que estoy forjando.
      Y al fin en un océano de irremediables huesos
      tu corazón y el mío naufragarán, quedando
      una mujer y un hombre gastados por los besos.

      -- 22 --

      CAMPESINO DE ESPAÑA

      Traspasada por junio,
      por España y la sangre,
      se levanta mi lengua
      con clamor a llamarte.

      Campesino que mueres,
      campesino que yaces
      en la tierra que siente
      no tragar alemanes,
      no morder italianos:
      español que te abates
      con la nuca marcada
      por un yugo infamante,
      que traicionas al pueblo
      defensor de los panes:
      campesino, despierta,
      español, que no es tarde.

      Calabozos y hierros,
      calabozos y cárceles,
      desventuras, presidios,
      atropellos y hambres,
      eso estás defendiendo,
      no otra cosa más grande.
      Perdición de tus hijos,
      maldición de tus padres,
      que doblegas tus huesos
      al verdugo sangrante,
      que deshonras tu trigo,
      que tu tierra deshaces,
      campesino, despierta,
      español, que no es tarde.

      Retroceden al hoyo
      que se cierra y se abre,
      por la fuerza del pueblo
      forjador de verdades,
      escuadrones del crimen,
      corazones brutales,
      dictadores del polvo,
      soberanos voraces.

      Con la prisa del fuego,
      en un mágico avance,
      un ejército férreo
      que cosecha gigantes
      los arrastra hasta el polvo,
      hasta el polvo los barre.

      No hay quien sitie la vida,
      no hay quien cerque la sangre
      cuando empuña sus alas
      y las clava en el aire.

      La alegría y la fuerza
      de estos músculos parte
      como un hondo y sonoro
      manantial de volcanes.

      Vencedores seremos,
      porque somos titanes
      sonriendo a las balas
      y gritando: ¡Adelante!
      La salud de los trigos
      sólo aquí huele y arde.

      De la muerte y la muerte
      sois: de nadie y de nadie.
      De la vida nosotros,
      del sabor de los árboles.

      Victoriosos saldremos
      de las fúnebres fauces,
      remontándonos libres
      sobre tantos plumajes,
      dominantes las frentes,
      el mirar dominante,
      y vosotros vencidos
      como aquellos cadáveres.

      Campesino, despierta,
      español, que no es tarde.
      A este lado de España
      esperamos que pases:
      que tu tierra y tu cuerpo
      la invasión no se trague.

      -- 23 --

      PASIONARIA

      Moriré como el pájaro: cantando,
      penetrado de pluma y entereza,
      sobre la duradera claridad de las cosas.
      Cantando ha de cogerme el hoyo blando,
      tendida el alma, vuelta la cabeza
      hacia las hermosuras más hermosas.

      Una mujer que es una estepa sola
      habitada de aceros y criaturas,
      sube de espuma y atraviesa de ola
      por este municipio de hermosuras.

      Dan ganas de besar los pies y la sonrisa
      a esta herida española,
      y aquel gesto que lleva de nación enlutada,
      y aquella tierra que de pronto pisa
      como si contuviera la tierra en la pisada.

      Fuego la enciende, fuego la alimenta:
      fuego que crece, quema y apasiona
      desde el almendro en flor de su osamenta.
      A sus pies, la ceniza más helada se encona.

      Vasca de generosos yacimientos:
      encina, piedra, vida, hierba noble,
      naciste para dar dirección a los vientos,
      naciste para ser esposa de algún roble.

      Sólo los montes pueden sostenerte
      grabada estás en tronco sensitivo,
      esculpida en el sol de los viñedos.
      El minero descubre por oírte y por verte
      las sordas galerías del mineral cautivo,
      y a través de la tierra les lleva hasta tus dedos.

      Tus dedos y tus uñas fulgen como carbones,
      amenazando fuego hasta a los astros
      porque en mitad de la palabra pones
      una sangre que deja fósforo entre sus rastros.

      Claman tus brazos que hacen hasta espuma
      al chocar contra el viento:
      se desbordan tu pecho y tus arterias
      porque tanta maleza se consuma,
      porque tanto tormento,
      porque tantas miserias.

      Los herreros te cantan al son de la herrería,
      Pasionaria el pastor escribe en la cayada
      y el pescador a besos te dibuja en las velas.

      Oscuro el mediodía,
      la mujer redimida y agrandada,
      naufragadas y heridas las gacelas
      se reconocen al fulgor que envía
      tu voz incandescente, manantial de candelas.

      Quemando con el fuego de la cal abrasada,
      hablando con la boca de los pozos mineros,
      mujer, España, madre en infinito,
      eres capaz de producir luceros,
      eres capaz de arder de un solo grito.
      Pierden maldad y sombra tigres y carceleros.

      Por tu voz habla España la de las cordilleras,
      la de los brazos pobres y explotados,
      crecen los héroes llenos de palmeras
      y mueren saludándote pilotos y soldados.

      Oyéndore batir como cubierta
      de meridianos, yunques y cigarras,
      el varón español sale a su puerta
      a sufrir recorriendo llanuras de guitarras.

      Ardiendo quedarás enardecida
      sobre el arco nublado del olvido,
      sobre el tiempo que teme sobrepasar tu vida
      y toca como un ciego, bajo un puente
      de ceño envejecido,
      un violín lastimado e impotente.

      Tu cincelada fuerza lucirá eternamente,
      fogosamente plena de destellos.
      Y aquel que de la cárcel fue mordido
      terminará su llanto en tus cabellos.

      -- 24 --

      EUZKADI

      Italia y Alemania dilataron sus velas
      de lodo carcomido,
      agruparon, sembraron sus luctuosas telas,
      lanzaron las arañas más negras de su nido.

      Contra España cayeron y España no ha caído.

      España no es un grano,
      ni una ciudad, ni dos, ni tres ciudades.
      España no se abarca con la mano
      que arroja en su terreno puñados de crueldades.

      Al mar no se lo tragan los barcos invasores,
      mientras existe un árbol el bosque no se pierde,
      una pared perdura sobre un solo ladrillo.
      España se defiende de reveses traidores,
      y avanza, y lucha, y muerde
      mientras le quede un hombre de pie como un cuchillo.

      Si no se pierde todo no se ha perdido nada.

      En tanto aliente un español con ira
      fulgurante de espada,
      ¿:se perderá? ¡Mentira!

      Mirad, no lo contrario que sucede,
      sino lo favorable que promete el futuro,
      los anchos porvenires que allá se bambolean.
      El acero no cede,
      el bronce sigue en su color y duro,
      la piedra no se ablanda por más que la golpean.

      No nos queda un varón, sino millones,
      ni un corazón que canta: ¡soy un muro!,
      que es una inmensidad de corazones.

      En Euzkadi han caído no sé cuántos leones
      y una ciudad por la invasión deshechos.
      Su soplo de silencio nos anima,
      y su valor redobla en nuestros pechos
      atravesando España por debajo y encima.

      No se debe llorar, que no es la hora,
      hombres en cuya piel se transparenta
      la libertad del mar trabajadora.

      Quien se para a llorar, quien se lamenta
      contra la piedra hostil del desaliento,
      quien se pone a otra cosa que no sea el combate,
      no será un vencedor, será un vencido lento.

      Español, al rescate
      de todo lo perdido.
      ¡Venceré! has de gritar sobre cada momento
      para no ser vencido.

      Si fuera un grano lo que nos quedara,
      España salvaremos con un grano.
      La victoria es un fuego que alumbra nuestra cara
      desde un remoto monte cada vez más cercano.

      -- 25 --

      FUERZA DEL MANZANARES

      La voz de bronce no hay quien la estrangule:
      mi voz de bronce no hay quien la corrompa.
      No puede ser ni que el silencio anule
      su soplo ejecutivo de pasión y de trompa.

      Con esta voz templada al fuego vivo,
      amasada en un bronce de pesares,
      salgo a la puerta eterna del olivo,
      y dejo dicho entre los olivares...

      El río Manzanares,
      un traje inexpugnable de soldado
      tejido por la bala y la ribera,
      sobre su adolescencia de juncos ha colgado.

      Hoy es un río y antes no lo era:
      era una gota de metal mezquino,
      un arenal apenas transitado,
      sin gloria y sin destino.

      Hoy es un trinchera
      de agua que no reduce nadie, nada,
      tan relampagueante que parece
      en la carne del mismo sol cavada.

      El leve Manzanares se merece
      ser mar entre los mares.

      Al mar, al tiempo, al sol, a este río que crece,
      jamás podrás herirlos por más que les dispares.

      Tus aguas de pequeña muchedumbre,
      ay río de Madrid, yo he defendido,
      y la ciudad que al lado es una cumbre
      de diamante agresor y esclarecido.

      Cansado acaso, pero no vencido,
      sale de sus jornadas el soldado.
      En la boca le canta una cigarra
      y otra heroica cigarra en el costado.

      ¿:Adónde fue el colmillo con la garra?

      La hiena no ha pasado
      a donde más quería.

      Madrid sigue en su puesto ante la hiena,
      con su altura de día.

      Una torre de arena
      ante Madrid y el río se derrumba.

      En todas las paredes está escrito:
      Madrid será tu tumba.

      Y alguien cavó ya el hoyo de este grito.

      Al río Manzanares lo hace crecer la vena
      que no se agota nunca y enriquece.

      A fuerza de batallas y embestidas,
      crece el río que crece
      bajo los afluentes que forman las heridas.

      Camino de ser mar va el Manzanares:
      rojo y cálido avanza
      a regar, además del Tajo y de los mares,
      donde late un obrero de esperanza.

      Madrid, por él regado, se abalanza
      detrás de sus balcones y congojas,
      grabado en un rubí de lontananza
      con las paredes cada vez más rojas.

      Chopos que a los soldados
      levanta monumentos vegetales,
      un resplandor de huesos liberados
      lanzan alegremente sobre los hospitales.

      El alma de Madrid inunda las naciones,
      el Manzanares llega triunfante al infinito,
      pasa como la historia sonando sus renglones,
      y en el sabor del tiempo queda escrito.

      -- FIN de Viento del pueblo --

    IMAGEN DE TU HUELLA}> @Imagen-de-tu-huella

    Miguel Hernández

    Imagen de tu huella

    (1939)

    IMAGEN DE TU HUELLA
    (1934)

    @§ ASTROS MOMIFICADOS Y BRAVIOS

    I

    Astros momificados y bravíos
    sobre cielos de abismos y barrancas
    como densas coronas de carlancas
    y de erizados pensamientos míos.

    Bajo la luz mortal de los estíos,
    zancas y uñas se os ponen oriblancas,
    y os azuzáis las uñas y las zancas
    ¡en qué airados y eternos desafíos!

    ¡Qué dolor vuestro tacto y vuestra vista!
    intimidáis los ánimos más fuertes,
    anatómicas penas vegetales

    Todo es peligro de agresiva arista,
    sugerencia de huesos y de muertes,
    inminencia de hogueras y de males.

    MIS OJOS, SIN TUS OJOS, NO SON OJOS

    II

    Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos,
    que son dos hormigueros solitarios,
    y son mis manos sin las tuyas varios
    intratables espinos a manojos..

    No me encuentro los labios sin tus rojos,
    que me llenan de dulces campanarios,
    sin ti mis pensamientos son calvarios
    criando nardos y agostando hinojos.

    No sé qué es de mi oreja sin tu acento,
    ni hacia qué polo yerro sin tu estrella,
    y mi voz sin tu trato se afemina.

    Los olores persigo de tu viento
    y la olvidada imagen de tu huella,
    que en ti principia, amor, y en mí termina.

    @§ YA SE DESEMBARAZA Y SE DESMEMBRA

    III

    Ya se desembaraza y se desmembra
    el angélico lirio de la cumbre,
    y al desembarazarse da un relumbre
    que de un puro relámpago me siembra.

    Es el tiempo del macho y de la hembra,
    y una necesidad, no una costumbre,
    besar, amar en medio de esta lumbre
    que el destino decide de la siembra.

    Toda la creación busca pareja:
    se persiguen los picos y los huesos,
    hacen la vida par todas las cosas.

    En una soledad impar que aqueja,
    yo entre esquilas sonantes como besos
    y corderas atentas como esposas.

    @§ PIROTÉCNICOS PÓRTICOS DE AZAHARES

    IV

    Pirotécnicos pórticos de azahares,
    que glorificarán los ruy-señores
    pronto con sus noctámbulos ardores,
    conciertan los amargos limonares.

    Entusiasman los aires de cantares
    fervorosos y alados contramores,
    y el giratorio mundo va a mayores
    por arboledas, campos y lugares.

    La sangre está llegando a su apogeo
    en torno a las criaturas, como palma
    de ansia y de garganta inagotable.

    ¡Oh, primavera verde de deseo,
    qué martirio tu vista dulce y alma
    para quien anda solo y miserable!

    FIN

    EL HOMBRE ACECHA}>
    @El-hombre-acecha

    Miguel Hernández

    El hombre

    (1937-1939)

      @§ 

      CANCION PRIMERA

      Se ha retirado el campo
      al ver abalanzarse
      crispadamente al hombre.

      ¡Qué abismo entre el olivo
      y el hombre se descubre!

      El animal que canta:
      el animal que puede
      llorar y echar raíces,
      rememoró sus garras.

      Garras que revestía
      de suavidad y flores,
      pero que, al fin, desnuda
      en toda su crueldad.

      Crepitan en mis manos.
      Aparta de ellas, hijo.
      Estoy dispuesto a hundirlas,
      dispuesto a proyectarlas
      sobre tu carne leve.

      He regresado al tigre.
      Aparta o te destrozo.

      Hoy el amor es muerte,
      y el hombre acecha al hombre. @§ 

      LLAMO AL TORO DE ESPAÑA

      Alza, toro de España: levántate, despierta.
      Despiértate del todo, toro de negra espuma,
      que respiras la luz y rezumas la sombra,
      y concentras los mares bajo tu piel cerrada.

      Despiértate.

      Despiértate del todo, que te veo dormido,
      un pedazo del pecho y otro de la cabeza:
      que aún no te has despertado como despierta un toro
      cuando se le acomete con traiciones lobunas.

      Levántate.

      Resopla tu poder, despliega tu esqueleto,
      enarbola tu frente con las rotundas hachas,
      con las dos herramientas de asustar a los astros,
      de amenazar al cielo con astas de tragedia.

      Esgrímete.

      Toro en la primavera más toro que otras veces,
      en España más toro, toro, que en otras partes.
      Más cálido que nunca, más volcánico, toro,
      que irradias, que iluminas al fuego, yérguete.

      Desencadénate.

      Desencadena el raudo corazón que te orienta
      por las plazas de España, sobre su astral arena.
      A desollarte vivo vienen lobos y águilas
      que han envidiado siempre tu hermosura de pueblo.

      Yérguete.

      No te van a castrar: no dejarás que llegue
      hasta tus atributos de varón abundante,
      esa mano felina que pretende arrancártelos
      de cuajo, impunemente: pataléalos, toro.

      Víbrate.

      No te van a absorber la sangre de riqueza,
      no te arrebatarán los ojos minerales.
      La piel donde recoge resplandor el lucero
      no arrancarán del toro de torrencial mercurio.

      Revuélvete.

      Es como si quisieran quitar la piel al sol,
      al torrente la espuma con uña y picotazo.
      No te van a castrar, poder tan masculino
      que fecundas la piedra; no te van a castrar.

      Truénate.

      No retrocede el toro: no da un paso hacia atrás
      si no es para escarbar sangre y furia en la arena,
      unir todas sus fuerzas, y desde las pezuñas
      abalanzarse luego con decisión de rayo.

      Abalánzate.

      Gran toro que en el bronce y en la piedra has mamado,
      y en el granito fiero paciste la fiereza:
      revuélvete en el alma de todos los que han visto
      la luz primera en esta península ultrajada.

      Revuélvete.

      Partido en dos pedazos, este toro de siglos,
      este toro que dentro de nosotros habita:
      partido en dos mitades, con una mataría
      y con la otra mitad moriría luchando.

      Atorbellínate.

      De la airada cabeza que fortalece el mundo,
      del cuello como un bloque de titanes en marcha,
      brotará la victoria como un ancho bramido
      que hará sangrar al mármol y sonar a la arena.

      Sálvate.

      Despierta, toro: esgrime, desencadena, víbrate.
      Levanta, toro: truena, toro, abalánzate.
      Atorbellínate, toro: revuélvete.
      Sálvate, denso toro de emoción y de España.

      Sálvate. @§ 

      RUSIA

      En trenes poseídos de una pasión errante
      por el carbón y el hierro que los provoca y mueve,
      y en tensos aeroplanos de plumaje tajante
      recorro la nación del trabajo y la nieve.

      De la extensión de Rusia, de sus tiernas ventanas,
      sale una voz profunda de máquinas y manos,
      que indica entre mujeres: Aquí están tus hermanas,
      y prorrumpe entre hombres: Estos son tus hermanos.

      Basta mirar: se cubre de verdad la mirada.
      Basta escuchar: retumba la sangre en las orejas.
      De cada aliento sale la ardiente bocanada
      de tantos corazones unidos por parejas.

      Ah, compañero Stalin: de un pueblo de mendigos
      has hecho un pueblo de hombres que sacuden la frente,
      y la cárcel ahuyentan, y prodigan los trigos,
      como a un inmenso esfuerzo le cabe: inmensamente.

      De unos hombres que apenas a vivir se atrevían
      con la boca amarrada y el sueño esclavizado:
      de unos cuerpos que andaban, vacilaban, crujían,
      una masa de férreo volumen has forjado.

      Has forjado una especie de mineral sencillo,
      que observa la conducta del metal más valioso,
      perfecciona el motor, y señala el martillo,
      la hélice, la salud, con un dedo orgulloso.

      Polvo para los zares, los reales bandidos:
      Rusia nevada de hambre, dolor y cautiverios.
      Ayer sus hijos iban a la muerte vencidos,
      hoy proclaman la vida y hunden los cementerios.

      Ayer iban sus ríos derritiendo los hielos,
      quemados por la sangre de los trabajadores.
      Hoy descubren industrias, maquinarias, anhelos,
      y cantan rodeados de fábricas y flores.

      Y los ancianos lentos que llevan una huella
      de zar sobre sus hombros, interrumpen el paso,
      por desplumar alegres su alta barba de estrella
      ante el joven fulgor que remoza su ocaso.

      Las chozas se convierten en casas de granito.
      El corazón se queda desnudo entre verdades.
      Y como una visión real de lo inaudito,
      brotan sobre la nada bandadas de ciudades.

      La juventud de Rusia se esgrime y se agiganta
      como un arma afilada por los rinocerontes.
      La metalurgia suena dichosa de garganta,
      y vibran los martillos de pie sobre los montes.

      Con las inagotables vacas de oro yacente
      que ordeñan los mineros de los montes Urales,
      Rusia edifica un mundo feliz y trasparente
      para los hombres llenos de impulsos fraternales.

      Hoy que contra mi patria clavan sus bayonetas
      legiones malparidas por una torpe entraña,
      los girasoles rusos, como ciegos planetas,
      hacen girar su rostro de rayos hacia España.

      Aquí está Rusia entera vestida de soldado,
      protegiendo a los niños que anhela la trilita
      de Italia y de Alemania bajo el sueño sagrado,
      y que del vientre mismo de la madre los quita.

      Dormitorios de niños españoles: zarpazos
      de inocencia que arrojan de Madrid, de Valencia,
      a Mussolini, a Hitler, los dos mariconazos,
      la vida que destruyen manchados de inocencia.

      Frágiles dormitorios al sol de la luz clara,
      sangrienta de repente y erizada de astillas.
      ¡Si tanto dormitorio deshecho se arrojara
      sobre las dos cabezas y las cuatro mejillas!

      Se arrojará, me advierte desde su tumba viva
      Lenin, con pie de mármol y voz de bronce quieto,
      mientras contempla inmóvil el agua constructiva
      que fluye en forma humana detrás de su esqueleto.

      Rusia y España, unidas como fuerzas hermanas,
      fuerza serán que cierre las fauces de la guerra.
      Y sólo se verá tractores y manzanas,
      panes y juventud sobre la tierra. @§ 

      LA FÁBRICA-CIUDAD

      (En una ciudad de la U.R.S.S. -Jarko- he asistido al nacimiento multiplicado, numeroso, rápido del tractor.)

      Son al principio un leve proyecto sobre planos,
      propósitos, palabras, papel, la nada apenas,
      esos graves tractores que parten de las manos
      como ganaderías sólidas con cadenas.

      Se congregan metales de zonas diferentes,
      prueban su calidad los finos probadores,
      la fundición, la forja, los metálicos dientes.
      Y empieza el nacimiento veloz de los tractores.

      Id conmigo a la fábrica-ciudad: venid, que quiero
      contemplar con los pueblos las creaciones violentas,
      la gestación del aire y el parto del acero,
      el hijo de las manos y de las herramientas.

      La fábrica se halla guardada por las flores,
      los niños, los cristales, en dirección al día.
      Dentro de ella son leves trabajos y sudores,
      porque la libertad puso allí la alegría.

      Fragor de acero herido, resoplidos brutales,
      hierro latente, hierro candente, torturado,
      trepidando, piafando, rodando en espirales,
      en ruedas, en motores, caballo huracanado.

      Una visión de hierro, de fortaleza innata,
      un clamor de metales probados, perseguidos,
      mientras de nave en nave se encabrita y desata
      con dólmenes de espuma, chispazos y rugidos.

      Es como una extensión de furias que contienen
      su casco apasionado sobre desfiladeros,
      contra muros en donde se gastan, van y vienen,
      con llamas de sudor y grasa los obreros.

      Chimeneas de humo largo, sordo, grasiento,
      acosan con penumbras a la creadora masa,
      a la generadora masa que obra el portento,
      el tractor con los dientes sepultados en grasa.

      Hornos de fogonazos: perspectivas de lumbre.
      Irradian los carbones como el sol, las calderas,
      los lavaderos donde llega la muchedumbre
      del metal que retiene sus escorias primeras.

      Laten motores como del agua poseídos,
      hélices submarinas, martillos, campanarios,
      correas, ejes, chapas. Y se oyen estallidos,
      choques de terremotos, rumores planetarios.

      Leones de azabache, por estas naves grises,
      selvas civilizadas, calenturientas moles,
      relucen los obreros de todos los países
      como si trabajaran en la creación de soles.

      En la sección de fraguas y sonidos más puros,
      se hacen más consistentes las domadas fierezas.
      Y el tornillo penetra como un sexo seguro,
      tenaz, uniendo partes, desarrollando piezas.

      Veloz de mano en mano, crece el tractor y pasa
      a ser un movimiento de titán laborioso,
      un colosal anhelo de hacer la espiga rasa,
      fértiles los baldíos, dilatado el reposo.

      Ya va a llegar el día feliz sobre la frente
      de los trabajadores: aquel día profundo
      en que sea el minuto jornada suficiente
      para hacer un tractor capaz de arar el mundo.

      Ya despliega el vigor su piel generadora,
      su central de energías, sus titánicos rastros.
      Y los hombres se entregan a la función creadora
      con la seguridad suprema de los astros.

      La fábrica-ciudad estalla en su armonía
      mecánica de brazos y aceros impulsores.
      Y a un grito de sirenas, arroja sobre el día,
      en un grandioso parto, raudales de tractores. @§ 

      EL SOLDADO Y LA NIEVE

      Diciembre ha congelado su aliento de dos filos,
      y lo resopla desde los cielos congelados,
      como una llama seca desarrollada en hilos,
      como una larga ruina que ataca a los soldados.

      Nieve donde el caballo que impone sus pisadas
      es una soledad de galopante luto.
      Nieve de uñas cernidas, de garras derribadas,
      de celeste maldad, de desprecio absoluto.

      Muerde, tala, traspasa como un tremendo hachazo,
      con un hacha de mármol encarnizado y leve.
      Desciende, se derrama como un deshecho abrazo
      de precipicios y alas, de soledad y nieve.

      Esta agresión que parte del centro del invierno,
      hambre cruda, cansada de tener hambre y frío,
      amenaza al desnudo con un rencor eterno,
      blanco, mortal, hambriento, silencioso, sombrío.

      Quiere aplacar las fraguas, los odios, las hogueras,
      quiere cegar los mares, sepultar los amores:
      y va elevando lentas y diáfanas barreras,
      estatuas silenciosas y vidrios agresores.

      Que se derrame a chorros el corazón de lana
      de tantos almacenes y talleres textiles,
      para cubrir los cuerpos que queman la mañana
      con la voz, la mirada, los pies y los fusiles.

      Ropa para los cuerpos que pueden ir desnudos,
      que pueden ir vestidos de escarchas y de hielos:
      de piedra enjuta contra los picotazos rudos,
      las mordeduras pálidas y los pálidos vuelos.

      Ropa para los cuerpos que rechazan callados
      los ataques más blancos con los huesos más rojos.
      Porque tienen el hueso solar estos soldados,
      y porque son hogueras con pisadas, con ojos.

      La frialdad se abalanza, la muerte se deshoja,
      el clamor que no suena, pero que escucho, llueve.
      Sobre la nieve blanca, la vida roja y roja
      hace la nieve cálida, siembra fuego en la nieve.

      Tan decididamente son el cristal de roca
      que sólo el fuego, sólo la llama cristaliza,
      que atacan con el pómulo nevado, con la boca,
      y vuelven cuanto atacan recuerdos de ceniza. @§ 

      LOS HOMBRES VIEJOS

      -- I --

      Nacen puestos de gafas, y una piel de levita,
      y una perilla obscena de culo de bellota,
      y calvos, y caducos. Y nunca se les quita
      la joroba que dentro del alma les explota.

      Pedos con barbacana, ceremoniosos pedos,
      de su senil niñez de polvo enlevitado,
      pasan a la edad plena con polvo entre los dedos,
      sonando a sepultura y oliendo a antepasado.

      Parecen candeleros infelices, escobas
      desplumadas, retiesas, con toga, con bonete:
      una congregación de gallardas jorobas
      con callos y verrugas al borde del retrete.

      Con callos y verrugas, y coles y misales,
      la dignidad del asno se revela en la enjalma,
      mirando estos cochinos tan espirituales
      con callos y verrugas en la extension del alma.

      Alma verruguicida, callicida la vuestra.
      Habéis nacido tiesos como los monigotes,
      y vivís de puntillas, levantando la diestra
      para cornamentar la voz y los bigotes.

      Saludáis con el ano, no arrugáis nunca el traje,
      disimuláis los cuernos con laureles de lata.
      No paráis en la tierra, siempre vais de viaje
      por un pais de luna maquinal, mentecata.

      Nacéis inventariados, morís previa promesa
      de que seréis cubiertos de estatuas y coronas.
      Vais como procesados por el sol, que procesa
      aquello que señala delito en las personas.

      Os alimenta el aire sangriento de un juzgado,
      de un presidio siniestro de abogados y jueces.
      Y concedéis los pedos por audiencia de un lado,
      mientras del otro lado jodéis, meáis a veces.

      Herís, crucificáis con ojos compasivos,
      cadáveres de todas la horas y los días:
      autos de poca fe, pastos de los archivos,
      habláis desde los púlpitos de muchas tonterías.

      Nunca tenga que ver yo con estos doctores,
      estas enciclopedias ahumanas, aplastantes.
      Nunca de estos filósofos me ataquen los humores,
      porque sus agudezas me resultan laxantes.

      Porque se ponen huecos igual que las gallinas
      para eructar sandeces creyéndose profundos:
      porque para pensar entran en las letrinas,
      en abismos rellenos de folios moribundos.

      Sentenciosas tinajas vacías, pero hinchadas,
      se repliegan sus frentes igual que acordeones,
      y ascienden y descienden, tortugas preocupadas,
      y el corazón les late por no sé qué rincones.

      No se han hecho para estos boñigos los barbechos,
      no se han hecho para estos gusanos las manzanas.
      Sólo hay chocolateras y sillones deshechos
      para estas incoherencias reumáticas y canas.

      Retretes de elegancia, cagan correctamente:
      hijos de puta ansiosos de politiquerías,
      publicidad y bombo, se corrigen la frente
      y preparan el gesto de las fotografías.

      Temblad, hijos de puta, por vuestra puta suerte,
      que unos soldados de alma patética deciden:
      ellos son los que tratan la verdadera muerte,
      ellos la verdadera, la ruda vida piden.

      La vida es otra cosa, sucios señores míos,
      más clara, menos turbia de folios, de oficinas.
      Nadan radiantemente sus cuerpos en los ríos
      y no usan esa cara de múltiples esquinas.

      Nunca fuisteis muchachos, y queréis que persista
      un mundo aparatoso de cartón estirado,
      por donde el cartón vaya paticojo y turista,
      rey entre maniquíes de pulso congelado.

      Venís de la Edad Media donde no habéis nacido,
      porque no sois del tiempo presente ni el ausente.
      Os mata una verdad en el caduco nido:
      la que impone la vida del siempre adolescente.

      Yo soy viejo: tan viejo, que el primer hombre late
      dentro de mis vividos y veintisiete años,
      porque combato al tiempo y el tiempo me combate.
      A vosotros, vencidos, os trata como a extraños. @§ 

      -- II --

      Trapos, calcomanías, defunciones, objetos,
      muladares de todo, tinajas, oquedades,
      lápidas, catafalcos, legajos, mamotretos,
      inscripciones, sudarios, menudencias, ruindades.

      Polvo, palabrería, carcoma y escritura,
      cornisas; orinales que quieren ser severos,
      y se llevan la barba de goma a la cintura,
      y duermen rodeados de siglos y sombreros.

      Vilmente descosidos, pálidos de avaricia,
      lo que más les preocupa de todo es el bolsillo.
      Gotosos, desastrosos, malvados, la injusticia
      se viste de acta en ellos con papel amarillo.

      Los veréis adheridos a varios ministerios,
      a varias oficinas por el ocio amuebladas.
      Con el sexo en la boca canosa, van muy serios,
      trucosos, maniobreros, persiguiendo embajadas.

      Los veréis sumergidos entre trastos y coños
      internacionalmente pagados, conocidos:
      pasear por Ginebra los cojones bisoños
      con cara de inventores mortalmente aburridos.

      Son los que recomiendan y los recomendados.
      La recomendación es su procedimiento.
      Por recomendación agonizan sentados
      donde la muerte cómoda pone su ayuntamiento.

      Cuando van a acostarse, se quitan la careta,
      el disfraz cotidiano, la diaria postura.
      Ante su sordidez se nubla la peseta,
      se agota en su paciencia la estatua más segura.

      A veces de la mala digestión de estos cuervos
      que quieren imponernos su vejez, su idioma,
      que quieren que seamos lenguas esclavas, siervos,
      dependen muchas vidas con signo de paloma.

      A veces son marquesas íntimas de ambiciones,
      insaciables de joyas, relumbronas de trato:
      fracasadas de título, caballares de acciones,
      dispuestas a llevar el mundo en el zapato.

      Putonas de importancia, miden bien la sonrisa
      con la categoría que quien las trata encierra:
      políticas jetudas, desgastan la camisa
      jodiendo mientras hablan del drama de la guerra.

      Se cae de viejo el mundo con tanto malotaje.
      Hijos de la rutina bisoja y contrahecha,
      valoran a los hombres por el precio del traje,
      cagan, y donde cagan colocan una fecha.

      Van del hotel al banco, del hotel al paseo
      con una cornamenta notable de aire insulso.
      Es humillar al prójimo su más noble deseo,
      y el esfuerzo mayor le hacen meando a pulso.

      Hemos de destrozaros en vuestras legaciones,
      en vuestros escenarios, en vuestras diplomacias.
      Con ametralladoras cálidas y canciones
      os ametralllaremos, prehistóricas desgracias.

      Porque, sabed: llevamos mucha verdad metida
      dentro del corazón, sangrando por la boca:
      y os vencerá la férrea juventud de la vida,
      pues para tanta fuerza tanta maldad es poca.

      La juventud, motores, ímpetus a raudales,
      contra vosotros, viejos exhombres, plena llueve:
      mueve unánimemente sus músculos frutales,
      sus máquinas de abril contra vosotros mueve.

      Viejos exhombres viejos: ni viejos tan siquiera.
      La vejez es un don que cederá mi frente,
      y a vuestro lado es joven como la primavera.
      Sois la decrepitud andante y maloliente.

      Sois mis enemiguitos: los del mundo que siento
      rodar sobre mi pecho más claro cada día.
      Y con un soplo sólo de mi caliente aliento,
      con este solo soplo dicté vuestra agonía. @§ 

      EL VUELO DE LOS HOMBRES

      Sobre la piel del cielo, sobre sus precipicios
      se remontan los hombres. ¿:Quién ha impulsado el vuelo?
      Sonoros, derramados en aéreos ejercicios,
      raptan la piel del cielo.

      Más que el cálido aceite, sí, más que los motores,
      el ímpetu mecánico del aparato alado,
      cóleras entusiastas, geológicos rencores,
      iras les han llevado.

      Les han llevado al aire, como un aire rotundo
      que desde el corazón resoplara un plumaje.
      Y ascienden y descienden sobre la piel del mundo
      alados de coraje.

      En un avance cósmico de llamas y zumbidos
      que aeródromos de pueblos emocionados lanzan,
      los soldados del aire, veloces, esculpidos,
      acerados avanzan.

      El azul se enardece y adquiere una alegría,
      un movimiento, una juventud libre y clara,
      lo mismo que si mayo, la claridad del día
      corriera, resonara.

      Los estremecimientos del valor y la altura,
      los enardecimientos del azul y el vacío:
      el cielo retrocede sintiendo la hermosura
      como un escalofrío.

      Impulsado, asombrado, perseguido, regresa
      al aire al torbellino nativo y absorbente,
      mientras evolucionan los héroes en su empresa
      inverosímilmente.

      Es el mundo tan breve para un ala atrevida,
      para una juventud con la audacia por pluma;
      reducido es el cielo, poderosa la vida,
      domada y con espuma.

      El vuelo significa la alegría más alta,
      la agilidad más viva, la juventud más firme.
      En la pasión del vuelo truena la luz, y exalta
      alas con que batirme.

      Hombres que son capaces de volar bajo el suelo,
      para quienes no hay ámbitos ni grandes ni imposibles,
      con la mirada tensa, prorrumpen en el vuelo
      gladiadores, temibles.

      Arrebatados, tensos, peligrosos, tajantes,
      igual que una colmena de soles extendidos,
      de astros motorizados, de cigarras tremantes,
      cruzan con sus bramidos.

      Ni un paso de planetas, ni un tránsito de toros
      batiéndose, volcándose por un desfiladero,
      darán al universo ni acentos más sonoros
      ni resplandor más fiero.

      Todos los aviadores tenéis este trabajo:
      echar abajo el pájaro fraguador de cadenas,
      las ciudades podridas abajo, y más abajo
      las cárceles, las penas.

      En vuestra mano está la libertad del ala,
      la libertad del mundo, soldados voladores:
      y arrancaréis del cielo la codiciosa y mala
      hierba de otros motores.

      El aire no os ofrece ni escudos ni barreras:
      el esfuerzo ha de ser todo de vuestro impulso.
      Y al polvo entregaréis el vuelo de las fieras
      abatido, convulso.

      Si ardéis, si eso es posible, poseedores del fuego,
      no dejaréis ceniza ni rastro, sino gloria.
      Espejos sobrehumanos, iluminaréis luego
      la creación, la historia. @§ 

      EL HAMBRE

      -- I --

      Tened presente el hambre: recordad su pasado
      turbio de capataces que pagaban en plomo.
      Aquel jornal al precio de la sangre cobrado,
      con yugos en el alma, con golpes en el lomo.

      El hambre paseaba sus vacas exprimidas,
      sus mujeres resecas, sus devoradas ubres,
      sus ávidas quijadas, sus miserables vidas
      frente a los comedores y los cuerpos salubres.

      Los años de abundancia, la saciedad, la hartura,
      eran sólo de aquellos que se llamaban amos.
      Para que venga el pan justo a la dentadura
      del hambre de los pobres aquí estoy, aquí estamos.

      Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente,
      los que entienden la vida por un botín sangriento:
      como los tiburones, voracidad y diente,
      panteras deseosas de un mundo siempre hambriento.

      Años del hambre han sido para el pobre sus años.
      Sumaban para el otro su cantidad los panes.
      Y el hambre alobadaba sus rapaces rebaños
      de cuervos, de tenazas, de lobos, de alacranes.

      Hambrientamente lucho yo, con todas mis brechas,
      cicatrices y heridas, señales y recuerdos
      del hambre, contra tantas barrigas satisfechas:
      cerdos con un origen peor que el de los cerdos.

      Por haber engordado tan baja y brutalmente,
      más abajo de donde los cerdos se solazan,
      seréis atravesados por esta gran corriente
      de espigas que llamean, de puños que amenazan.

      No habéis querido oír con orejas abiertas
      el llanto de millones de niños jornaleros.
      Ladrábais cuando el hambre llegaba a vuestras puertas
      a pedir con la boca de los mismos luceros

      En cada casa, un odio como una higuera fosca,
      como un tremante toro con los cuernos tremantes,
      rompe por los tejados, os cerca y os embosca,
      y os destruye a cornadas, perros agonizantes.

      -- II --

      El hambre es el primero de los conocimientos:
      tener hambre es la cosa primera que se aprende.
      Y la ferocidad de nuestros sentimientos,
      allá donde el estómago se origina, se enciende.

      Uno no es tan humano que no estrangule un día
      pájaros sin sentir herida en la conciencia:
      que no sea capaz de ahogar en nieve fría
      palomas que no saben si no es de la inocencia.

      El animal influye sobre mí con extremo,
      la fiera late en todas mis fuerzas, mis pasiones.
      A veces, he de hacer un esfuerzo supremo
      para acallar en mí la voz de los leones.

      Me enorgullece el título de animal en mi vida,
      pero en el animal humano persevero.
      Y busco por mi cuerpo lo más puro que anida,
      bajo tanta maleza, con su valor primero.

      Por hambre vuelve el hombre sobre los laberintos
      donde la vida habita siniestramente sola.
      Reaparece la fiera, recobra sus instintos,
      sus patas erizadas, sus rencores, su cola.

      Arroja sus estudios y la sabiduría,
      y se quita la máscara, la piel de la cultura,
      los ojos de la ciencia, la corteza tardía
      de los conocimientos que descubre y procura.

      Entonces solo sabe del mal, del exterminio.
      Inventa gases, lanza motivos destructores,
      regresa a la pezuña, retrocede al dominio
      del colmillo, y avanza sobre los comedores.

      Se ejercita en la bestia, y empuña la cuchara
      dispuesto a que ninguno se le acerque a la mesa.
      Entonces sólo veo sobre el mundo una piara
      de tigres, y en mis ojos la visión duele y pesa.

      Yo no tengo en el alma tanto tigre admitido,
      tanto chacal prohijado, que el vino que me toca,
      el pan, el día, el hambre no tenga compartido
      con otras hambres puestas noblemente en la boca.

      Ayudadme a ser hombre: no me dejéis ser fiera
      hambrienta, encarnizada, sitiada eternamente.
      Yo, animal familiar, con esta sangre obrera
      os doy la humanidad que mi canción presiente. @§ 

      EL HERIDO

      Para el muro de un hospital de sangre.


      Por los campos luchados se extienden los heridos.
      Y de aquella extensión de cuerpos luchadores
      salta un trigal de chorros calientes, extendidos
      en roncos surtidores.

      La sangre llueve siempre boca arriba, hacia el cielo.
      Y las heridas sueñan, igual que caracolas,
      cuando hay en las heridas celeridad de vuelo,
      esencia de las olas

      La sangre huele a mar, sabe a mar y a bodega.
      La bodega del mar, del vino bravo, estalla
      allí donde el herido palpitante se anega,
      y florece y se halla.

      Herido estoy, miradme: necesito más vidas.
      La que contengo es poca para el gran cometido
      de sangre que quisiera perder por las heridas.
      Decid quién no fue herido.

      Mi vida es una herida de juventud dichosa.
      ¡Ay de quien no está herido, de quien jamás se siente
      herido por la vida, ni en la vida reposa
      herido alegremente!

      Si hasta a los hospitales se va con alegría,
      se convierten en huertos de heridas entreabiertas,
      de adelfos florecidos ante la cirugía
      de ensangrentadas puertas.

      -- II --

      Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
      Para la libertad, mis ojos y mis manos,
      como un árbol carnal, generoso y cautivo,
      doy a los cirujanos.

      Para la libertad siento más corazones
      que arenas en mi pecho: dan espuma mis venas,
      y entro en los hospitales, y entro en los algodones
      como en las azucenas.

      Para la libertad me desprendo a balazos
      de los que han revolcado su estatua por el lodo.
      Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
      de mi casa, de todo.

      Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
      ella pondrá dos piedras de futura mirada,
      y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
      en la carne talada.

      Retoñarán aladas de savia sin otoño
      reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
      Porque soy como el árbol talado, que retoño:
      porque aún tengo la vida. @§ 

      CARTA

      El palomar de las cartas
      abre su imposible vuelo
      desde las trémulas mesas
      donde se apoya el recuerdo,
      la gravedad de la ausencia,
      el corazón, el silencio.

      Oigo un latido de cartas
      navegando hacia su centro.

      Donde voy, con las mujeres
      y con los hombres me encuentro,
      malheridos por la ausencia
      desgastados por el tiempo.

      Cartas, relaciones, cartas:
      tarjetas postales, sueños,
      fragmentos de la ternura,
      proyectados en el cielo,
      lanzados de sangre a sangre
      y de deseo a deseo.

      Aunque bajo la tierra
      mi amante cuerpo esté,
      escríbeme a la tierra,
      que yo te escribiré.


      En un rincón enmudecen
      cartas viejas, sobres viejos,
      con el color de la edad
      sobre la escritura puesto.
      Allí perecen las cartas
      llenas de estremecimientos.
      Allí agoniza la tinta
      y desfallecen los pliegos,
      y el papel se agujerea
      como un breve cementerio
      de las pasiones de antes,
      de los amores de luego.

      Aunque bajo la tierra
      mi amante cuerpo esté,
      escríbeme a la tierra,
      que yo te escribiré.


      Cuando te voy a escribir
      se emocionan los tinteros:
      los negros tinteros fríos
      se ponen rojos y trémulos,
      y un claro calor humano
      sube desde el fondo negro.

      Cuando te voy a escribir,
      te van a escribir mis huesos:
      te escribo con la imborrable
      tinta de mi sentimiento.

      Allá va mi carta cálida,
      paloma forjada al fuego,
      con las dos alas plegadas
      y la dirección en medio.
      Ave que sólo persigue,
      para nido y aire y cielo,
      carne, manos, ojos tuyos,
      y el espacio de tu aliento.

      Y te quedarás desnuda
      dentro de tus sentimientos,
      sin ropa, para sentirla
      del todo contra tu pecho.

      Aunque bajo la tierra
      mi amante cuerpo esté,
      escríbeme a la tierra,
      que yo te escribiré.


      Ayer se quedó una carta
      abandonada y sin dueño,
      volando sobre los ojos
      de alguien que perdió su cuerpo.

      Cartas que se quedan vivas
      hablando para los muertos:
      papel anhelante, humano,
      sin ojos que puedan serlo.

      Mientras los colmillos crecen,
      cada vez más cerca siento
      la leve voz de tu carta
      igual que un clamor inmenso.
      La recibiré dormido,
      si no es posible despierto.
      Y mis heridas serán
      los derramados tinteros,
      las bocas estremecidas
      de rememorar tus besos,
      y con su inaudita voz
      han de repetir: te quiero. @§ 

      LAS CÁRCELES

      -- I --

      Las cárceles se arrastran por la humedad del mundo,
      van por la tenebrosa vía de los juzgados:
      buscan a un hombre, buscan a un pueblo, lo persiguen,
      lo absorben, se lo tragan.

      No se ve, que se escucha la pena de metal,
      el sollozo del hierro que atropellan y escupen:
      el llanto de la espada puesta sobre los jueces
      de cemento fangoso.

      Allí, bajo la cárcel, la fábrica del llanto,
      el telar de la lágrima que no ha de ser estéril,
      el casco de los odios y de las esperanzas,
      fabrican, tejen, hunden.

      Cuando están las perdices más roncas y acopladas,
      y el azul amoroso de fuerzas expansivas,
      un hombre hace memoria de la luz, de la tierra,
      húmedamente negro.

      Se da contra las piedras la libertad, el día,
      el paso galopante de un hombre, la cabeza,
      la boca con espuma, con decisión de espuma,
      la libertad, un hombre.

      Un hombre que cosecha y arroja todo el viento
      desde su corazón donde crece un plumaje:
      un hombre que es el mismo dentro de cada frío,
      de cada calabozo.

      Un hombre que ha soñado con las aguas del mar,
      y destroza sus alas como un rayo amarrado,
      y estremece las rejas, y se clava los dientes
      en los dientes del trueno.

      -- II --

      Aquí no se pelea por un buey desmayado,
      sino por un caballo que ve pudrir sus crines,
      y siente sus galopes debajo de los cascos
      pudrirse airadamente.

      Limpiad el salivazo que lleva en la mejilla,
      y desencadenad el corazón del mundo,
      y detened las fauces de las voraces cárceles
      donde el sol retrocede.

      La libertad se pudre desplumada en la lengua
      de quienes son sus siervos más que sus poseedores.
      Romped esas cadenas, y las otras que escucho
      detrás de esos esclavos.

      Esos que sólo buscan abandonar su cárcel,
      su rincón, su cadena, no la de los demás.
      Y en cuanto lo consiguen, descienden pluma a pluma,
      enmohecen, se arrastran.

      Son los encadenados por siempre desde siempre.
      Ser libre es una cosa que sólo un hombre sabe:
      sólo el hombre que advierto dentro de esa mazmorra
      como si yo estuviera.

      Cierra las puertas, echa la aldaba, carcelero.
      Ata duro a ese hombre: no le atarás el alma.
      Son muchas llaves, muchos cerrojos, injusticias:
      no le atarás el alma.

      Cadenas, sí: cadenas de sangre necesita.
      Hierros venosos, cálidos, sanguíneos eslabones,
      nudos que no rechacen a los nudos siguientes
      humanamente atados.

      Un hombre aguarda dentro de un pozo sin remedio,
      tenso, conmocionado, con la oreja aplicada.
      Porque un pueblo ha gritado, ¡libertad!, vuela el cielo.
      Y las cárceles vuelan. @§ 

      PUEBLO

      Pero ¿:qué son las armas: qué pueden, quién ha dicho?
      Signo de cobardía son: las armas mejores
      aquellas que contienen el proyectil de hueso
      son. Mírate las manos.

      Las ametralladoras, los aeroplanos, pueblo:
      todos los armamentos son nada colocados
      delante de la terca bravura que resopla
      en tu esqueleto fijo.

      Porque un cañón no puede lo que pueden diez dedos:
      porque le falta el fuego que en los brazos dispara
      un corazón que viene distribuyendo chorros
      hasta grabar un hombre.

      Poco valen las armas que la sangre no nutre
      ante un pueblo de pómulos noblemente dispuestos,
      poco valen las armas: les falta voz y frente,
      les sobra estruendo y humo.

      Poco podrán las armas: les falta corazón.
      Separarán de pronto dos cuerpos abrazados,
      pero los cuatro brazos avanzarán buscándose
      enamoradamente.

      Arrasarán un hombre, desclavarán de un vientre
      un niño todo lleno de porvenir y sombra,
      pero, tras los pedazos y la explosión, la madre
      seguirá siendo madre.

      Pueblo, chorro que quieren cegar, estrangular,
      y salta ante las armas más alto, más potente:
      no te estrangularán porque les faltan dedos,
      porque te basta sangre.

      Las armas son un signo de impotencia: los hombres
      se defienden y vencen con el hueso ante todo.
      Mirad estas palabras donde me ahondo y dejo
      fósforo emocionado.

      Un hombre desarmado siempre es un firme bloque:
      sabe que no es estéril su firmeza, y resiste.
      Y los pueblos se salvan por la fuerza que sopla
      desde todos sus muertos. @§ 

      EL TREN DE LOS HERIDOS

      Silencio que naufraga en el silencio
      de las bocas cerradas de la noche.
      No cesa de callar ni atravesado.
      Habla el lenguaje ahogado de los muertos.

      Silencio.

      Abre caminos de algodón profundo,
      amordaza las ruedas, los relojes,
      detén la voz del mar, de la paloma:
      emociona la noche de los sueños.

      Silencio.

      El tren lluvioso de la sangre suelta,
      el frágil tren de los que se desangran,
      el silencioso, el doloroso, el pálido,
      el tren callado de los sufrimientos.

      Silencio.

      Tren de la palidez mortal que asciende:
      la palidez reviste las cabezas,
      el ¡ay! la voz, el corazón la tierra,
      el corazón de los que malhirieron.

      Silencio.

      Van derramando piernas, brazos, ojos,
      van arrojando por el tren pedazos.
      Pasan dejando rastros de amargura,
      otra vía láctea de estelares miembros.

      Silencio.

      Ronco tren desmayado, enrojecido:
      agoniza el carbón, suspira el humo
      y, maternal, la máquina suspira,
      avanza como un largo desaliento.

      Silencio.

      Detenerse quisiera bajo un túnel
      la larga madre, sollozar tendida.
      No hay estaciones donde detenerse,
      si no es el hospital, si no es el pecho.

      Silencio.

      Para vivir, con un pedazo basta:
      en un rincón de carne cabe un hombre.
      Un dedo solo, un solo trozo de ala
      alza el vuelo total de todo un cuerpo.

      Silencio.

      Detened ese tren agonizante
      que nunca acaba de cruzar la noche.
      Y se queda descalzo hasta el caballo,
      y enarena los cascos y el aliento. @§ 

      LLAMO A LOS POETAS

      Entre todos vosotros, con Vicente Aleixandre
      y con Pablo Neruda tomo silla en la tierra:
      tal vez porque he sentido su corazón cercano
      cerca de mí, casi rozando el mío.

      Con ellos me he sentido más arraigado y hondo,
      y además menos solo. Ya vosotros sabéis
      lo solo que yo voy, por qué voy yo tan solo.
      Andando voy, tan solos yo y mi sombra.

      Alberti, Altolaguirre, Cernuda, Prados, Garfias,
      Machado, Juan Ramón, León Felipe, Aparicio,
      Oliver, Plaja, hablemos de aquello a que aspiramos:
      por lo que enloquecemos lentamente.

      Hablemos del trabajo, del amor sobre todo,
      donde la telaraña y el alacrán no habitan.
      Hoy quiero abandonarme tratando con vosotros
      de la buena semilla de la tierra.

      Dejemos el museo, la biblioteca, el aula
      sin emoción, sin tierra, glacial, para otro tiempo.
      Ya sé que en esos sitios tiritará mañana
      mi corazón helado en varios tomos.

      Quitémonos el pavo real y suficiente,
      la palabra con toga, la pantera de acechos.
      Vamos a hablar del día, de la emoción del día.
      Abandonemos la solemnidad.

      Así: sin esa barba postiza, ni esa cita
      que la insolencia pone bajo nuestra nariz,
      hablaremos unidos, comprendidos, sentados,
      de las cosas del mundo frente al hombre.
      Así descenderemos de nuestro pedestal,
      de nuestra pobre estatua. Y a cantar entraremos
      a una bodega, a un pecho, o al fondo de la tierra,
      sin el brillo del lente polvoriento.

      Ahí está Federico: sentémonos al pie
      de su herida, debajo del chorro asesinado,
      que quiero contener como si fuera mío,
      y salta, y no se acalla entre las fuentes.

      Siempre fuimos nosotros sembradores de sangre.
      Por eso nos sentimos semejantes del trigo.
      No reposamos nunca, y eso es lo que hace el sol,
      y la familia del enamorado.

      Siendo de esa familia, somos la sal del aire.
      Tan sensibles al clima como la misma sal,
      una racha de otoño nos deja moribundos
      sobre la huella de los sepultados.

      Eso sí: somos algo. Nuestros cinco sentido
      en todo arraigan, piden posesión y locura.
      Agredimos al tiempo con la feliz cigarra,
      con el terrestre sueño que alentamos.

      Hablemos, Federico, Vicente, Pablo, Antonio,
      Luis, Juan Ramón, Emilio, Manolo, Rafael,
      Arturo, Pedro, Juan, Antonio, León Felipe.
      Hablemos sobre el vino y la cosecha.

      Si queréis, nadaremos antes en esa alberca,
      en ese mar que anhela transparentar los cuerpos.
      Veré si hablamos luego con la verdad del agua,
      que aclara el labio de los que han mentido. @§ 

      OFICIALES DE LA VI DIVISIÓN

      Dejad los mapas y los cartapacios,
      y ese color caído de estudiantes.
      Es hora de entregar a los espacios
      vuestra imaginación de comandantes.

      Ya sois los oficiales de la vida
      en esta Sexta División; dorada,
      por avasalladora y decidida;
      verde, por joven; por hiriente, espada.

      Sed, por encima de los meridianos,
      las latitudes y los hemisferios
      las ametralladoras y los planos,
      hombres alegres, pero yunques serios.

      El enemigo del herrero ataca,
      con una sed armada de invasores,
      la región donde vence la albahaca:
      marchad al contraataque hasta con flores.

      Que nadie os haga nunca prisioneros,
      si no es tierra triunfante y española
      aconsejada por los limoneros,
      la libertad, un sueño de amapola.

      No vea entre nosotros ni un vencido,
      y que por vuestro arrojo constelado
      llevéis al pecho un cielo anochecido
      con todos los luceros del soldado.

      Porque nadie pondrá más luz en ellos,
      para vosotros la mujer y el día
      con su vasto dominio de cabellos,
      su juventud y su topografía.

      Cuando los impotentes cañonazos
      detengan los retumbos y las ruinas,
      vuestros serán las bocas y los brazos,
      y todas las miradas femeninas.

      Con vosotros vendrá la primavera
      de la herida cerrada y de los panes.
      Y ha de alabarse el vientre y la cantera
      de donde habéis nacido capitanes. @§ 

      18 DE JULIO 1936-18 DE JULIO 1938

      Es sangre, no granizo, lo que azota mis sienes.
      Son dos años de sangre: son dos inundaciones.
      Sangre de acción solar, devoradora vienes,
      hasta dejar sin nadie y ahogados los balcones.

      Sangre que es el mejor de los mejores bienes.
      Sangre que atesoraba para el amor sus dones.
      Vedla enturbiando mares, sobrecogiendo trenes,
      desalentando toros donde alentó leones.

      El tiempo es sangre. El tiempo circula por mis venas.
      Y ante el reloj y el alba me siento más que herido,
      y oigo un chocar de sangres de todos los tamaños.

      Sangre donde se puede bañar la muerte apenas:
      fulgor emocionante que no ha palidecido,
      porque lo recogieron mis ojos de mil años. @§ 

      MADRID

      De entre las piedras, la encina y el haya,
      de entre un follaje de hueso ligero
      surte un acero que no se desmaya:
      surte un acero.

      Una ciudad dedicada a la brisa,
      ante las malas pasiones despiertas
      abre sus puertas como una sonrisa:
      cierra sus puertas.

      Un ansia verde y un odio dorado
      arde en el seno de aquellas paredes.
      Contra la sombra, la luz ha cerrado
      todas sus redes.

      Esta ciudad no se aplaca con fuego,
      este laurel con rencor no se tala.
      Este rosal sin ventura, este espliego
      júbilo exhala.

      Puerta cerrada, taberna encendida:
      nadie encarcela sus libres licores.
      Atravesada del hambre y la vida,
      sigue en sus flores.

      Niños igual que agujeros resecos,
      hacen vibrar un calor de ira pura
      junto a mujeres que son filos y ecos
      hacia una hondura.

      Lóbregos hombres, radiantes barrancos
      con la amenaza de ser más profundos.
      Entre sus dientes serenos y blancos
      luchan dos mundos.

      Una sonrisa que va esperanzada
      desde el principio del alma a la boca,
      pinta de rojo feliz tu fachada,
      gran ciudad loca.

      Esa sonrisa jamás anochece:
      y es matutina con tanto heroísmo,
      que en las tinieblas azulmente crece
      como un abismo.

      No han de saltarle lo triste y lo blando:
      de labio a labio imponente y seguro
      salta una loca guitarra clamando
      por su futuro.

      Desfallecer ... Pero el toro es bastante.
      Su corazón, sufrimiento, no agotas.
      Y retrocede la luna menguante
      de las derrotas.

      Sólo te nutre tu vívida esencia.
      Duermes al borde del hoyo y la espada.
      Eres mi casa, Madrid: mi existencia,
      ¡qué atravesada! @§ 

      MADRE ESPAÑA

      Abrazado a tu cuerpo como el tronco a su tierra,
      con todas las raíces y todos los corajes,
      ¿:quién me separará, me arrancará de ti,
      madre?

      Abrazado a tu vientre, ¿:quién me lo quitará,
      si su fondo titánico da principio a mi carne?
      Abrazado a tu vientre, que es mi perpetua casa,
      ¡nadie!

      Madre: abismo de siempre, tierra de siempre: entrañas
      donde desembocando se unen todas las sangres:
      donde todos los huecos caídos se levantan:
      madre.

      Decir madre es decir tierra que me ha parido;
      es decir a los muertos: hermanos, levantarse;
      es sentir en la boca y escuchar bajo el suelo
      sangre.

      La otra madre es un puente, nada más, de tus ríos.
      El otro pecho es una burbuja de tus mares.
      Tú eres la madre entera con todo su infinito,
      madre.

      Tierra: tierra en la boca, y en el alma, y en todo.
      Tierra que voy comiendo, que al fin ha de tragarme.
      Con más fuerza que antes, volverás a parirme,
      madre.

      Cuando sobre tu cuerpo sea una leve huella,
      volverás a parirme con más fuerza que antes.
      Cuando un hijo es un hijo, vive y muere gritando:
      ¡madre!

      Hermanos: defendamos su vientre acometido,
      hacia donde los grajos crecen de todas partes,
      pues, para que las malas alas vuelen, aún quedan
      aires.

      Echad a las orillas de vuestro corazón
      el sentimiento en límites, los afectos parciales.
      Son pequeñas historias al lado de ella, siempre
      grande.

      Una fotografía y un pedazo de tierra,
      una carta y un monte son a veces iguales.
      Hoy eres tú la hierba que crece sobre todo,
      madre.

      Familia de esta tierra que nos funde en la luz,
      los más oscuros muertos pugnan por levantarse,
      fundirse con nosotros y salvar la primera
      madre.

      España, piedra estoica que se abrió en dos pedazos
      de dolor y de piedra profunda para darme:
      no me separarán de tus altas entrañas,
      madre.

      Además de morir por ti, pido una cosa:
      que la mujer y el hijo que tengo, cuando pasen,
      vayan hasta el rincón que habite de tu vientre,
      madre. @§ 

      CANCIÓN ÚLTIMA


      Pintada, no vacía:
      pintada está mi casa
      del color de las grandes
      pasiones y desgracias.

      Regresará del llanto
      adonde fue llevada
      con su desierta mesa,
      con su ruinosa cama.

      Florecerán los besos
      sobre las almohadas.

      Y en torno de los cuerpos
      elevará la sábana
      su intensa enredadera
      nocturna, perfumada.

      El odio se amortigua
      detrás de la ventana.

      Será la garra suave.

      Dejadme la esperanza.

    CANCIONERO Y ROMANCERO}> @Cancionero-romancero de ausencias

    Miguel Hernández

    Cancionero y romancero de ausencias

    (1938-1941)

             1

      Ropas con su olor,
      paños con su aroma.
      Se alejó en su cuerpo,
      me dejó en sus ropas.
      Luchas sin calor,
      sábana de sombra.
      Se ausentó en su cuerpo.
      Se quedó en sus ropas.

             2

      Negros ojos negros.
      El mundo se abría
      sobre sus pestañas
      de negras distancias.
      Dorada mirada.
      El mundo se cierra
      sobre sus pestañas
      lluviosas y negras.
      -

             3

      No quiso ser.
      No conoció el encuentro
      del hombre y la mujer.
      El amoroso vello
      no pudo florecer.
      Detuvo sus sentidos
      negándose a saber
      y descendieron diáfanos
      ante el amanecer.
      Vio turbio su mañana
      y se quedó en su ayer.
      No quiso ser.

             4

      Tus ojos parecen
      agua removida.
      ¿:Qué son?
      Tus ojos parecen
      el agua más turbia
      de tu corazón.
      ¿:Qué fueron? ¿:Qué son?

             5

      En el fondo del hombre
      agua removida.
      En el agua más clara
      quiero ver la vida.
      En el fondo del hombre
      agua removida.
      En el agua más clara
      sombra sin salida.
      En el fondo del hombre
      agua removida.

             6

      El cementerio está cerca
      de donde tú y yo dormimos,
      entre nopales azules;
      pitas azules y niños
      que gritan vívidamente
      si un muerto nubla el camino.
      De aquí al cementerio, todo
      es azul, dorado, límpido.
      Cuatro pasos, y los muertos.
      Cuatro pasos, y los vivos.
      Límpido, azul y dorado,
      se hace allí remoto el hijo.

             7

      Sangre remota.
      Remoto cuerpo,
      dentro de todo:
      dentro, muy dentro
      de mis pasiones,
      de mis deseos.

             8

      ¿:Qué quiere el viento de encono
      que baja por el barranco
      y violenta las ventanas
      mientras te visto de abrazos?
      Derribarnos, arrastrarnos.
      Derribadas, arrastradas,
      las dos sangres se alejaron.
      ¿:Qué sigue queriendo el viento
      cada vez más enconado?
      Separarnos.

      -- 9 -- VALS DE LOS ENAMORADOS Y UNIDOS HASTA SIEMPRE

      No salieron jamás
      del vergel del abrazo.
      Y ante el rojo rosal
      de los besos rodaron.
      Huracanes quisieron
      con rencor separarlos.
      Y las hachas tajantes
      y los rígidos rayos.
      Aumentaron la tierra
      de las pálidas manos.
      Precipicios midieron,
      por el viento impulsados
      entre bocas deshechas.
      Recorrieron naufragios,
      cada vez más profundos
      en sus cuerpos, en brazos.
      Perseguidos, hundidos
      por un gran desamparo
      de recuerdos y lunas,
      de noviembres y marzos,
      aventados se vieron
      como polvo liviano:
      aventados se vieron,
      pero siempre abrazados.

             10

      Un viento ceniciento
      clama en la habitación
      donde clamaba ella
      ciñéndose a mi voz.
      Cámara solitaria,
      con el herido son
      del ceniciento viento
      clamante alrededor.
      Espejo despoblado.
      Despavorido arcón
      frente al retrato árido
      y al lecho sin calor.
      Cenizas que alborota
      el viento que no amó.
      En medio de la noche,
      la cenicienta cámara
      con viento y sin amores.

             11

      Como la higuera joven
      de los barrancos eras.
      Y cuando yo pasaba
      sonabas en la sierra.
      Como la higuera joven,
      resplandeciente y ciega.
      Como la higuera eres.
      Como la higuera vieja.
      Y paso, y me saludan
      silencio y hojas secas.
      Como la higuera eres
      que el rayo envejeciera.

             12

      El sol, la rosa y el niño
      flores de un día nacieron.
      Los de cada día son
      soles, flores, niños nuevos.
      Mañana no seré yo:
      otro será el verdadero.
      Y no seré más allá
      de quien quiera su recuerdo.
      Flor de un día es lo más grande
      al pie de lo más pequeño.
      Flor de la luz el relámpago,
      y flor del instante el tiempo.
      Entre las flores te fuiste.
      Entre las flores me quedo.

             13

      Besarse, mujer,
      al sol, es besarnos
      en toda la vida.
      Ascienden los labios,
      eléctricamente
      vibrantes de rayos,
      con todo el furor
      de un sol entre cuatro.
      Besarse a la luna,
      mujer, es besarnos
      en toda la muerte.
      Descienden los labios,
      con toda la luna,
      pidiendo su ocaso,
      del labio de arriba,
      del labio de abajo,
      gastada y helada
      y en cuatro pedazos.

             14

      Llegó tan hondo el beso
      que traspasó y emocionó los muertos.
      El beso trajo un brío
      que arrebató la boca de los vivos.
      El hondo beso grande
      sintió breves los labios al ahondarse.
      El beso aquel que quiso
      cavar los muertos y sembrar los vivos.

             15

      Si te perdiera ...
      Si te encontrara
      bajo la tierra.
      Bajo la tierra
      del cuerpo mío,
      siempre sedienta.

             16

      Cuerpo del amanecer:
      flor de la carne florida.
      Siento que no quiso ser
      más allá de flor tu vida.
      Corazón que en el tamaño
      de un día se abre y se cierra.
      La flor nunca cumple un año,
      y lo cumple bajo tierra.

             17

      En este campo
      estuvo el mar.
      Alguna vez volverá.
      Si alguna vez una gota
      roza este campo, este campo
      siente el recuerdo del mar.
      Alguna vez volverá.

             18

      Cada vez que paso
      bajo tu ventana,
      me azota el aroma
      que aún flota en tu casa.
      Cada vez que paso
      junto al cementerio
      me arrastra la fuerza
      que aún sopla en tus huesos.

             19

      El corazón es agua
      que se acaricia y canta.
      El corazón es puerta
      que se abre y se cierra.
      El corazón es agua
      que se remueve, arrolla,
      se arremolina, mata.

             20

      Tierra. La despedida
      siempre es una agonía.
      Ayer nos despedimos.
      Ayer agonizamos.
      Tierra en medio.
      Hoy morimos.

             21

      Por eso las estaciones
      saben a muerte, y los puertos.
      Por eso cuando partimos
      se deshojan los pañuelos.
      Cadáveres vivos somos
      en el horizonte, lejos.

             22

      Cada vez más presente.
      Como si un rayo raudo
      te trajera a mi pecho.
      Como un lento, rayo
      lento.
      Cada vez más ausente.
      Como si un tren lejano
      recorriera mi cuerpo.
      Como si un negro barco
      negro.

             23

      Si nosotros viviéramos
      lo que la rosa, con su intensidad,
      el profundo perfume de los cuerpos
      sería mucho más.
      ¡Ay, breve vida intensa
      de un día de rosales secular
      pasaste por la casa
      igual, igual, igual
      que un meteoro herido, perfumado
      de hermosura y verdad.
      La huella que has dejado es un abismo
      con ruinas de rosal
      donde un perfume que no cesa hace
      que vayan nuestros cuerpos más allá.

             24

      Una fotografía.
      Un cartón inexpresivo,
      envuelto por los meses
      en los rincones íntimos.
      Un agua de distancia
      quiero beber: gozar
      un fondo de fantasma.
      Un cartón me conmueve.
      Un cartón me acompaña.

             25

      Llegó con tres heridas:
      la del amor,
      la de la muerte,
      la de la vida.
      Con tres heridas viene:
      la de la vida,
      la del amor,
      la de la muerte.
      Con tres heridas yo:
      la de la vida,
      la de la muerte,
      la del amor.

             26

      Escribí en el arenal
      los tres nombres de la vida:
      vida, muerte, amor.
      Una ráfaga de mar,
      tantas claras veces ida,
      vino y nos borró.

             27

      Cogedme, cogedme.
      Dejadme, dejadme,
      fieras, hombres, sombras,
      soles, flores, mares.
      Cogedme.
      Dejadme.

             28

      Tus ojos se me van
      de mis ojos, y vuelven
      después de recorren
      un páramo de ausente.
      Tus brazos se desploman
      en mis brazos y ascienden
      retrocediendo ante esa
      desolación que sientes.
      Desolación con hielo,
      aún mi calor te vence.

             29

      Ausencia en todo veo:
      tus ojos la reflejan.
      Ausencia en todo escucho:
      tu voz a tiempo suena.
      Ausencia en todo aspiro:
      tu aliento huele a hierba.
      Ausencia en todo toco:
      tu cuerpo se despuebla.
      Ausencia en todo pruebo
      tu boca me destierra.
      Ausencia en todo siento:
      ausencia, ausencia, ausencia.

             30

      ¿:De qué adoleció
      la mujer aquella?
      Del mal peor:
      del mal de las ausencias.
      Y el hombre aquél.
      ¿:De qué murió
      la mujer aquélla?
      Del mal peor:
      del mal de las ausencias.
      Y el hombre aquél.

             31

      Tan cercanos, y a veces
      qué lejos los sentimos,
      tú yéndote a los muertos,
      yo yéndome a los vivos.

             32

      Tú eres fatal ante la muerte.
      Yo soy fatal ante la vida.
      Yo siempre en pie quisiera verte,
      tú quieres verte siempre hundida.

             33

      Llevadme al cementerio
      de los zapatos viejos.
      Echadme a todas hora
      la pluma de la escoba.
      Sembradme con estatuas
      de rígida mirada.
      Por un huerto de bocas,
      futuras y doradas,
      relumbrará mi sombra.

             34

      La luciérnaga en celo
      relumbra más.
      La mujer sin el hombre
      apagada va.
      Apagado va el hombre
      sin luz de mujer.
      La luciérnaga en celo
      se deja ver.

             35

      Uvas, granadas, dátiles,
      doradas, rojas, rojos,
      hierbabuena del alma,
      azafrán de los poros.
      Uvas como tu frente,
      uvas como tus ojos.
      Granadas con la herida
      de tu florido asombro,
      dátiles con tu esbelta
      ternura sin retorno,
      azafrán, hierbabuena
      llueves a grandes chorros
      sobre la mesa pobre,
      gastada, del otoño,
      muerto que te derramas,
      muerto que yo conozco,
      muerto frutal, caído
      con octubre en los hombros.

             36

      Muerto mío, muerto mío:
      nadie nos siente en la tierra
      donde haces caliente el frío.

             37

      Las gramas, las ortigas
      en el otoño avanzan
      con una suavidad
      y una ternura largas.
      El otoño, un sabor
      que separa las cosas,
      las aleja y arrastra.
      Llueve sobre el tejado
      como sobre una caja
      mientras la hierba crece
      como una joven ala.
      Las gramas, las ortigas
      nutre una misma savia.

             38

      Atraviesa la calle,
      dicen que todo el barrio
      y yo digo que nadie.
      Pero escuchando, ansiando,
      oigo en su mismo centro
      el alma de tus pasos,
      y me parece un sueño
      que, sobre el empedrado,
      alza tu pie su íntimo
      sonido descansado.

             39

      Troncos de soledad,
      barrancos de tristeza
      donde rompo a llorar.

             40

      Todas las casas son ojos
      que resplandecen y acechan.
      Todas las casas son bocas
      que escupen, muerden y besan.
      Todas las casas son brazos
      que se empujan y se estrechan.
      De todas las casas salen
      soplos de sombra y de selva.
      En todas hay un clamor
      de sangres insatisfechas.
      Y a un grito todas las casas
      se asaltan y se despueblan.
      Y a un grito, todas aplacan,
      y se fecundan, y se esperan.

             41

      El amor ascendía entre nosotros
      como la luna entre las dos palmeras
      que nunca se abrazaron.
      El íntimo rumor de los dos cuerpos
      hacia el arrullo un oleaje trajo,
      pero la ronca voz fue atenazada,
      fueron pétreos los labios.
      El ansia de ceñir movió la carne,
      esclareció los huesos inflamados,
      pero los brazos al querer tenderse
      murieron en los brazos.
      Pasó el amor, la luna, entre nosotros
      y devoró los cuerpos solitarios.
      Y somos dos fantasmas que se buscan
      y se encuentran lejanos.

             42

      Cuando paso por tu puerta,
      la tarde que viene a herir
      con su hermosura desierta
      que no acaba de morir.
      Tu puerta no tiene casa
      ni calle: tiene un camino,
      por donde la tarde pasa
      como un agua sin destino.
      Tu puerta tiene una llave
      que para todos rechina.
      En la tarde hermosa y grave,
      ni una sola golondrina.
      Hierbas en tu puerta crecen
      de ser tan poco pisada.
      Todas las cosas padecen
      sobre la tarde abrasada.
      La piel de tu puerta, ¿:encierra
      un lecho que compartir?
      La tarde no encuentra tierra
      donde ponerse a morir.
      Lleno de un siglo de ocasos
      de una tarde azul de abierta,
      hundo en tu puerta mis pasos
      y no sales a tu puerta.
      En tu puerta no hay ventana
      por donde poderte hablar.
      Tarde, hermosura lejana
      que nunca pude lograr.
      Y la tarde azul corona
      tu puerta gris de vacía.
      Y la noche se amontona
      sin esperanzas de día.

             43

      Rumorosas pestañas
      de los cañaverales.
      Cayendo sobre el sueño
      del hombre hasta dejarle
      el pecho apaciguado
      y la cabeza suave.
      Ahogad la voz del arma,
      que no despierte y salte
      con el cuchillo de odio
      que entre sus dientes late.
      Así, dormido, el hombre
      toda la tierra vale.

             44

      Fue una alegría de una sola vez,
      de esas que no son nunca más iguales.
      El corazón, lleno de historias tristes,
      fue arrebatado por las claridades.
      Fue una alegría como la mañana,
      que puso azul el corazón, y grande,
      más comunicativo su latido,
      más esbelta su cumbre aleteante.
      Fue una alegría que dolió de tanto
      encenderse, reírse, dilatarse.
      Una mujer y yo la recogimos
      desde un niño rodado de su carne.
      Fue una alegría en el amanecer
      más virginal de todas las verdades.
      Se inflamaban los gallos, y callaron
      atravesados por su misma sangre.
      Fue la primera vez de la alegría
      la sola vez de su total imagen.
      Las otras alegrías se quedaron
      como granos de arena ante los mares.
      Fue una alegría para siempre sola,
      para siempre dorada, destellante.
      Pero es una tristeza para siempre,
      porque apenas nacida fue a enterrarse.

             VIDA SOLAR

      Cuerpo de claridad que nada empaña.
      Todo es materia de cristal radiante,
      a través de ese sol que te acompaña,
      que te lleva por dentro hacia adelante.
      Carne de limpidez enardecida,
      hueso más transparente si más hondo,
      piel hacia el sur del fuego dirigida.
      Sangre resplandeciente desde el fondo.
      Cuerpo diurno, día sobrehumano,
      fruto del cegador acoplamiento,
      de una áurea madrugada del verano
      con el más inflamado firmamento.
      Ígnea ascensión, sangrienta hacia los montes,
      agua sólida y ágil hacia el día,
      diáfano barro lleno de horizontes,
      coronación astral de la alegría.
      Cuerpo como un solsticio de arcos plenos,
      bóveda plena, plenas llamaradas.
      Todos los cuerpos fulgen más morenos
      bajo el cenit de todas tus miradas.
      Cuerpo de polen férvido y dorado,
      flexible y rumoroso, tuyo y mío.
      De la noche final me has enlutado,
      del amor, del cabello más sombrío.
      Ilumina el abismo donde lloro
      por la consumación de las espumas.
      Fúndete con la sombra que atesoro
      hasta que en la transparencia te consumas.

             46

      Entusiasmo del odio,
      ojos del mal querer.
      Turbio es el hombre,
      turbia la mujer.

             47

      ¿:Qué pasa?
      Rencor por tu mundo,
      amor por mi casa.
      ¿:Qué suena?
      El tiro en tu monte,
      y el beso en mis eras.
      ¿:Qué viene?
      Para ti una sola,
      para mí dos muertes.

             48

      Corazón de leona
      tienes a veces.
      Zarpa, nardo del odio,
      siempre floreces.
      Una leona
      llevaré cada día
      como corona.

             49

      La vejez en los pueblos.
      El corazón sin dueño.
      El amor sin objeto.
      La hierba, el polvo, el cuervo.
      ¿:Y la juventud?
      En el ataúd.
      El árbol solo y seco.
      La mujer como un leño
      de viudez sobre el lecho.
      El odio sin remedio.
      ¿:Y la juventud?
      En el ataúd.

             50

      Llueve. Los ojos se ahondan
      buscando tus ojos: esos
      dos ojos que se alejaron
      a la sombra cuenca adentro.
      Mirada con horizontes
      cálidos y fondos tiernos,
      íntimamente alentada
      por un sol de íntimo fuego
      que era en las pestañas, negra
      coronación de los sueños.
      Mirada negra y dorada,
      hecha de dardos directos,
      signo de un alma en lo alto
      de todo lo verdadero.
      Ojos que se han consumado
      infinitamente abiertos
      hacia el saber que vivir
      es llevar la luz a un centro.
      Llueve como si llorara
      raudales un ojo inmenso,
      un ojo gris, desangrado,
      pisoteado en el cielo.
      Llueve sobre tus dos ojos
      que pisan hasta los perros.
      Llueve sobre tus dos ojos
      negros, negros, negros, negros,
      y llueve como si el agua
      verdes quisiera volverlos.
      Pero sus arcos prosiguen
      alejándose y hundiendo
      negrura frutal en todo
      el corazón de lo negro.
      ¿:Volverán a florecer?
      Si a través de tantos cuerpos
      que ya combaten la flor
      renovaran su ascua ... Pero
      seguirán bajo la lluvia
      para siempre mustios, secos.

             51

      Era un hoyo no muy hondo.
      Casi en la flor de la sombra.
      No hubiera cabido un hombre
      en su oscuridad angosta.
      Contigo todo fue anchura
      en la tierra tenebrosa.
      Mi casa contigo era
      la habitación de la bóveda.
      Dentro de mi casa entraba
      por ti la luz victoriosa.
      Mi casa va siendo un hoyo.
      Yo no quisiera que toda
      aquella luz se alejara
      vencida, desde la alcoba.
      Pero cuando llueve, siento
      que las paredes se ahondan,
      y reverdecen los muebles,
      rememorando las hojas.
      Mi casa es una ciudad
      con una puerta a la aurora,
      otra más grande a la tarde,
      y a la noche, inmensa, otra.
      Mi casa es una ataúd.
      Bajo la lluvia redobla.
      Y ahuyenta las golondrinas
      que no la quisieran torva.
      En mi casa falta un cuerpo.
      Dos en nuestra casa sobran.

             A MI HIJO

      Te has negado a cerrar los ojos, muerto mío,
      abiertos ante el cielo como dos golondrinas:
      su color coronado de junios, ya es rocío
      alejándose a ciertas regiones matutinas.
      Hoy, que es un día como bajo la tierra, oscuro,
      como bajo la tierra, lluvioso, despoblado,
      con la humedad sin sol de mi cuerpo futuro,
      como bajo la tierra quiero haberte enterrado.
      Desde que tú eres muerto no alientan las mañanas,
      al fuego arrebatadas de tus ojos solares:
      precipitado octubre contra nuestras ventanas,
      diste paso al otoño y anocheció los mares.
      Te ha devorado el sol, rival único y hondo
      y la remota sombra que te lanzó encendido;
      te empuja luz abajo llevándote hasta el fondo,
      tragándote; y es como si no hubieras nacido.
      Diez meses en la luz, redondeando el cielo,
      sol muerto, anochecido, sepultado, eclipsado.
      Sin pasar por el día se marchitó tu pelo;
      atardeció tu carne con el alba en un lado.
      El pájaro pregunta por ti, cuerpo al oriente,
      carne naciente al alba y al júbilo precisa;
      niño que sólo supo reir, tan largamente,
      que sólo ciertas flores mueren con tu sonrisa.
      Ausente, ausente, ausente como la golondrina,
      ave estival que esquiva vivir al pie del hielo:
      golondrina que a poco de abrir la pluma fina,
      naufraga en las tijeras enemigas del vuelo.
      Flor que no fue capaz de endurecer los dientes,
      de llegar al más leve signo de la fiereza.
      Vida como una hoja de labios incipientes,
      hoja que se desliza cuando a sonar empieza.
      Los consejos del mar de nada te han valido...
      Vengo de dar a un tierno sol una puñalada,
      de enterrar un pedazo de pan en el olvido,
      de echar sobre unos ojos un puñado de nada.
      Verde, rojo, moreno: verde, azul y dorado;
      los latentes colores de la vida, los huertos,
      el centro de las flores a tus pies destinado,
      de oscuros negros tristes, de graves blancos yertos.
      Mujer arrinconada: mira que ya es de día.
      (¡Ay, ojos sin poniente por siempre en la alborada!)
      Pero en tu vientre, pero en tus ojos, mujer mía,
      la noche continúa cayendo desolada.

      ORILLAS DE TU VIENTRE

      ¿:Qué exaltaré en la tierra que no sea algo tuyo?
      A mi lecho de ausente me echo como a una cruz
      de solitarias lunas del deseo, y exalto
      la orilla de tu vientre.
      Clavellina del valle que provocan tus piernas.
      Granada que has rasgado de plenitud su boca.
      Trémula zarzamora suavemente dentada
      donde vivo arrojado.
      Arrojado y fugaz como el pez generoso,
      ansioso de que el agua, la lenta acción del agua
      lo devaste: sepulte su decisión eléctrica
      de fértiles relámpagos.
      Aún me estremece el choque primero de los dos;
      cuando hicimos pedazos la luna a dentelladas,
      impulsamos las sábanas a un abril de amapolas,
      nos inspiraba el mar.
      Soto que atrae, umbría de vello casi en llamas,
      dentellada tenaz que siento en lo más hondo,
      vertiginoso abismo que me recoge, loco
      de la lúcida muerte.
      Túnel por el que a ciegas me aferro a tus entrañas.
      Recóndito lucero tras una madreselva
      hacia donde la espuma se agolpa, arrebatada
      del íntimo destino.
      En ti tiene el oasis su más ansiado huerto:
      el clavel y el jazmín se entrelazan, se ahogan.
      De ti son tantos siglos de muerte, de locura
      como te han sucedido.
      Corazón de la tierra, centro del universo,
      todo se atorbellina, con afán de satélite
      en torno a ti, pupila del sol que te entreabres
      en la flor del manzano.
      Ventana que da al mar, a una diáfana muerte
      cada vez más profunda, más azul y anchurosa.
      Su hálito de infinito propaga los espacios
      entre tú y yo y el fuego.
      Trágame, leve hoyo donde avanzo y me entierro.
      La losa que me cubra sea tu vientre leve,
      la madera tu carne, la bóveda tu ombligo,
      la eternidad la orilla.
      En ti me precipito como en la inmensidad
      de un mediodía claro de sangre submarina,
      mientras el delirante hoyo se hunde en el mar,
      y el clamor se hace hombre.
      Por ti logro en tu centro la libertad del astro.
      En ti nos acoplamos como dos eslabones,
      tú poseedora y yo. Y así somos cadena:
      mortalmente abrazados.

             54

      Todo está lleno de ti,
      y todo de mí está lleno:
      llenas están las ciudades,
      igual que los cementerios
      de ti, por todas las casas,
      de mí, por todos los cuerpos.
      Por las calles voy dejando
      algo que voy recogiendo:
      pedazos de vida mía
      venidos desde muy lejos.
      Voy alado a la agonía,
      arrastrándome me veo
      en el umbral, en el fondo
      latente del nacimiento.
      Todo está lleno de mí:
      de algo que es tuyo y recuerdo
      perdido, pero encontrado
      alguna vez, algún tiempo.
      Tiempo que se queda atrás
      decididamente negro,
      indeleblemente rojo,
      dorado sobre tu cuerpo.
      Todo está lleno de ti,
      traspasado de tu pelo:
      de algo que no he conseguido
      y que busco entre tus huesos.

             55

      Callo después de muerto.
      Hablas después de viva.
      Pobres conversaciones
      desusadas por dichas,
      nos llevan a lo mejor
      de la muerte y la vida.
      Con espadas fraguadas
      en silencio, fundidas
      en miradas, en besos,
      en pasiones invictas
      nos herimos, nos vamos
      a la lucha más íntima.
      Con silencio te ataco.
      Con silencio tú vibras.
      Con silencio reluce
      la verdad cristalina.
      Con silencio caemos
      en la noche, en el día.

             56

      La libertad es algo
      que sólo en tus entrañas
      bate como el relámpago.

             57

      Cuerpo sobre cuerpo,
      tierra sobre tierra:
      viento sobre viento.

             58

      Bocas de ira.
      Ojos de acecho.
      Perros aullando.
      Perros y perros.
      Todo baldío.
      Todo reseco.
      Cuerpos y campos,
      cuerpos y cuerpos.
      ¡Qué mal camino,
      qué ceniciento
      corazón tuyo,
      fértil y tierno!

             59

      Tristes guerras
      si no es amor la empresa.
      Tristes. Tristes.
      Tristes armas
      si no son las palabras.
      Tristes. Tristes.
      Tristes hombres
      si no mueren de amores.
      Tristes. Tristes.

             60

      Los animales del día
      a los de la noche buscan.
      Lejos anda el sol,
      cerca la luna.
      Animal del mediodía,
      la medianoche te turba.
      Lejos anda el sol.
      Cerca la luna.

      61 -- HIJO DE LA LUZ Y DE LA SOMBRA

      I (HIJO DE LA SOMBRA)

      Eres la noche, esposa: la noche en el instante
      mayor de su potencia lunar y femenina.
      Eres la medianoche: la sombra culminante
      donde culmina el sueño, donde el amor culmina.
      Forjado por el día, mi corazón que quema
      lleva su gran pisada de sol adonde quieres,
      con un solar impulso, con una luz suprema,
      cumbre de las mañanas y los atardeceres.
      Daré sobre tu cuerpo cuando la noche arroje
      su avaricioso anhelo de imán y poderío.
      Un astral sentimiento febril me sobrecoge,
      incendia mi osamenta con un escalofrío.
      El aire de la noche desordena tus pechos,
      y desordena y vuelca los cuerpos con su choque.
      Como una tempestad de enloquecidos lechos,
      eclipsa las parejas, las hace un solo bloque.
      La noche se ha encendido como una sorda hoguera
      de llamas minerales y oscuras embestidas.
      Y alrededor la sombra late como si fuera
      las almas de los pozos y el vino difundidas.
      Ya la sombra es el nido cerrado, incandescente,
      la visible ceguera puesta sobre quien ama;
      ya provoca el abrazo cerrado, ciegamente,
      ya recoge en sus cuevas cuanto la luz derrama.
      La sombra pide, exige seres que se entrelacen,
      besos que la constelen de relámpagos largos,
      bocas embravecidas, batidas, que atenacen,
      arrullos que hagan música de sus mudos letargos.
      Pide que nos echemos tú y yo sobre la manta,
      tú y yo sobre la luna, tú y yo sobre la vida.
      Pide que tú y yo ardamos fundiendo en la garganta,
      con todo el firmamento, la tierra estremecida.
      El hijo está en la sombra que acumula luceros,
      amor, tuétano, luna, claras oscuridades.
      Brota de sus perezas y de sus agujeros,
      y de sus solitarias y apagadas ciudades.
      El hijo está en la sombra: de la sombra han surtido,
      y a su origen infunden los astros una siembra,
      un zumo lácteo, un flujo de cálido latido,
      que ha de obligar sus huesos al sueño y a la hembra.
      Moviendo está la sombra sus fuerzas siderales,
      tendiendo está la sombra su constelada umbría,
      volcando las parejas y haciéndolas nupciales.
      Tú eres la noche, esposa. Yo soy el mediodía.

      II (HIJO DE LA LUZ)

      Tú eres el alba, esposa: la principal penumbra,
      recibes entornadas las horas de tu frente.
      Decidido al fulgor, pero entornado, alumbra
      tu cuerpo. Tus entrañas forjan el sol naciente.
      Centro de claridades, la gran hora te espera
      en el umbral de un fuego que el fuego mismo abrasa:
      te espero yo, inclinado como el trigo a la era,
      colocando en el centro de la luz nuestra casa.
      La noche desprendida de los pozos oscuros,
      se sumerge en los pozos donde ha echado raíces.
      Y tú te abres al parto luminoso, entre muro
      que se rasgan contigo como pétreas matrices.
      La gran hora del parto, la más rotunda hora:
      estallan los relojes sintiendo tu alarido,
      se abren todas las puertas del mundo, de la aurora,
      y el sol nace en tu vientre, donde encontró su nido.
      El hijo fue primero sombra y ropa cosida
      por tu corazón hondo desde tus hondas manos.
      Con sombras y con ropas anticipó su vida,
      con sombras y con ropas de gérmenes humanos.
      Las sombras y las ropas sin población, desiertas,
      se han poblado de un niño sonoro, un movimiento,
      que en nuestra casa pone de par en par las puertas,
      y ocupa en ella a gritos el luminoso asiento.
      ¡Ay, la vida: qué hermoso penar tan moribundo!
      Sombras y ropas trajo la del hijo que nombras.
      Sombras y ropas llevan los hombre por el mundo.
      Y todos dejan siempre sombras: ropas y sombras.
      Hijo del alba eres, hijo del mediodía.
      Y ha de quedar de ti luces en todo impuestas,
      mientras tu madre y yo vamos a la agonía,
      dormidos y despiertos con el amor a cuestas.
      Hablo y el corazón me sale en el aliento.
      Si no hablara lo mucho que quiero me ahogaría.
      Con espliego y resinas perfumo tu aposento.
      Tú eres el alba, esposa. Yo soy el mediodía.

      III -- (HIJO DE LA LUZ Y DE LA SOMBRA)

      Tejidos en el alma, grabados, dos panales
      no pueden detener la miel en los pezones.
      Tus pechos en el alba: maternos manantiales,
      luchan y se atropellan con blancas efusiones.
      Se han desbordado, esposa, lunarmente tus venas,
      hasta inundar la casa que tu sabor rezuma.
      Y es como si brotaras de un pueblo de colmenas,
      tú toda una colmena de leche con espuma.
      Es como si tu sangre fuera dulzura toda,
      laboriosas abejas filtradas por tus poros.
      Oigo un clamor de leche, de inundación, de boda
      junto a ti, recorrida por caudales sonoros.
      Caudalosa mujer, en tu vientre me entierro.
      Tu caudaloso vientre será mi sepultura.
      Si quemaran mis huesos con la llama del hierro,
      verían qué grabada llevo allí tu figura.
      Para siempre fundidos en el hijo quedamos:
      fundimos como anhelan nuestras ansias voraces:
      en un ramo de tiempo, de sangre, los dos ramos,
      en un haz de caricias, de pelo, los dos haces.
      Los muertos, con un fuego congelado que abrasa,
      laten junto a los vivos de una manera terca.
      Viene a ocupar el hijo los campos y la casa
      que tú y yo abandonamos quedándonos muy cerca.
      Haremos de este hijo generador sustento,
      y hará de nuestra carne materia decisiva:
      donde sienten su alma las manos y el aliento
      las hélices circulen, la agricultura viva.
      Él hará que esta vida no caiga derribada,
      pedazo desprendido de nuestros dos pedazos,
      que de nuestras dos bocas hará una sola espada
      y dos brazos eternos de nuestros cuatro brazos.
      No te quiero a ti sola: te quiero en tu ascendencia
      y en cuanto de tu vientre descenderá mañana.
      Porque la especie humana me han dado por herencia
      la familia del hijo será la especie humana.
      Con el amor a cuestas, dormidos y despiertos,
      seguiremos besándonos en el hijo profundo.
      Besándonos tú y yo se besan nuestro muertos,
      se besan los primeros pobladores del mundo.

      62 -- (LA LLUVIA)

      Ha enmudecido el campo, presintiendo la lluvia.
      Reaparece en la tierra su primer abandono.
      La alegría del cielo se desconsuela a veces,
      sobre un pastor sediento.
      Cuando la lluvia llama se remueven los muertos.
      La tierra se hace un hoyo removido, oloroso.
      Los árboles exhalan su último olor profundo
      despuestos a morirse.
      Bajo la lluvia adquiere la voz de los relojes
      la gravedad, la angustia de la postrera hora.
      Reviven las heridas visibles y las otras
      que sangran hacia dentro.
      Todo se hace entrañable, reconcentrado, íntimo.
      Como bajo el subsuelo, bajo el signo lluvioso.
      Todo, todo parece desear ahora
      la paz definitiva.
      Llueve como una sangre transparente, hechizada.
      Me siento traspasado por la humedad del suelo
      Que habrá de sujetarme para siempre a la sombra,
      para siempre a la lluvia.
      El cielo se desangra pausadamente herido.
      El verde intensifica la penumbra en las hojas.
      Los troncos y los muertos se oscurecen aún más
      por la pasión del agua.
      Y retoñan las cartas viejas en los rincones
      que olvido bajo el sol. Los besos de anteayer,
      las maderas más viejas y resecas, los muertos
      retoñan cuando llueve.
      Bodegas, pozos, almas, saben a más hundidos.
      Inundas, casi sepultados, mis sentimientos,
      tú, que, brumosa, inmóvil pareces el fantasma
      de tu fotografía.
      Música de la lluvia, de la muerte, del sueño,
      .............................................
      Todos los animales, fatídicos, se inclinan
      debajo de las gotas.
      Suena en las hojas secas igual que en las esquinas,
      suena en el mar la lluvia como en un imposible.
      Suena dentro del surco como en un vientre seco,
      seco, sordo, baldío.
      Suena en las hondonadas en los barrancos: suena
      como una pasión íntima suicidada o ahogada.
      Suena como las balas penetrando la carne,
      como el llanto de todos.
      Redoblan sus tambores, tañe su flauta lenta,
      su lagrimosa lengua que lame tercamente.
      Y siempre suena como sobre los ataúdes,
      los dolores, la nada.

             63

      Menos tu vientre,
      todo es confuso.
      Menos tu vientre,
      todo es futuro,
      fugaz, pasado
      baldío, turbio.
      Menos tu vientre,
      todo es oculto.
      Menos tu vientre,
      todo inseguro,
      todo postrero,
      polvo sin mundo.
      Menos tu vientre
      todo es oscuro.
      Menos tu vientre
      claro y profundo.

      64 -- ANTES DEL ODIO

      Beso soy, sombra con sombra.
      Beso, dolor con dolor,
      por haberme enamorado,
      corazón sin corazón,
      de las cosas, del aliento
      sin sombra de la creación
      Sed con agua en la distancia,
      pero sed alrededor.
      Corazón en una copa
      donde me lo bebo yo,
      y no se lo bebe nadie,
      nadie sabe su sabor.
      Odio, vida: ¡cuánto odio
      sólo por amor!
      No es posible acariciarte
      con las manos que me dio
      el fuego de más deseo,
      el ansio de más ardor.
      Varias alas, varios vuelos
      abaten en ellas hoy
      hierros que cercan las venas
      y las muerden con rencor.
      Por amor, vida, abatido,
      pájaro sin remisión.
      Sólo por amor odiado.
      Sólo por amor.
      Amor, tu bóveda arriba
      y no abajo siempre, amor,
      sin otra luz que estas ansias,
      sin otra iluminación.
      Mírame aquí encadenado,
      escupido, sin calor,
      a los pies de la tiniebla
      más súbita, más feroz,
      comiendo paz y cuchillo
      como buen trabajador
      y a veces cuchillo sólo,
      sólo por amor.
      Todo lo que significa
      golondrinas, ascensión,
      claridad, anchura, aire,
      decidido espacio, sol,
      horizonte aleteante,
      sepultado en un rincón.
      Esperanza, mar, desierto,
      sangre, monte rodador:
      libertades de mi alma
      clamorosas de pasión,
      desfilando por mi cuerpo,
      donde no se quedan, no,
      pero donde se despliegan,
      sólo por amor.
      Porque dentro de la triste
      guirnalda del eslabón,
      del sabor a carcelero
      constante, y a paredón,
      y a precipicio en acecho,
      alto, alegre, libre soy.
      Alto, alegre, libre, libre,
      sólo por amor.
      No, no hay cárcel para el hombre.
      No podrán atarme, no.
      Este mundo de cadenas
      me es pequeño y exterior.
      ¿:Quién encierra una sonrisa?
      ¿:Quién amuralla una voz?
      A lo lejos tú, más sola
      que la muerte, la una y yo.
      A lo lejos tú, sintiendo
      en tus brazos mi prisión:
      en tus brazos donde late
      la libertad de los dos.
      Libre soy. Siénteme libre.
      Sólo por amor.

             65

      Palomar del arrullo
      fue la habitación.
      Provocabas palomas
      con el corazón.
      Palomar, palomar
      derribado, desierto,
      sin arrullo por nunca jamás.

             66

      LA BOCA

      Boca que arrastra mi boca:
      boca que me has arrastrado:
      boca que vienes de lejos
      a iluminarme de rayos.
      Alba que das a mis noches
      un resplandor rojo y blanco.
      Boca poblada de bocas:
      pájaro lleno de pájaros.
      Canción que vuelve las alas
      hacia arriba y hacia abajo.
      Muerte reducida a besos,
      a sed de morir despacio,
      dando a la grana sangrante
      dos tremendos aletazos.
      El labio de arriba el cielo
      y la tierra el otro labio.
      Beso que rueda en la sombra:
      beso que viene rodando
      desde el primer cementerio
      hasta los últimos astros.
      Astro que tiene tu boca
      enmudecido y cerrado,
      hasta que un roce celeste
      hace que vibren sus párpados.
      Beso que va a un porvenir
      de muchachas y muchachos,
      que no dejarán desiertos
      ni las calles ni los campos.
      ¡Cuántas bocas enterradas,
      sin boca, desenterramos!
      Beso en tu boca por ellos,
      brindo en tu boca por tantos
      que cayeron sobre el vino
      de los amorosos vasos.
      Hoy son recuerdos, recuerdos,
      besos distantes y amargos.
      Hundo en tu boca mi vida,
      oigo rumores de espacios,
      y el infinito parece
      que sobre mí se ha volcado.
      He de volverte a besar,
      he de volver, hundo, caigo,
      mientras descienden los siglos
      hacia los hondos barrancos
      como una febril nevada
      de besos y enamorados.
      Boca que desenterraste
      el amanecer más claro
      con tu lengua. Tres palabras,
      tres fuegos has heredado:
      vida, muerte, amor. Ahí quedan
      escritos sobre tus labios.
      La basura diaria
      que de los hombres queda

             67

      sobre mis sentimientos
      y mis sentidos pesa.
      Es la triste basura
      de los turbios deseos,
      de las pasiones turbias.

             68

      Cerca del agua te quiero llevar,
      porque tu arrullo trascienda del mar.
      Cerca del agua te quiero tener,
      porque te aliente su vívido ser.
      Cerca del agua te quiero sentir,
      porque la espuma te enseñe a reír.
      Cerca del agua te quiero, mujer,
      ver, abarcar, fecundar, conocer.
      Cerca del agua perdida del mar,
      que no se puede perder ni encontrar.

             69

      El azahar de Murcia
      y la palmera de Elche
      para exaltar la vida
      sobre tu vida ascienden.
      El azahar de Murcia
      y la palmera de Elche
      para seguir la vida
      bajan sobre tu muerte.

      70 -- ASCENSIÓN DE LA ESCOBA

      Coronad a la escoba de laurel, mirto, rosa.
      Es el héroe entre aquellos que afrontan la basura.
      Para librar el polvo sin vuelo cada cosa
      bajó, porque era palma y azul, desde la altura.
      Su ardor de espada joven y alegre no reposa.
      Delgada de ansiedad, pureza, sol, bravura,
      azucena que barre sobre la misma fosa,
      es cada vez más alta, más cálida, más pura.
      Nunca: la escoba nunca será crucificada,
      porque la juventud propaga su esqueleto
      que es una sola flauta muda, pero sonora.
      Es una sola lengua sublime y acordada.
      Y ante su aliento raudo se ausenta el polvo quieto.
      Y asciende una palmera, columna hacia la aurora.

      71 -- DESPUÉS EL AMOR

      No pudimos ser. La tierra
      no pudo tanto. No somos
      cuanto se propuso el sol
      en un anhelo remoto.
      Un pie se acerca a lo claro.
      En lo oscuro insiste el otro.
      Porque el amor no es perpetuo
      en nadie, ni en mí tampoco.
      El odio aguarda su instante
      dentro del carbón más hondo.
      Rojo es el odio y nutrido.
      El amor, pálido y solo.
      Cansado de odiar, te amo.
      Cansado de amar, te odio.
      Llueve tiempo, llueve tiempo.
      Y un día triste entre todos,
      triste por toda la tierra,
      triste desde mí hasta el lobo,
      dormimos y despertamos
      con un tigre entre los ojos.
      Piedras, hombres como piedras,
      duros y plenos de encono,
      chocan en el aire, donde
      chocan las piedras de pronto.
      Soledades que hoy rechazan
      y ayer juntaban sus rostros.
      Soledades que en el beso
      guardan el rugido sordo.
      Soledades para siempre.
      Soledades sin apoyo.
      Cuerpos como un mar voraz,
      entrechocado, furioso.
      Solitariamente atados
      por el amor, por el odio,
      por las venas surgen hombres,
      cruzan las ciudades, torvos.
      En el corazón arraiga
      solitariamente todo.
      Huellas sin compaña quedan
      como en el agua, en el fondo.
      Sólo una voz, a lo lejos,
      siempre a lo lejos la oigo,
      acompaña y hace ir
      igual que el cuello a los hombros.
      Sólo una voz me arrebata
      este armazón espinoso
      de vello retrocedido
      y erizado que me pongo.
      Los secos vientos no pueden
      secar los mares jugosos.
      Y el corazón permanece
      fresco en su cárcel de agosto
      porque esa voz es el arma
      más tierna de los arroyos:
      "Miguel: me acuerdo de ti
      después del sol y del polvo,
      antes de la misma luna,
      tumba de un sueño amoroso."
      Amor: aleja mi ser
      de sus primeros escombros,
      y edificándome, dicta
      una verdad como un soplo.
      Después del amor, la tierra.
      Después de la tierra, todo.

             72

      El número de sangres
      que el mundo iluminó
      en dos halló el principio:
      tú y yo.
      El número de sangres
      que es cada vez mayor
      en dos busca sus fines:
      tú y yo.
      El número de sangres
      que en el espacio son
      en dos son infinitos:
      tú y yo.

             73

      La cantidad de mundos
      que con los ojos abres,
      que cierras con los brazos.
      La cantidad de mundos
      que con los ojos cierras,
      que con los brazos abres.

             74

      Entre nuestras dos sangres
      algo que aparta, algo
      que aleja, impide, ciega,
      sucede palmo a palmo.
      Entre nuestras dos sangres
      va sucediendo algo,
      arraiga el horizonte,
      hace anchura el espacio.
      Entre nuestras dos sangres
      ha de suceder algo,
      un puente como un niño,
      un niño como un arco.
      Entre nuestras dos sangres
      hay cárceles con manos.
      Cuanto sucede queda
      entre los dos de paso.

             75

      A la luna venidera
      te acostarás a parir
      y tu vientre irradiará
      claridades sobre mí.
      Alborada de tu vientre,
      cada vez más claro en sí,
      esclareciendo los pozos,
      anocheciendo el marfil.
      A la luna venidera
      el mundo se vuelve a abrir.

             76

      Vino. Dejó las armas,
      las garras, la maleza.
      La suavidad que sube,
      la suavidad que reina
      sobre la voz, el paso,
      sobre la piel, la pierna,
      arrebató su cuerpo
      y estremeció sus cuerdas.
      Se consumó la fiera.
      La noche sobrehumana
      la sangre ungió de estrellas,
      relámpagos, caricias,
      silencios, besos, penas.
      Memorias de la fiera.
      Pero al venir el alba
      se abalanzó sobre ella
      y recobró las armas,
      las garras, la maleza.
      Salió. Se fue dejando
      locas de amor las puertas.
      Se reanimó la fiera.
      Y espera desde entonces
      hasta que el hombre vuelva.

             77

      El mundo es como aparece
      ante mis cinco sentidos,
      y ante los tuyos que son
      las orillas de los míos.
      El mundo de los demás
      no es el nuestro: no es el mismo.
      Lecho del agua que soy,
      tú, los dos, somos el río
      donde cuanto más profundo
      se ve más despacio y límpido.
      Imágenes de la vida:
      cada vez las recibimos,
      nos reciben entregados
      más unidamente a un ritmo.
      Pero las cosas se forman
      con nuestros propios delirios.
      El aire tiene el tamaño
      del corazón que respiro
      y el sol es como la luz
      con que yo le desafío.
      Ciegos para los demás,
      oscuros, siempre remisos,
      miramos siempre hacia adentro,
      vemos desde lo más íntimo.
      Trabajo y amor me cuesta
      conmigo así, ver contigo:
      aparecer, como el agua
      con la arena, siempre unidos.
      Nadie me verá del todo
      ni es nadie como lo miro.
      Somos algo más que vemos,
      algo menos que inquirimos.
      Algún suceso de todos
      pasa desapercibido.
      Nadie nos ha visto. A nadie
      ciegos de ver, hemos visto.

      78 -- GUERRA

      Todas las madres del mundo,
      ocultan el vientre, tiemblan,
      y quisieran retirarse
      a virginidades ciegas,
      el origen solitario
      y el pasado sin herencia.
      Pálida, sobrecogida
      la fecundidad se queda.
      El mar tiene sed y tiene
      sed de ser agua la tierra.
      Alarga la llama el odio
      y el amor cierra las puertas.
      Voces como lanzas vibran,
      voces como bayonetas.
      Bocas como puños vienen,
      puños como cascos llegan.
      Pechos como muros roncos,
      piernas como patas recias.
      El corazón se revuelve,
      se atorbellina, revienta.
      Arroja contra los ojos
      súbitas espumas negras.
      La sangre enarbola el cuerpo,
      precipita la cabeza
      y busca un hueco, una herida
      por donde lanzarse afuera.
      La sangre recorre el mundo
      enjaulada, insatisfecha.
      Las flores se desvanecen
      devoradas por la hierba.
      Ansias de matar invaden
      el fondo de la azucena.
      Acoplarse con metales
      todos los cuerpos anhelan:
      desposarse, poseerse
      de una terrible manera.
      Desaparecer: el ansia
      general, creciente, reina.
      Un fantasma de estandartes,
      una bandera quimérica,
      un mito de patrias: una
      grave ficción de fronteras.
      Músicas exasperadas,
      duras como botas, huellan
      la faz de las esperanzas
      y de las entrañas tiernas.
      Crepita el alma, la ira.
      El llanto relampaguea.
      ¿:Para qué quiero la luz
      si tropiezo con tinieblas?
      Pasiones como clarines,
      coplas, trompas que aconsejan
      devorarse ser a ser,
      destruirse, piedra a piedra.
      Relinchos. Retumbos. Truenos.
      Salivazos. Besos. Ruedas.
      Espuelas. Espadas locas
      abren una herida inmensa.
      Después, el silencio, mudo
      de algodón, blanco de vendas,
      cárdeno de cirugía,
      mutilado de tristeza.
      El silencio. Y el laurel
      en un rincón de osamentas.
      Y un tambor enamorado,
      como un vientre tenso, suena
      detrás del innumerable
      muerto que jamás se aleja.

      79 -- [NANAS DE LA CEBOLLA]

        La cebolla es escarcha
        cerrada y pobre:
        escarcha de tus días
        y de mis noches.
        Hambre y cebolla:
        hielo negro y escarcha
        grande y redonda.
        En la cuna del hambre
        mi niño estaba.
        Con sangre de cebolla
        se amamantaba.
        Pero tu sangre,
        escarchaba de azúcar,
        cebolla y sangre.
        Una mujer morena,
        resuelta en luna,
        derrama hilo a hilo
        sobre la cuna.
        Ríeta, niño,
        que te tragas la luna
        cuando es preciso.
        Alondra de mi casa,
        ríete mucho.
        Es tu risa en los ojos
        la luz del mundo.
        Ríete tanto
        que en el alma, al oírte,
        bata el espacio.
        Tu risa me hace libre,
        me pone alas.
        Soledades me quita,
        cárcel me arranca.
        Boca que vuela,
        corazón que en tus labios
        relampaguea.
        Es tu risa la espada
        más victoriosa.
        Vencedor de las flores
        y las alondras.
        Rival del sol,
        porvenir de mis huesos
        y de mi amor.
        La carne aleteante,
        súbito el párpado,
        y el niño como nunca
        coloreado.
        ¡Cuánto jilguero
        se remonta, aletea,
        desde tu cuerpo!
        Desperté de ser niño.
        Nunca despiertes.
        Triste llevo la boca.
        Ríete siempre.
        Siempre en la cuna,
        defendiendo la risa
        pluma por pluma.
        Ser de vuelo tan alto,
        tan extendido,
        que tu carne parece
        cielo cernido.
        ¡Si yo pudiera
        remontarme al origen
        de tu carrera!
        Al octavo mes ríes
        con cinco azahares.
        Con cinco diminutas
        ferocidades.
        Con cinco dientes
        como cinco jazmines
        adolescentes.
        Frontera de los besos
        serán mañana,
        cuando en la dentadura
        sientas un arma.
        Sientas un fuego
        correr dientes abajo
        buscando el centro.
        Vuela niño en la doble
        luna del pecho.
        Él, triste de cebolla.
        Tú, satisfecho.
        No te derrumbes.
        No sepas lo que pasa
        ni lo que ocurre.

               80

        Debajo del granado
        de mi pasión
        amor, amor he llorado
        ¡ay de mi corazón!
        Al fondo del granado
        de mi pasión
        el fruto se ha desangrado
        ¡ay de mi corazón!

               81

        El mar también elige
        puertos donde reír
        como los marineros.
        El mar de los que son.
        El mar también elige
        puertos donde morir.
        Como los marineros.
        El mar de los que fueron.

               82

        ¿:Quién llenará este vacío
        de cielo desalentado
        que deja tu cuerpo al mío?

               83

        No vale entristecerse.
        La sombra que te lo ha dado.
        La sombra que se lo lleve.

               84

        Me descansa
        sentir que te arrullan
        las aguas.
        Me consuela
        sentir que te abraza
        la tierra.

               85

        Cuerpos, soles, alboradas,
        cárceles y cementerios,
        donde siempre hay un pedazo
        de sombra para mi cuerpo.

               86

        Suave aliento suave
        claro cuerpo claro
        densa frente densa
        penetrante labio.
        Vida caudalosa,
        vientre de dos arcos.
        Todo lo he perdido, tierra
        todo lo has ganado.

               87

        Los animales íntimos
        que forman tu pasado
        hicieron firme la negrura de tu pelo.
        Los animales íntimos
        que forman mi pasado
        ambicionaron con firmeza retenerlo.

               88

        Enciende las dos puertas,
        abre la lumbre.
        No sé lo que me pasa
        que tropiezo en las nubes.

               89

        Entre las fatalidades
        que somos tú y yo, él ha sido
        la fatalidad más grande.

               90

        Dicen que parezco otro.
        Pero sigo siendo el mismo
        desde tu vientre remoto.

               91

        El pozo y la palmera
        se ahondan en tu cuerpo
        poblado de ascendencias.

               92

        La oliva y el limón
        las desentrañaron
        desde tu corazón.

               93

        Tengo celos de un muerto,
        de un vivo, no.
        Tengo celos de un muerto
        que nunca te miró.

               94

        Quise despedirme más,
        y sólo vi tu pañuelo
        lejano irse.
        Imposible.
        Y un golpe de polvo vino
        a cegarme, ahogarme, herirme.
        Polvo desde entonces trago.
        Imposible.

               95

        No te asomes
        a la ventana,
        que no hay nada en esta casa.
        Asómate a mi alma.
        No te asomes
        al cementerio,
        que no hay nada entre estos huesos.
        Asómate a mi cuerpo.

               96

        De la contemplación
        nace la rosa:
        del amor el naranjo
        y el laurel:
        tú y yo del beso aquél.

               97

        Muerto mío.
        Te has ido con el verano.
        ¿:Sientes frío?

               98

        Dime desde allá abajo
        la palabra te quiero.
        ¿:Hablas bajo la tierra?
        Hablas como el silencio.
        ¿:Quieres bajo la tierra?
        Bajo la tierra quiero
        porque hacia donde cruzas
        quiere cruzar mi cuerpo.
        Ardo desde allá abajo
        y alumbro tu recuerdo.

               99

        Querer, querer, querer:
        ésa fue mi corona,
        ésa es.

               100

        No te lavas ni te peinas,
        ni sales de ese rincón.
        Contigo puede la sombra,
        conmigo el sol.

               101

        Llama, ¿:para quién?
        Llama, para alguien.
        Cruza las tinieblas
        y no alumbra a nadie.

               102

        Son míos, ¡ay! son míos
        los bellos cuerpos muertos,
        los bellos cuerpos vivos,
        los cuerpos venideros.
        Son míos, ¡ay! son míos
        a través de tu cuerpo.

               103

        Tanto río que va al mar
        donde no hace falta el agua.
        Tantos campos que se secan.
        Tantos cuerpos que se abrazan.

               104

        La fuerza que me arrastra
        hacia el sur de la tierra
        es mi sangre primera.
        La fuerza que me arrastra
        hacia el fondo del sur,
        muerto mío, eres tú.

               105

        Cuando te hablo del muerto
        se te quedan las manos
        quietas sobre mi cuerpo.
        Háblame de la muerta.
        Y encontrarás mis manso
        sobre tu cuerpo quietas.

               106

        No puedo olvidar
        que no tengo alas,
        que no tengo mar,
        vereda ni nada
        con que irte a besar.

               107

        ¿:Para qué me has parido, mujer?:
        ¿:para qué me has parido?
        Para dar a los cuerpos de allá
        este cuerpo que siento hacia aquí,
        hacia ti traído.
        Para qué me has parido, mujer,
        si tan lejos de ti me has parido.

               108

        Tú de blanco, yo de negro,
        vestidos nos abrazamos.
        Vestidos aunque desnudos
        tú de negro, yo de blanco.

               109

        De aquel querer mío,
        ¿:qué queda en el aire?
        Sólo un traje frío
        donde ardió la sangre.

               110

        Rotos, rotos: ¡Qué rotos!
        Rotos: cristales rotos
        de tanto dilatarse
        en ver, odiar, mis ojos.
        Rotos: por siempre rotos.
        Rotos: espejos rotos
        caídos, sin imagen,
        sin dirección, tus ojos.

    POEMAS SUELTOS -- IV--}>
    @Poemas-sueltos-IV

    Miguel Hernández

    POEMAS SUELTOS, IV

    (1939)


    -- 1 --

    LAS ABARCAS DESIERTAS

    Por el cinco de enero,
    cada enero ponía
    mi calzado cabrero
    a la ventana fría.

    Y encontraban los días,
    que derriban las puertas,
    mis abarcas vacías,
    mis abarcas desiertas.

    Nunca tuve zapatos,
    ni trajes, ni palabras:
    siempre tuve regatos,
    siempre penas y cabras.

    Me vistió la pobreza,
    me lamió el cuerpo el río,
    y del pie a la cabeza
    pasto fui del rocío.

    Por el cinco de enero,
    para el seis, yo quería
    que fuera el mundo entero
    una juguetería.

    Y al andar la alborada
    removiendo las huertas,
    mis abarcas sin nada,
    mis abarcas desiertas.

    Ningún rey coronado
    tuvo pie, tuvo gana
    para ver el calzado
    de mi pobre ventana.

    Toda la gente de trono,
    toda gente de botas
    se rió con encono
    de mis abarcas rotas.

    Rabié de llanto, hasta
    cubrir de sal mi piel,
    por un mundo de pasta
    y un mundo de miel.

    Por el cinco de enero,
    de la majada mía
    mi calzado cabrero
    a la escarcha salía.

    Y hacia el seis, mis miradas
    hallaban en sus puertas
    mis abarcas heladas,
    mis abarcas desiertas.

    -- 2 --

    "EL CAMPESINO"

    Aquí, castigando el campo
    con el pie, por las besanas,
    entrañable como un surco,
    crespo como un Guadarrama,
    un hombre abundante de hombre
    de un empujón se levanta.
    Valentín tiene por nombre,
    por boca un golpe de hacha,
    por apellido González
    y por horizonte España.

    Aquí, entre muertos y heridos
    y alrededor de las balas,
    fieramente se pasea,
    castellanamente habla.
    Con el aire de sus hombros
    la atmósfera se huracana.
    Sus labores son de guerra
    y de muerte sus campañas.
    Ha matado muchas bestias
    y quiere acabar la casta.

    Su actitud de león,
    negro el pelo, roja el alma,
    recorre al sol de la pólvora
    las anchuras castellanas,
    y el corazón, de tan ancho,
    se le sale por las mangas.
    Lleva, como la madera
    del noble y de la carrasca,
    revuelta la sien oscura
    y masculina la savia,
    que por los tempestuosos
    ojos le bulle y le salta.

    Lleva el pecho como un monte,
    lleva la boca con rabia,
    y una ráfaga de sombra
    dando vueltas a su barba.
    Miradlo cómo reluce
    cuando dice una palabra.
    Ante este varón del pueblo,
    hasta las piedras más bravas
    débiles y sin defensa
    se sienten y se desgranan.

    La cobardía lo esquiva
    y el valor duerme en su casa.
    Hombre que seguís a este hombre
    por laberintos que marchan
    a páramos de derrota
    ya viñas de triunfo y palma:
    que sus cejas de coraje,
    y su frente de arrogancia
    y su piel de valentía
    hallen eco en vuestra cara.

    Con él ganaréis Castilla,
    con él ganaréis España
    a los de la morería
    y a los de la canallada:
    con él podremos ganar
    toda la tierra del mapa.
    Yo he de cantar sus proezas,
    yo he de romper mi garganta
    en alabanza al pueblo
    y al hombre de sus entrañas,
    hasta que queden de mí
    los restos de una guitarra.
    Hombres que nunca veía,
    porque no tengo bastantes

    -- 3 --

    DIGNO DE SER COMANDANTE

    Hombres que nunca veía,
    porque no tengo bastantes
    ojos para tanto ver,
    cuerpo para tantas partes:
    hombres que lejos de mí,
    aunque hasta mí se acercasen,
    vivían como eclipsados
    bajo el eclipse del traje,
    de repente se aproximan
    a mis ojos, a mi carne,
    a mi corazón poblado
    de batallas y habitantes.
    Se aproximan, se desnudan,
    se desoscurecen y arden,
    y para siempre en mi frente
    graban la luz de su imagen.

    Ayer te desconocía
    en medio de los eriales,
    de paso por las encinas,
    en el resplandor del aire
    y en el resplandor rabioso
    de las bombas y los tanques.
    Ayer no hacía memoria
    de ti, teniente González.
    Hoy te conozco y publico
    tus ímpetus de oleaje,
    tu sencillez de eucalipto,
    tu corazón de combate,
    digno de ser capitán,
    digno de ser comandante.

    Aquel día del enero
    salió prometiendo sangre
    al cielo de la mañana
    y a la tierra de la tarde.
    El alba pasó ante un grupo
    forajido de alemanes,
    carnívoro de italianos,
    cagado de generales,
    y el sol apuntó queriendo
    inundarlos de vinagre.
    La luz se halló entre cañones,
    el rocío entre cadáveres,
    el azul y sus laureles
    y el valor entre encinares,
    sobre las frentes erguidas,
    sobre los huesos tajantes,
    sobre la piel de una tropa
    de campesinos leales.

    Se oyó una voz torrencial,
    se alzó un brazo detonante:
    eran los de Valentín,
    que como tres huracanes
    campaba cuando decía:
    ¡Qué no retroceda nadie!
    ¡Que la muerte nos encuentre
    yendo siempre hacia adelante
    o dentro de las trincheras
    firmes lo mismo que árboles;
    a cada herida más fieros,
    más duros a cada ataque,
    más grandes a cada asalto
    y a cada muerte más grandes!
    ¡Y al que ofrezca las espaldas
    al enemigo, matadle!

    La guerra se hermoseaba
    al pie de sus ademanes.
    Tronaron las baterías
    nutridas de tempestades,
    y la voz del Campesino
    no cesaba de escucharse
    ni de iluminarse el humo
    de la pólvora salvaje.

    El teniente de Leal,
    Gonzáles el admirable,
    no apartaba de la oreja
    aquella voz desbordante,
    y echó en su puesto raíces
    del heroísmo y de romance.

    Por tres veces con tres plomos,
    vino la muerte a buscarle:
    tres heridas le clavaron
    tres fusiles criminales,
    y a pesar del enemigo,
    y a pesar de los pesares,
    su juventud parecía
    una cumbre invulnerable,
    una bandera invencible
    y campeadora y gigante.

    Cuando perdieron tus venas
    fuerzas con que sustentarse
    y la sangre te sonaba
    por los bolsillos, González,
    no pediste un hospital
    como piden los cobardes,
    que pediste una camilla
    sobre la que reclinarte
    para seguir disparando,
    mandando fuego y coraje.

    ¡Mirad qué ademán tan alto,
    mirad qué pecho tan fácil
    al viento varón y extenso
    de las generosidades!

    Mujeres que vais al fondo
    de la vida a haceros madres:
    vuestros abrazos fecundos,
    vuestros vientres palpitantes,
    hombres de tanto tamaño
    sólo merecen poblarles.
    Llevan el pueblo en los huesos
    y el mediodía en la sangre.
    El alba del diecinieve

    -- 4 --

    MEMORIA DEL 5º REGIMIENTO

    El alba del diecinueve
    de julio no se atrevía
    a precipitar el día
    sobre su costa de nieve.
    Nadie a despertar se atreve
    hosco de presentimiento.
    Y el viento del pueblo, el viento
    que muevo y aliento yo
    pasó a mi lado y pasó
    hacia el 5º Regimiento.

    Me desperté entre cañones,
    y pistolas, y aeroplanos,
    y un río de milicianos
    como un río de leones.
    Eran varios corazones
    los que en el pecho sentía:
    la sublevación ardía,
    disparaba, aullaba en torno,
    y eran el corazón de un horno
    el gran corazón del día.

    Hombres, de noble mirada
    y de condición más noble,
    que han hecho temblar al roble
    y desmayarse a la espada:
    héroes que parió la nada,
    dejando sin movimiento
    el monte, el campo, el aliento
    de la paz y la labor,
    iban a unir su valor
    en el 5º Regimiento.

    Herrerías y poblados,
    minas, talleres y eras
    ante las cajas guerreras
    enmudecieron parados.
    Se marchaban los arados,
    y las demás herramientas,
    a las casas cenicientas
    donde la pobreza anida
    al aparecer la vida
    con pólvoras y tormentas.

    Campesinos: segadores,
    la fama de los yunteros,
    la historia de los herreros
    y la flor de los sudores:
    albañiles y pastores,
    los hombres del sufrimiento,
    ante el fatal movimiento
    que atropellarlos quería,
    fueron a dar su energía
    en el 5º Regimiento.

    Lejos de los minerales,
    los mineros más profundos
    se movían irancundos
    como los fieros metales;
    ausentes de los trigales
    y de los besos ausentes,
    los campesinos vehementes,
    con una sonrisa hostil
    iban detrás del fusil
    y de las malvadas gentes.

    ¡Qué largamente seguros
    lucharon bajo sus ceños,
    qué oscuramente risueños
    y qué claramente oscuros!
    Eran como errantes muros
    generosos de cimiento,
    y si llegaba el momento
    de morir daban su vida
    como una luz encendida
    para el 5º Regimiento.

    ¡Cuántos quedaron allí
    donde cuántos no quedaron
    y cuántos se recostaron
    donde cuántos de pie vi!
    Así cayeron, así:
    como gigantes lucientes,
    enarboladas las frentes
    como un orgullo de lanza,
    y una expresión de venganza
    alrededor de los dientes.

    España será de España
    y español el español
    que lleva en la sangre un sol
    y en cada gota una hazaña.

    No seremos de Alemania
    en ningún negro momento
    porque el puro sentimiento
    que nutre a los españoles
    seguirá dando sus soles
    para el 5º Regimiento.

    -- 5 --

    Tu famosa, tu mínima impotencia
    desparramar intento
    sin detener el paso ni un instante.
    Para lo tal, me apeo en mi paciencia,
    pulso un acordeón llorón de viento
    y socarrón de voz, y ya es bastante.

    Tu cornicabreada decrepitud purgente
    exige estos reparos de escritura,
    y con ellos ayudo a someterse,
    no al manicomio, al tonticomio oscuro
    que tu idiotez, sin mezcla de locura,
    pide hasta que la muerte
    venga a sacar tu vida de este apuro.

    Llevas el corazón con cuello duro,
    residuo de una momia milenaria,
    concurso de idiotas,
    que necesitas la alabanza diaria,
    y descosido en la alabanza explotas.

    Cocodrilito pequeñito, ñito,
    lagartija de astucia,
    mezquina, subterránea, con el rabo marchito,
    y la mirada alcantarilla sucia.

    Tarántula diabética y escuálida,
    forúnculo político y gramático,
    repúblico de triste mierda inválida,
    oráculo, sarcófago enigmático.

    Demócrata de dientes para fuera,
    altares solicita tu zapato.
    No hagas más reflexiones de topo y madriguera
    en tu conejeril rincón de mentecato.

    Humo soberbio, sapo que te hinches
    cuando oyes un piropo:
    disuélvete en berrinches,
    resuélvete, desaparece, topo.

    España no precisa
    tu vaciedad de calabaza neta,
    tu mezquindad que duele y que da risa,
    tu vejez inconcreta,
    venenosa, indecisa.

    No te toca la sangre de los trabajadores,
    sus muertes no salpican tu chaleco,
    no te duelen sus ansias ni su lucha:
    tu tiniebla trafica con sus puros fulgores,
    su clamor no halla en ti ni voz ni eco,
    tu vanidad su mismo ruido escucha
    como un sótano seco.

    Hay ojos que derraman raíces amorosas,
    sobre tus ojos tienes
    uñas que a hacerse dueñas de las cosas
    avanzan por tus sienes.

    Necesitan incienso e incensario
    tu secundaria vida,
    tu corazón de espino secundario,
    tu soberbia de zarza consumida.

    Sobre tu pedestal o tu peana,
    monumento de oficio,
    cuando tu salvación está cercana
    quieres llevar un pueblo al precipicio.

    Te rebuznó en el parto tu madre, y más valiera
    a España que jamás te rebuznara
    con esa cara de escobilla fiera,
    de vieja zorra avara.

    No llevarás mi pueblo a la derrota,
    dictador fracasado, rey confuso,
    y caerás por la punta de una bota
    sobre tus flacos días puesta en uso.

    28 de febrero de 1937, en Valencia.

    -- 6 --

    MANDADO QUE MANDO A DON GIL DE LAS CALZAS DE CEDA,
    a ese que lleva robles a las espaldas del Gil y a las del corazón caca

    Al Gil, gili, gilipo, gilipolla,
    campana sin metal y sin badajo,
    mando un millón de veces al carajo,
    pues tanto pus episcopal apoya.

    Su estupidez de carne de cebolla,
    su ensotanada hiel, su alma de ajo
    y su cara de culo y de gargajo
    han de ser más quemados que fue Troya.

    Vete, mariconazo: se te ha visto
    bajo los pantalones el roquete
    y bajo la mirada el ano hambriento.

    Algún día estarás, me cago en Cristo,
    dentro del purgatorio de un retrete
    enunciando la mierda con tu aliento.

    -- 7 --

    ANDALUZAS

    Andaluzas generosas,
    nietas de las de Bailén,
    dad a los verdugos fosas
    antes que fosas nos den.

    Parid y llevad ligeras
    hijos a los batallones,
    aceituna a las trincheras
    y pólvora a los cañones.

    Sembrada está la simiente:
    y vuestros vientres darán
    cuerpos de triunfante frente
    y bocas de puro pan.

    -- 8 --

    CANCION DEL ANTIAVIONISTA

    Que vienen, vienen, vienen
    los lentos, lentos, lentos,
    los ávidos, los fúnebres,
    los aéreos carniceros.

    Que nunca, nunca, nunca
    su tenebroso vuelo
    podrá ser confundido
    con el de los jilgueros.

    Que asaltan las palomas
    sin hiel. Que van sedientos
    de sangre, sangre, sangre,
    de cuerpos, cuerpos, cuerpos.

    Que el mundo no es el mundo.
    Que el cielo no es el cielo,
    sino el rincón del crimen
    más negro, negro, negro.

    Que han deshonrado al pájaro.
    Que van de pueblo en pueblo,
    desolación y ruina
    sembrando, removiendo.

    Que vienen, vienen, vienen
    con sed de cementerio
    dejando atrás un rastro
    de muertos, muertos, muertos.

    Que ven los hospitales
    lo mismo que los cuervos.

    Que nadie duerme, nadie.
    Que nadie está despierto.
    Que toda madre vive
    pendiente del silencio,
    del ay de la sirena,
    con la ansiedad al cuello,
    sin voz, sin paz, sin casa,
    sin sueño.

    Que nadie, nadie, nadie
    lo olvide ni un momento.
    Que no es posible el crimen.
    Que no es posible esto.
    Que tierra nuestra quieren.
    Que tierra les daremos
    en un hoyo, a puñados:
    que queden satisfechos.

    Que caigan, caigan: caigan.
    Que fuego, fuego: fuego.

    -- 9 --

    ESPAÑA EN AUSENCIA

    Como si se me hubiera muerto el cielo
    de España me separo:
    salgo en un tren precipitado al hielo
    de su materna piedra, de su fuego preclaro.

    Un aeroplano ciego me separa,
    por el espacio y su topografía,
    de mi nación ardientemente clara
    dentro del resplandor de la alegría.

    Me empuja entre celajes de hermosura,
    por Francia, Holanda, Dinamarca y Suecia,
    a la Rusia que sueño mientras la gleba oscura
    de mi cuerpo se pone pálida y menos recia.

    Mi piel de amor se enfría, mi corazón se quema
    y quema por mis ojos a las demás naciones,
    como si fuera mi alma la flor de la alhucema
    cerniéndose encendida por tantas extensiones.

    Siento como si el sol se fuera distanciando,
    agonizando en campos opacos y lunares
    donde los lagos tienen instalado su imperio.

    Y la tierra parece que va devorando,
    y se esparcen sus restos, sus postreros pilares,
    y parece que vuelo sobre un gran cementerio.

    España, España: ¿:quién te ha despoblado?
    Nación de toros y caballeros,
    témpano de guitarras y tambores
    ensimismado en música bajo el tacón sagrado
    del sol, de los luceros,
    de los enamorados y de los bailadores.

    No te empequeñece lo remoto:
    llegas a estos rincones siderales
    grandes, grande, tan grande con tu corazón roto,
    como una maravilla de vidrios y corales.

    Adelfo y arrayán, cal y negrura.
    Un árbol que es encian y es palmera
    te trae a mí como una selva pura
    que inspira el mar desde su edad primera.

    Palomar del arrullo desangrado,
    prodigioso panal de seca ardilla,
    como el panal de cera acribillado
    por el agente del perpetuo crimen
    que todo lo destruye y acribilla.

    Al mismo tiempo que tus madres gimen
    te alejas: no te alejas.
    Va conmigo tu anhelo,
    va conmigo los cielos cruzados de tus rejas
    que eran a medianoche palomares en celo.

    Va conmigo tu pueblo que es el mío,
    cercado por la fiebre fraticida
    de la guerra que ejercen los tiranos.
    Mi pasión de español describe un río
    de cólera y espuma sumergida
    con el camino de los aeroplanos.

    Subes conmigo, vas de cumbre en cumbre,
    mientras tus hijos, mis hermanos, ruedan
    como ganaderías de indestructible lumbre,
    de torres y cristales:
    de potros que descienden y se quedan,
    chocándose, volcándose, suspensos
    de varios precipicios celestiales,
    de relincho a torrentes y los brazos inmensos.

    Con tus muertos que llegan en bandada
    a lagos de mercurio siempre vivo,
    a remansos de espejos y descanso
    que no ha de enturbiar nada:
    con tus apasionados gérmenes combativos
    para siempre en descanso,
    va por Europa entera mi mirada.

    Van conmigo tus muertos, tu caídos,
    mis caídos, mis muertos:
    pesan en lo más alto de mis huesos queridos,
    navegantes y abiertos.
    Ellos me arrojan con el puño en alto
    a saludar a Rusia por Moscú y por Ucrania,
    y me quieren hacer retroceder de un salto
    para escupir lo sucio de Italia y de Alemania.

    Abrasadora España, amor, bravura.
    Por mandato del sol y de tantos planetas
    lo más hermosos y amoroso y fiero.
    Te siento como el alma bajo la quemadura
    de la invasión extraña,
    sus municiones y sus bayonetas,
    y no sé navegar, vivir viajero.

    Ayer mandé una carta y un beso para España
    donde está la mujer que yo más quiero.

    -- 10 --

    CANCION DE LA AMETRALLADORA

    De mis hombros desciende,
    codorniz de metal,
    y a su nido de arena
    va la muerte a incubar.

    Acaricio su lomo,
    de humeante crueldad.
    Su mirada de cráter,
    su pasión de volcán
    atraviesa los cielos
    cuando se echa a mirar,
    con mis ojos de guerra
    desplegados detrás.

    Entre todas las armas,
    es la mano y será
    siempre el arma más pura
    y la más inmortal.
    Pero hay tiempos que exigen
    malherir, disparar
    y la mano precisa
    esgrimir, además
    de los puños de hierro,
    hierro más eficaz.

    Frente a mí varias líneas
    de asesinos están,
    acechando mi vida,
    campeadora y audaz,
    que acobarda al acecho
    y al cañón más fatal.

    Con el alba en el pico,
    delirante y voraz,
    con rocío, mi arma
    se dedica a cantar.

    Donde empieza su canto
    el relámpago va:
    donde acaba el disparo
    de su trino mortal,
    no es posible la vida,
    no es posible jamás.

    ¡Ay, cigüeña que picas
    en el viento del mal,
    fieramente, anhelando
    su exterminio total!
    Canta, tórtola en celo,
    que en mis manos estás
    encendida hasta el ascua,
    disparada hasta el mar.

    Malas ansias se acercan,
    pero no pasarán.
    Escuchadla en el centro
    del combate, escuchad.

    Hambre loca, insaciada
    con la carne y el pan;
    sed que aumenta la fuente
    de mi sed fraternal;
    fuego bien orientado,
    que ni el agua es capaz,
    ni la nieve más larga,
    de rendir, de aplacar.

    Sobre cada colina
    de la tierra que hay,
    sobre todas las cumbres,
    en un rapto animal,
    abalánzate, ciérnete,
    canta y vuelve a cantar,
    máquinas de mi alma
    y de mi libertad.

    Sed, ametralladoras,
    desde aquí y desde allá,
    contra aquellos que vienen
    a coger sin sembrar.

    Vedme a mí desvelado,
    sepultando maldad
    con semilla de plomo
    que jamás verdeará,
    sobre España mi sombra,
    sobre el sol mi verdad.

    Sed la máquina pura
    que hago arder y girar;
    la muralla de máquinas
    de la frágil ciudad
    del sudor, del trabajo,
    defensor de la paz.
    Y al que intente invadirla
    de vejez, enturbiad
    sus paredes con sangre,
    ¡disparad!

    -- 11 --

    TERUEL

    Líster, la vida, la cantera, el frío:
    tú, la vida, tus fuerzas como llamas,
    Teruel como un cadáver sobre un río.

    La efusión de las piedras y las ramas,
    la vida derramando un vino rudo
    cerca de aquel cadáver con escamas.

    Aquel cadáver defendió su escudo,
    su muladar, su herrumbre, su leyenda:
    pero la vida prevalece y pudo.

    Por mucho que un cadáver se defienda,
    la muerte está sitiada, acorralada,
    cercada por la vida más tremenda.

    Ni con la condición de la nevada
    el círculo de hogueras se deshace,
    se rompe el cerco de la llamarada.

    No hay quien lo enfríe, quien lo despedace.
    Retrocede la helada en las orejas
    de este fuego vital que sopla y hace.

    Contra la muerte, contra sus ovejas,
    quemando de bravura el armamento,
    disparas las pasiones y las cejas.

    Líster, la vida, piedra del portento,
    necesita una forma victoriosa,
    y habrás de trabajarla con tu aliento.

    Cantero de la piedra en cada cosa,
    exiges la materia de tu hispano
    granito, que es la piedra más hermosa.

    En el granito se probó tu mano,
    como en la harina, el yeso y la madera
    se prueba tanto puño de artesano.

    Eso es hacer la mano duradera,
    y eso es vivir a prueba de peñones,
    y eso es ahondar la sangre y la cantera.

    Sobre el cadáver de Teruel te impones,
    y el alma en los disparos se te escapa
    frente a la nieve y a sus municiones.

    Impulsos con el aire de tu capa
    das a tu potro, puesto en cada instante
    a recobrar las pérdidas del mapa.

    Yo me encontré con este comandante,
    bajo la luz de los dinamiteros,
    en el camino de Teruel, delante.

    Han cogido a la muerte los canteros
    la primera ciudad, y en esta historia
    se han derramado varios compañeros.

    En su sangre se envuelva la victoria.

    -- 12 --

    LAS PUERTAS DE MADRID

    Las puertas son del cielo
    las puertas de Madrid.
    Cerradas por el pueblo
    nadie las puede abrir.
    Cerradas por el pueblo
    nadie las puede abrir
    .

    El pueblo está en las calles
    como una hiriente llave,
    la tierra a la cintura
    y a un lado el Manzanares;
    la tierra a la cintura
    y a un lado el Manzanares.

    ¡Ay río Manzanares
    sin otro manzanar
    que un pueblo que te hace
    tan grande como el mar!
    Que en pueblo que te hace
    tan grande como el mar
    .

    -- 13 --

    LA GUERRA, MADRE

    La guerra, madre: la guerra.
    Mi casa sola y sin nadie.
    Mi almohada sin aliento.
    La guerra, madre: la guerra.
    Mi almohada sin aliento.
    La guerra, madre: la guerra.

    La vida, madre: la vida.
    La vida para matarse.
    Mi corazón sin compaña.
    La guerra, madre: la guerra.
    Mi corazón sin compaña.
    La guerra, madre: la guerra.

    ¿:Quién mueve sus hondos pasos
    En mi alma y en mi calle?
    Cartas moribundas, muertas.
    La guerra, madre: la guerra.
    Cartas moribundas, muertas.
    La guerra, madre: la guerra.

    -- 14 --

    LETRILLA DE UNA CANCION DE GUERRA

    Déjame que me vaya,
    madre, a la guerra.
    Déjame, blanca hermana,
    novia morena.
    Déjame.

    Y después de dejarme
    junto a las balas,
    mándame a la trinchera
    besos y cartas.
    Mándame.

    -- 15 --

    CANTO DE INDEPENDENCIA

    Paso a paso, mi tierra vuelve a mí. Trozo a trozo,
    vuelven la claridad y el día y el centeno.
    Han querido arrojar tanta luz en un pozo,
    en un pozo guardado por un puño de cieno.

    Por una madrugada de gallos iracundos,
    un ejército joven como las madrugadas
    conquista, paso a paso, los arados profundos,
    los pueblos invadidos, los hijos, las azadas.

    Soplan los toros y hacen temblar la luz del cielo:
    los hombre que yo digo la aumentan y la aclaran,
    hasta cuando la sombra viene a invadir el suelo
    y a la sombra estos hombres que he dicho le disparan.

    Haciendo luz la luz y luz la sombra densa,
    van los padres del sol, los padres del granito,
    que hacen la espiga grande, y hacen la vida inmensa
    y el vientre de las madres poblado de infinito.

    Aprende en estas vidas, aprende como aprendo:
    aprende a ser un hombre bien clavado en el barro,
    lo mismo que estos hombres que mueren encendiendo
    la mecha, la sonrisa, la muerte y el cigarro.

    Dejad el pie descalzo para pisar el punto
    donde cayó la sangre de las mejores venas:
    para besar la tierra donde recojo y junto
    los huesos orgullosos de rodar sin cadenas.

    Los huesos de los que antes de entregarse al verdugo
    prefieren enterrarse bajo su misma mano,
    sobre la boca donde sólo habitó el mendrugo
    echándose una tierra que no podrá el gusano.

    Vergüenza en tus mejillas mientras que tú no obres
    como estas anchas vidas que hasta los astros llegan.
    Dulce es la sangre, dulce, la sangre de los pobres,
    la sangre de los pueblos con la que tantos juegan.

    Los cuervos la devoran a duros picotazos,
    ávidos la reclaman los ricos con embudos:
    hasta que, amargamente, se encrespa por los brazos
    y ataca a quien la absorbe con aletazos rudos.

    Hoy, mientras esta sangre recorre España entera
    y apenas por sus hombres prueba el pan, prueba el beso,
    vosotros, los llegados de un hambre carnicera,
    como los perros mismos os disputáis un hueso.

    Sois los que nunca abrís la mano, la mirada,
    el corazón, la boca, para sembrar verdades:
    los que siempre pedís, los que jamás dais nada,
    cosecheros que sólo sembráis oscuridades.

    ¡Fuera de aquí, egoistas de retorcidas manos,
    dispuestos a negar la pureza en la nieve!
    Sois también invasores como los italianos,
    como la dinamita que sobre España llueve.

    La vida que prorrumpe como una llamarada
    comunicando al cielo su resplandor de avena,
    vuestra existencia seca de cárcel encerrada
    que no sabe obtener la libertad, condena.

    Blandos de peticiones y blandos de lamentos,
    se mueven vuestros labios que tan sólo provoca
    una voracidad brutal por los sustentos,
    sucia y abierta en tanto que otros cierran la boca.

    Ellos cierran la boca como una piedra brava
    y aprietan las cabezas como un siglo de puños,
    cerrados, agresivos, llenos de espuma y lava,
    contra aquellos que quieren robar nuestros terruños.

    Rayos de carne y hueso, carbonizan a aquellos
    que atacan su pobreza, su trabajo, su casa.
    Yo voy con este soplo que exige mis cabellos,
    yo alimento este fuego creciente que me abrasa.

    Escoged bien la piedra para grabar los nombres,
    la eternidad, los rasgos, la vida, la figura
    de la definitiva materia de estos hombres,
    hasta volverla carne de siglos y hermosura.

    Escoged bien la mano y el cincel decisivo
    donde de estos soldados la historia resplandezca,
    porque el avance sigue de la encina al olivo
    por más que el perro ladre y el cuervo se oscurezca.

    España se levanta limpia como las hojas,
    limpias con el sudor del hombre y las mañanas,
    y aún sonarán los nombres y las pisadas rojas
    cuando el bronce no suene y el cañón eche canas.

    -- 16 --

    NACIMIENTO DE ESPAÑA

    Como una piel de toro
    peninsular, sonora,
    como un radiante puño
    que dilatara el tiempo,
    dio sobre el mar y el agua
    se sintió más hermosa.
    Su piel quedó extendiendo
    su exaltada frontera
    fósil, y devorando
    ascuas, luz de siempres.

    Fue el sol: la sed profunda
    del sol por la hermosura.
    El sol fue desprendiéndose
    de su mejor pedazo,
    de su carne más íntima
    y la trajo a sus pies.

    Y aquí trajo el mercurio
    sus temblores extraños,
    y aquí el zinc y aquí el plomo
    desplegaron sus aves
    de vuelo sumergido,
    y el acero y el bronce
    su masculino ceño.

    Aquí hizo nido el trueno
    y el pedernal y el mármol.
    La vida mineral
    vio esconderse el carbón
    en su cuerpo crispado,
    y el caballo y el toro
    la juventud más brava
    despertaron al duelo-
    de los cuerpos aquí.

    España, España, España,
    carne, solar materia.

    Halló la agricultura
    su cuerpo más poroso
    en ti, y halló en seguida
    la patria del naranjo
    y el centro del olivo.

    Eres toda de sol.
    Te empuja la alegría,
    te detiene en la muerte,
    en el trigo, en la pena,
    y todo en ti es de vida,
    de solares cumplidos.
    El día es tu riqueza.

    POEMAS SUELTOS -- V--}>
    @Poemas-sueltos-V

    Miguel Hernández

    POEMAS SUELTOS --V --

    (1939?-1940?)


      -- 1 --

      Que cara de herido pongo
      cuando te veo y me miro
      por la ribera del hombro.

      Enterrado me veo,
      crucificado
      en la cruz y en el hoyo
      del desengaño:
      qué mala luna
      me ha empujado a quererte
      como a ninguna.

      -- 2 --

      No sigas muerto
      retrocede a la vida-
      ¿:retrocede la lluvia?
      ¿:retrocedería?

      -- 3 --

      Pongo cara de herido
      cuando respiras
      y de muerto que sufre
      cuando me miras.
      Tú has conseguido
      tenerme a cada instante
      muerto y herido.

      -- 4 --

      Cuando respiras me hieres,
      cuando me miras me matas,
      tus cejas son dos cuchillos
      negros, tus negras pestañas.

      -- 5 --

      Por la voz de la herida
      que tú me has hecho
      habla desembocando
      todo mi pecho.
      Es mi persona
      una torre de heridas
      que se desploma.

      -- 6 --

      Que me aconseje el mar
      lo que tengo que hacer:
      si matar, si querer.

      -- 7 --

        EL ULTIMO RINCON

      El último y el primero:
      rincón para el sol más grande,
      sepultura de esta vida
      donde tus ojos no caben.

      Allí quisiera tenderme
      para desenamorarme.

      Por el olivo lo quiero,
      lo persigo por la calle,
      se sume por los rincones
      donde se sumen los árboles.

      Se ahonda y hace más honda
      la intensidad de mi sangre.

      Los olivos moribundos
      florecen en todo el aire
      y los muchachos se quedan
      cercanos y agonizantes.

      Carne de mi movimiento,
      huesos de ritmos mortales:
      me muero por respirar
      sobre vuestros ademanes.

      Corazón que entre dos piedras
      ansiosas de machacarte,
      de tanto querer te ahogas
      como un mar entre dos mares.
      De tanto querer me ahogo,
      y no me es posible ahogarme.

      Beso que viene rodando
      desde el principio del mundo
      a mi boca por tus labios.
      Beso que va a un porvenir,
      boca como un doble astro
      que entre los astros palpita
      por tantos besos parados,
      por tantas bocas cerradas
      sin un beso solitario.

      ¿:Qué hice para que pusieran
      a mi vida tanta cárcel?

      Tu pelo donde lo negro
      ha sufrido las edades
      de la negrura más firme,
      y la más emocionante:
      tu secular pelo negro
      recorro hasta remontarme
      a la negrura primera
      de tus ojos y tus padres,
      al rincón de pelo denso
      donde relampagueaste.

      Como un rincón solitario
      allí el hombre brota y arde.

      Ay, el rincón de tu vientre;
      el callejón de tu carne:
      el callejón sin salida
      donde agonicé una tarde.

      La pólvora y el amor
      marchan sobre las ciudades
      deslumbrando, removiendo
      la población de la sangre.

      El naranjo sabe a vida
      y el olivo a tiempo sabe.
      Y entre el clamor de los dos
      mis pasiones se debaten.

      El último y el primero:
      rincón donde algún cadáver
      siente el arrullo del mundo
      de los amorosos cauces.

      Siesta que ha entenebrecido
      el sol de las humedades.

      Allí quisiera tenderme
      para desenamorarme.

      Después del amor, la tierra.
      Después de la tierra, nadie.

      -- 8 --

      CANTAR

      Es la casa un palomar
      y la cama un jazminero.
      Las puertas de par en par
      y en el fondo el mundo entero.

      El hijo, tu corazón
      madre que se ha engrandecido.
      Dentro de la habitación
      todo lo que ha florecido.
      El hijo te hace un jardín,
      y tú has hecho al hijo, esposa,
      la habitación del jazmín,
      el palomar de la rosa.

      Alrededor de tu piel
      ato y desato la mía.
      Un mediodía de miel
      rezumas: un mediodía

      ¿:Quién en esta casa entró
      y la apartó del desierto?
      Para que me acuerde yo,
      alguien que soy yo y ha muerto.

      Viene la luz más redonda
      a los almendros más blancos.
      La vida, la luz se ahonda
      entre muertos y barrancos.

      Venturoso es el futuro,
      como aquellos horizontes
      de pórfido y mármol puro
      donde respiran los montes.

      Arde la casa encendida
      de besos y sombra amante.
      No puede pasar la vida
      más honda y emocionante.

      Desbordadamente sorda
      la leche alumbra tus huesos.
      Y la casa se desborda
      con ella, el hijo y los besos.

      Tú, tu vientre caudaloso,
      el hijo y el palomar.
      Esposa, sobre tu esposo
      suenan los pasos del mar.

      -- 9 --

      El pez más viejo del río
      de tanta sabiduría
      como amontonó, vivía
      brillantemente sombrío.
      Y el agua le sonreía.

      Tan sombrío llegó a estar
      (nada el agua le divierte)
      que después de meditar,
      tomó el camino del mar,
      es decir, el de la muerte.

      Reíste tú junto al río,
      niño solar. Y ese día
      el pez más viejo del río
      se quitó el aire sombrío.
      Y el agua te sonreía.

      -- 10 --

      Rueda que irás muy lejos.
      Ala que irás muy alto.
      Torre del día, niño.
      Alborear del pájaro.
      Niño: ala, rueda, torre.
      Pie. Pluma. Espuma. Rayo.
      Ser como nunca ser.
      Nunca serás en tanto.

      Eres mañana. Ven
      con todo de la mano.
      Eres mi ser que vuelve
      hacia su ser más claro.
      El universo eres
      que guía esperanzado.

      Pasión del movimiento,
      la tierra es tu caballo.
      Cabálgala. Domínala.
      Y brotará en su casco
      su piel de vida y muerte,
      de sombra y luz, piafando.
      Asciende. Rueda. Vuela,
      creador de alba y mayo.
      Galopa. Ven. Y colma
      el fondo de mis brazos.

      -- 11 --

      Con dos años, dos flores
      cumples ahora.
      Dos alondras llenando
      toda tu aurora.
      Niño radiante:
      va mi sangre contigo
      siempre adelante.

      Sangre mía, adelante,
      no retrocedas.
      La luz rueda en el mundo,
      mientras tú ruedas.
      Todo te mueve,
      universo de un cuerpo
      dorado y leve.

      Herramienta es tu risa
      luz que proclama
      la victoria del trigo
      sobre la grama.
      Ríe. Contigo
      venceré siempre al tiempo
      que es mi enemigo.

      -- 12 --

      CASIDA DEL SEDIENTO

      Arena del desierto
      soy: desierto de sed.
      Oasis es tu boca
      donde no he de beber.

      Boca: oasis abierto
      a todas las arenas del desierto.

      Húmedo punto en medio
      de un mundo abrasador,
      el de tu cuerpo, el tuyo,
      que nunca es de los dos.

      Cuerpo: pozo cerrado
      a quien la sed y el sol han calcinado.

      -- 13 --

      Desenterrar vivos.
      Yo avivar
      tú parir muertos
      eso hace mujer
      cuando te acuestas.
      Eso hacemos.

      -- 14 --

      Todo es bueno
      y lo hacemos malo
      con nuestro veneno.

      -- 15 --

      Conozco bien los caminos
      conozco los caminantes
      del mar, del fuego, del sueño,
      de la tierra, de los aires.
      Y te conozco a ti
      que estás dentro de mi sangre.

      POEMAS ULTIMOS}>
      @Poemas-últimos

      -- Miguel Hernández

      POEMAS ULTIMOS

      (1939-1941?)


      TODO ERA AZUL

      Todo era azul delante de aquellos ojos y era
      verde hasta lo entrañable, dorado hasta muy lejos.
      Porque el color hallaba su encarnación primera
      dentro de aquellos ojos de frágiles reflejos.

      Ojos nacientes: luces en una doble esfera.
      Todo radiaba en torno como un solar de espejos.
      Vivificar las cosas para la primavera
      poder fue de unos ojos que nunca han sido viejos.

      Se los devoran. ¿:Sabes? No soy feliz. No hay goce
      como sentir aquella mirada inundadora.
      Cuando se me alejaba, me despedí del día.

      La claridad brotaba de su directo roce,
      pero los devoraron. Y están brotando ahora
      penumbras como el pardo rubor de la agonía.

      SONREIR CON LA ALEGRE TRISTEZA DEL OLIVO

      Sonreír con la alegre tristeza del olivo.
      Esperar. No cansarse de esperar la alegría.
      Sonriamos. Doremos la luz de cada día
      en esta alegre y triste vanidad del ser vivo.

      Me siento cada día más libre y más cautivo
      en toda esta sonrisa tan clara y tan sombría.
      Cruzan las tempestades sobre tu boca fría
      como sobre la mía que aún es un soplo estivo.

      Una sonrisa se alza sobre el abismo: crece
      como un abismo trémulo, pero valiente en alas.
      Una sonrisa eleva calientemente el vuelo.

      Diurna, firme, arriba, no baja, no anochece.
      Todo lo desafías, amor: todo lo escalas.
      Con sonrisa te fuiste de la tierra y del cielo.

      YO NO QUIERO MAS LUZ QUE TU CUERPO ANTE EL MIO

      Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío:
      claridad absoluta, transparencia redonda.
      Limpidez cuya extraña, como el fondo del río,
      con el tiempo se afirma, con la sangre se ahonda..

      ¿:Qué lucientes materias duraderas te han hecho,
      corazón de alborada, carnación matutina?
      Yo no quiero más día que el que exhala tu pecho.
      Tu sangre es la mañana que jamás se termina.

      No hay más luz que tu cuerpo, no hay más sol: todo ocaso.
      Yo no veo las cosas a otra luz que tu frente.
      La otra luz es fantasma, nada más, de tu paso.
      Tu insondable mirada nunca gira al poniente.

      Claridad sin posible declinar. Suma esencia
      del fulgor que ni cede ni abandona la cumbre.
      Juventud. Limpidez. Claridad. Transparencia
      acercando los astros más lejanos de lumbre.

      Claro cuerpo moreno de calor fecundante.
      Hierba negra el origen; hierba negra las sienes.
      Trago negro los ojos, la mirada distante.
      Día azul. Noche clara. Sombra clara que vienes.

      Yo no quiero más luz que tu sombra dorada
      donde brotan anillos de una hierba sombría.
      En mi sangre, fielmente por tu cuerpo abrasada,
      para siempre es de noche: para siempre es de día.


      1 9 DE DICIEMBRE DE 1937

      Desde que el alba quiso ser alba, toda eres
      madre. Quiso la luna profundamente llena.
      En tu dolor lunar he visto dos mujeres,
      y un removido abismo bajo una luz serena.

      ¡Qué olor de madreselva desgarrada y hendida!
      ¡Qué exaltación de labios y honduras generosas!
      Bajo las huecas ropas aleteó la vida,
      y sintieron vivas bruscamente las cosas.

      Eres más clara. Eres más tierna. Eres más suave.
      Ardes y te consumes con más recogimiento.
      El nuevo amor te inspira la levedad del ave
      y ocupa los caminos pausados de tu aliento.

      Ríe, porque eres una madre con luna. Así lo expresa
      tu palidez rendida de recorrer lo rojo;
      y ese cerezo exhausto que en tu corazón pesa,
      y el ascua repentina que te agiganta el ojo.

      Ríe, que todo ríe: que todo es madre leve. Profundidad del mundo sobre el que te has quedado sumiéndote y ahondándote mientras la luna mueve,
      igual que tú, su hermosa cabeza hacia otro lado.

      Nunca tan parecida tu frente al primer cielo.
      Todo lo abres, todo lo alegras, madre, aurora.
      Vienen rodando el hijo y el sol. Arcos de anhelo
      te impulsan. Eres madre. Sonríe. Ríe. Llora.

      MUERTE NUPCIAL

      El lecho, aquella hierba de ayer y de mañana:
      este lienzo de ahora sobre madera aún verde,
      flota como la tierra, se sume en la besana
      donde el deseo encuentra los ojos y los pierde.

      Pasar por unos ojos como por un desierto:
      como por dos ciudades que ni un amor contienen.
      Mirada que va y vuelve sin haber descubierto
      el corazón a nadie, que todos la enarenen.

      Mis ojos encontraron en un rincón los tuyos.
      Se descubrieron mudos entre las dos miradas.
      Sentimos recorrernos un palomar de arrullos,
      y un grupo de arrebatos de alas arrebatadas.

      Cuanto más se miraban más se hallaban: más hondos
      se veían, más lejos, y más en uno fundidos.
      El corazón se puso, y el mundo, más redondos.
      Atravesaba el lecho la patria de los nidos.

      Entonces, el anhelo creciente, la distancia
      que va de hueso a hueso recorrida y unida,
      al aspirar del todo la imperiosa fragancia,
      proyectamos los cuerpos más allá de la vida.

      Expiramos del todo. ¡Qué absoluto portento!
      ¡Qué total fue la dicha de mirarse abrazados,
      desplegados los ojos hacia arriba un momento,
      y al momento hacia abajo con los ojos plegados!

      Peron no moriremos. Fue tan cálidamente
      consumada la vida como el sol, su mirada.
      No es posible perdernos. Somos plena simiente.
      Y la muerte ha quedado, con los dos, fecundada.

      EL NIÑO DE LA NOCHE

      Riéndose, burlándose con claridad del día,
      se hundió en la noche el niño que quise ser dos veces.
      No quise más la luz. ¿:Para qué? No saldría
      más de aquellos silencios y aquellas lobregueces.

      Quise ser ... ¿:Para qué? ... Quise llegar gozoso
      al centro de la esfera de todo lo que existe.
      Quise llevar la risa como lo más hermoso.
      He muerto sonriendo serenamente triste.

      Niño dos veces niño: tres veces venidero.
      Vuelve a rodar por ese mundo opaco del vientre.
      Atrás, amor. Atrás, niño, porque no quiero
      salir donde la luz su gran tristeza encuentre.

      Regreso al aire plástico que alentó mi inconsciencia.
      Vuelvo a rodar, consciente del sueño que me cubre.
      En una sensitiva sombra de transparencia,
      en un íntimo espacio rodar de octubre a octubre.

      Vientre: carne central de todo lo existente.
      Bóveda eternamente si azul, si roja, oscura.
      Noche final en cuya profundidad se siente
      la voz de las raíces y el soplo de la altura.

      Bajo tu piel avanzo, y es sangre la distancia.
      Mi cuerpo en una densa constelación gravita.
      El universo agolpa su errante resonancia
      allí, donde la historia del hombre ha sido escrita.

      Mirar, y ver en torno la soledad, el monte,
      el mar, por la ventana de un corazón entero
      que ayer se acongojaba de no ser horizonte
      abierto a un mundo menos mudable y pasajero.

      Acumular la piedra y el niño para nada:
      para vivir sin alas y oscuramente un día.
      Pirámide de sal temible y limitada,
      sin fuego ni frescura. No. Vuelve, vida mía.

      Mas, algo me ha empujado desesperadamente.
      Caigo en la madrugada del tiempo, del pasado.
      Me arrojan de la noche. Y ante la luz hiriente
      vuelvo a llorar, desnudo como siempre he llorado.

      EL HOMBRE NO REPOSA ...

      El hombre no reposa: quien reposa es su traje
      cuando, colgado, mece su soledad con viento.
      Mas, una vida incógnita como un vago tatuaje
      mueve bajo las ropas dejadas un aliento.

      El corazón ya cesa de ser flor de oleaje.
      La frente ya no rige su potro, el firmamento.
      Por más que el cuerpo, ahondando por la quietud, trabaje,
      en el central reposo se cierne el movimiento.

      No hay muertos. Todo vive: todo late y avanza.
      Todo es un soplo extático de actividad moviente.
      Piel inferior del hombre, su traje no ha expirado.

      Visiblemente inmóvil, el corazón se lanza
      a conmover al mundo que recorrió la frente.
      Y el universo gira como un pecho pausado.


      SIGO EN LA SOMBRA, LLENO DE LUZ ¿:EXISTE EL DIA?

      Sigo en la sombra, lleno de luz; ¿:existe el día?
      ¿:Esto es mi tumba o es mi bóveda materna?
      Pasa el latido contra mi piel como una fría
      losa que germinara caliente, roja, tierna.

      Es posible que no haya nacido todavía,
      o que haya muerto siempre. La sombra me gobierna.
      Si esto es vivir, morir no sé yo qué sería,
      ni sé lo que persigo con ansia tan eterna.

      Encadenado a un traje, parece que persigo
      desnudarme, librarme de aquello que no puede
      ser yo y hace turbia y ausente la mirada.

      Pero la tela negra, distante, va conmigo
      sombra con sombra, contra la sombra hasta que ruede
      a la desnuda vida creciente de la nada.

      VUELO

      Sólo quien ama vuela. Pero, ¿:quién ama tanto
      que sea como el pájaro más leve y fugitivo?
      Hundiendo va este odio reinante todo cuanto
      quisiera remontarse directamente vivo.

      Amar ... Pero, ¿:quién ama? Volar ... Pero, ¿:quién vuela?
      Conquistaré el azul ávido de plumaje,
      pero el amor, abajo siempre, se desconsuela
      de no encontrar las alas que da cierto coraje.

      Un ser ardiente, claro de deseos, alado,
      quiso ascender, tener la libertad por nido.
      Quiso olvidar que el hombre se aleja encadenado.
      Donde faltaban plumas puso valor y olvido.

      Iba tan alto a veces, que le resplandecía
      sobre la piel el cielo, bajo la piel el ave.
      Ser que te confundiste con una alondra un día,
      te desplomaste otro como el granizo grave.

      Ya sabes que las vidas de los demás son losas
      con que tapiarte: cárceles con que tragar la tuya.
      Pasa, vida, entre cuerpos, entre rejas hermosas.
      A través de las rejas, libre la sangre afluya.

      Triste instrumento alegre de vestir; apremiante
      tubo de apetecer y respirar el fuego.
      Espada devorada por el uso constante.
      Cuerpo en cuyo horizonte cerrado me despliego.

      No volarás. No puedes volar, cuerpo que vagas
      por estas galerías donde el aire es mi nudo.
      Por más que te debatas en ascender, naufragas.
      No clamarás. El campo sigue desierto y mudo.

      Los brazos no aletean. Son acaso una cola
      que el corazón quisiera lanzar al firmamento.
      La sangre se entristece de debatirse sola.
      Los ojos vuelven tristes de mal conocimiento.

      Cada ciudad, dormida, despierta loca, exhala
      un silencio de cárcel, de sueño que arde y llueve
      como un élitro ronco de no poder ser ala.
      El hombre yace. EL cielo se eleva. El aire mueve.


      SEPULTURA DE LA IMAGINACION

      Un albañil quería ... No le faltaba aliento.
      Un albañil quería, piedra tras piedra, muro
      tras muro, levantar una imagen al viento
      desencadenador en el futuro.

      Quería un edificio capaz de lo más leve.
      No le faltaba aliento. ¡Cuánto aquel ser quería!
      Piedras de pluma, muros de pájaros los mueve
      una imaginación al mediodía.

      Reía. Trabajaba. Cantaba. De sus brazos,
      con un poder más alto que el ala de los truenos,
      iban brotando muros lo mismo que aletazos.
      Pero los aletazos duran menos.

      Al fin era la piedra su agente. Y la montaña
      tiene valor de vuelo si es totalmente activa.
      Piedra por piedra es peso y hunde cuanto acompaña
      aunque esto sea un mundo de ansia viva.

      Un albañil quería ... Pero la piedra cobra
      su torva densidad brutal en un momento.
      Aquel hombre labraba su cárcel. Y en su obra
      fueron precipitados él y el viento.

      ETERNA SOMBRA

      Yo que creí que la luz era mía
      precipitado en la sombra me veo.
      Ascua solar, sideral alegría
      ígnea de espuma, de luz, de deseo.

      Sangre ligera, redonda, granada:
      raudo anhelar sin perfil ni penumbra.
      Fuera, la luz en la luz sepultada.
      Siento que sólo la sombra me alumbra.

      Sólo la sombra. Sin rastro. Sin cielo.
      Seres. Volúmenes. Cuerpos tangibles
      dentro del aire que no tiene vuelo,
      dentro del árbol de los imposibles.

      Cárdenos ceños, pasiones de luto.
      Dientes sedientos de ser colorados.
      Oscuridad del rencor absoluto.
      Cuerpos lo mismo que pozos cegados.

      Falta el espacio. Se ha hundido la risa.
      Ya no es posible lanzarse a la altura.
      El corazón quiere ser más de prisa
      fuerza que ensancha la estrecha negrura.

      Carne sin norte que va en oleada
      hacia la noche siniestra, baldía.
      ¿:Quién es el rayo de sol que la invada?
      Busco. No encuentro ni rastro del día.

      Sólo el fulgor de los puños cerrados,
      el resplandor de los dientes que acechan.
      Dientes y puños de todos los lados.
      Más que las manos, los montes se estrechan.

      Turbia es la lucha sin sed de mañana.
      ¡Qué lejanía de opacos latidos!
      Soy una cárcel con una ventana
      ante una gran soledad de rugidos.

      Soy una abierta ventana que escucha,
      por donde ver tenebrosa la vida.
      Pero hay un rayo de sol en la lucha
      que siempre deja la sombra vencida.